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OPINIÓN - JUEVES, 6 DE DICIEMBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

La crisis de Ceuta
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

He tenido siempre muchísimo respeto por los representantes o agentes comerciales. He sido amigo de muchos de ellos. Cuando yo vivía en El Puerto de Santa María, hace la friolera de treinta y algunos años, solía tomar copas con ellos en la Ribera del Marisco. Es decir, en los establecimientos más celebrados de la Bahía Gaditana.

Los representantes eran, salvo raras excepciones, tipos muy conocedores de la calle. Y sabían ganarse la voluntad de la gente. A mí me agradaba sobremanera observar cómo se desenvolvían para vender sus productos. Con el fin de aprender de ellos lo que mejor sabían hacer: hacerse querer y, sobre todo, generar confianza suficiente en los compradores. Tarea nada fácil.

Había representantes que eran maestros del palique. Tenían labia suficiente para engatusar. Hablaban por los codos pero de manera que lograban interesar. Ahora bien, cuando soplaba el viento de levante se veían obligados a cambiar de táctica. Ya nos le valía la facilidad para hablar, sino que debían taparse. Es decir, hacer mutis por el foro y dedicarse a otros menesteres que no fueran ofrecer su mercancía. Y es que el levante causa disfunciones en los seres vivos; molestias pasables por fortuna.

Un representante sevillano, pero afincado en la Bahía Gaditana, llamado Francisco Villanueva, lleva muchos años viniendo a Ceuta y se conoce al dedillo los secretos y entresijos del comercio local. Cuando la crisis principió en la Península, Francisco Villanueva me puso al tanto de una desgracia que tenía visos de convertir Andalucía en un páramo. En un lugar ruinoso. Y destacaba cómo en Ceuta no se notaba aún la decadencia económica habida al otro lado del Estrecho.

Hoy, FV, representante o agente comercial, como ustedes quieran nominarlo, ha estado en Ceuta y se ha dado de bruces con la realidad: la ciudad está ya viviendo los mismos problemas económicos que todos los pueblos andaluces. Una situación calamitosa que él no ha digerido bien. Ya que jamás llegó a pensar que esta tierra pudiera verse sometida a un modo de vida cada vez más precario.

Villanueva me ha confesado que nunca ha vendido menos. Que los comerciantes están tan bajos de moral que incluso no desean entablar relaciones comerciales. Luego, cuando le he preguntado sobre el ambiente en las calles, me ha comentado que ha visto en ellas una tristeza infinita. Tristeza jamás vista por él en una tierra cuyas calles han sido referentes principales para unos ciudadanos que las han transitado con alegría.

Las calles de Ceuta, y no creo que nadie pueda poner reparo a lo que voy a decir, han sido siempre el lugar donde los ceutíes han hecho y deshecho relaciones y han gastado su dinero. Los dineros, en estos momentos, escasean. Los que han perdido el empleo las están pasando canutas y los que todavía lo conservan tienen un miedo que les atenaza.

Francisco Villanueva, representante o agente comercial, que yo sé muy poco de tal gestión, me ha dicho que el bajón comercial de Ceuta le ha dado motivos suficientes para pensar que España tardará muchos años en volver a ser un país donde se pueda vivir con dignidad. Que lo último que esperaba es comprobar que Ceuta estaba en crisis. Y se ha ido a la Península traumatizado. Y yo debo contarlo.
 

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