He dicho, en muchas ocasiones, que
prefiero vérmelas con un ejército de arrogantes antes que
con uno de hipócritas. Pues hay tipos que aprovechan la
fama, aunque sea obtenida en buena lid, para saturarnos de
palabras agradables mientras se sabe que es imposible
atribuirles una buena acción.
De ahí que, aunque sea por una vez, esté de acuerdo con lo
escrito por Alfonso Ussía en su columna de ayer
martes, en relación con el entrenador del Madrid: “Me
declaro admirador de Mourinho, que viene de una tribu
portuguesa y dice siempre lo que piensa. No me gustan las
personas que presumen de bondades de las que carecen”.
Debo confesar que mi madridismo no participa de ese señorío
que tiene como arquetipo a Butragueño. En absoluto. Y
como Butragueño, siempre tan empalagoso en sus
declaraciones, remilgado y melindroso, los hay en todos los
órdenes de la vida.
En el fútbol y en la política los hay a tutiplén. Yo los he
conocido y he terminado asqueado de la conducta de esos
personajes de doble moral que parecen hablarte desde el
púlpito cuando ya han decidido buscarte la ruina por
cualquier medio a su alcance. Tipos taimados que viven nada
más que para cuidar su imagen con el fin de usarla como arma
de destrucción. Y sin piedad, además.
Estamos en los primeros balbuceos de diciembre. Tiempo
propicio para las simulaciones. Y siempre me acuerdo de que
en este mes aumentan las depresiones. Porque al frío
reinante, máxime si no se tienen medios, se une el frío
interior. Lo cual se traduce en problemas angustiosos. Y es
que, a veces, el frío por dentro es mucho peor que el otro.
Los fríos de este invierno van a ser demoledores. En los dos
sentidos. Lo que no sé es si el servicio de psiquiatría, con
los recortes, funcionará como en épocas pasadas. De no ser
así, muchas personas sufrirán el desconsuelo de no poder
siquiera contarles sus penas al especialista de turno. Pero
los políticos se pasan semejante problema por el forro.
Eso sí, hace días quedé enterado de una acción publicada que
avivó mis sentimientos hasta el punto de ponerme al borde de
un lagrimeo incesante. Un gobernante local anunció que todos
los cargos municipales, pertenecientes a su partido, donarán
la paga navideña a Cáritas. Cuya cantidad es de 52.068
euros.
Y el comunicado parecía un bando con el fin de hacer constar
lo buenas personas que son todas las autoridades y cargos
populares con la menesterosidad. Y también para demostrar su
solidaridad con los funcionarios que se han quedado sin el
dinero extra correspondiente a una fiesta donde todo el
mundo quiere ser bueno por decreto.
Por decreto, o por acuerdo interesado entre partes, sean o
no sean de la misma cuerda, mal harían las autoridades
municipales en celebrar dos plenos en el mes de los
polvorones, para resarcirse de la pérdida monetaria causada
por la esplendidez que han mostrado cediendo la paga extra a
los más necesitados.
Las autoridades locales deberían haber silenciado el gesto
tan humanitario que han tenido. Pues alardear de la caridad
para con el prójimo, no hace sino hacer que la gente esté
esperando cualquier desliz de las autoridades para poder
largar fiesta contra ellas. De modo que no tengo la menor
duda de que no incurrirán en el error de, si hubiera un
pleno de más, ponerle precio.
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