La segunda parte de la entrevista
concedida por Mariano Rajoy al director de ‘La
Razón’, Francisco Marhuenda –subalterno de confianza
periodística del presidente del Gobierno-, pone de
manifiesto los motivos que tiene Aznar para detestar
al hombre que se convirtió en candidato a la presidencia por
el sistema de nombramiento de cargos a dedo. Conocido como
dedocracia.
Ya que Rajoy culpa a los gobiernos anteriores de la crisis
económica que está viviendo España por haber gastado más de
lo que se ingresaba. Así que no se corta lo más mínimo en
decir que ha habido un crecimiento desmesurado del crédito.
“Hemos comprado a crédito segundas viviendas, televisiones
de plasma, viajes al Caribe… Y eso no es razonable, ya que
el crédito tiene que ser equilibrado y debe ir dirigido
sobre todo a la primera vivienda y a la inversión”.
Y cuando se le pregunta por los culpables, Cyrano de
Bergerac, perdón, Rajoy, no tiene el menor empacho en
culpar a los ciudadanos y a las empresas que se endeudaron
en exceso, los bancos que concedieron créditos muy por
encima de lo razonable y sin valorar correctamente los
riesgos, el supervisor que no frenó en su momento ese
proceso, fijando unos tipos de interés tan bajos que provocó
esa burbuja financiera, y un Gobierno que no entendió la
situación. Insisto: con tales declaraciones, a quién puede
extrañarle que Aznar vea a Rajoy como un desagradecido que
no ha sabido apreciar que si es presidente del Gobierno se
debe a que él lo nombró su sucesor.
Y, lo peor para Aznar, es que Rajoy dice verdad. Aunque sea
la única que debe reconocérsele desde que llegó al Palacio
de la Moncloa. Veamos. En 2002, Cristóbal Montoro
negaba la existencia de una burbuja inmobiliaria, es decir,
una escalada de construcción de edificios y de precios que
dio lugar a males variados: delitos sin fin, corrupción, y
verdaderos atentados medioambientales. En 2003 Rodrigo
Rato, entonces ministro de Economía, llamó al señor
Caruana, gobernador del Banco de España, para
amonestarle: diciéndole a voz en cuello que dejara de
escandalizar con sus llamadas de alerta sobre la burbuja. Y
todavía en 2004, octavo año de subida de precios en la
vivienda, diversos representantes del Gobierno del PP
negaban el problema.
Corrían tiempos de bonanza económica, mentirosa en extremo,
que hacía posible que Aznar resaltara que en España se
construían más viviendas que en Francia y Alemania juntas.
Todo ello, sin duda alguna, debido a que existía una mano de
obra barata: gracias a los 4,2 millones de inmigrantes
llegados a España desde 1998 a 2008. A los bajos tipos de
interés del Banco central europeo, apoyando al Banco central
alemán en un momento en el cual Alemania necesitaba esos
bajos tipos de interés para equilibrar sus cuentas tras la
reunificación.
Con aquella burbuja inmobiliaria, ayuntamientos y
comunidades autónomas vieron el cielo abierto. Ingresaban
por todos los sitios. Y la parte del león se la llevaban
unos cuantos. Mientras la clase media caía en la trampa y se
endeudaba hasta las cejas. Zapatero heredó la burbuja y no
tuvo dídimos suficientes para acabar con la gran ‘fiesta’.
Por consiguiente, las declaraciones de Rajoy en ‘La Razón’,
a Marhuenda, amigo del alma del presidente, ponen en
evidencia a Aznar. “Los políticos vapuleados son como
boxeadores golpeados: el doble de peligrosos”.
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