He dado en la manía de ir los
sábados de copichuelas. Haga frío o calor, llueva o ventee.
Anteayer sábado, lo más conveniente era salir abrigado; ya
que no estaba la temperatura para hacer alardes de chicarrón
del norte. Así que me acoracé con mi chaquetón y me planté
en la terraza de ‘El Mentidero’ para darle a la sinhueso
durante un tiempo más que prudencial. En ‘El Mentidero’ me
encontré con varios madridistas que estaban más que
preocupados por el resultado de su equipo. Hablando sin
tapujos: se les notaba la jindama que le tenían al Atlético
de Madrid.
Viéndolos tan encogidos, no tuve más remedio que elevarles
los ánimos, haciendo de Acisclo Karag: aquel médico y
periodista deportivo, al que se denominaba cariñosamente
mago de los pronósticos por las predicciones que hacía sobre
los resultados futbolísticos. El mío, mi pronóstico, fue que
el Madrid iba a ganar por tres goles a cero. Y, claro está,
los madridistas que me rodeaban cambiaron hasta de color.
De entre ellos, es decir, de cuantos ‘merengones’ había en
El Mentidero, a quien más se le notó la mejoría fue a
José Manuel Aznar (no confundir con el insigne (!)
periodista local). Este José Manuel es un funcionario que
acostumbra a darme la vara con mi beneplácito. Mi estimado
José Manuel, que estaba alternando con agua por prescripción
facultativa, nada más vaticinar yo el triunfo del equipo que
cuenta con el mejor entrenador del mundo, se pidió un rioja
y se lo bebió de tal guisa: “Hasta verte, Jesús mío”. Es
decir, que se lo echó al coleto de un tirón. Lo digo así por
abreviar. Otro día, que tenga más tiempo y espacio, les
contaré el significado de la locución “Hasta verte, Jesús
mío”.
Hasta que no se me olvide una actuación desafortunada de
alguien a quien yo creía que tenía cierto sentido del
agradecimiento, me prometí anteayer sábado, no volver a
pisar un establecimiento al que no he dejado de hacerle la
publicidad gratuita y donde consumí muchas veces,
innumerables veces, en consonancia con mis posibilidades. En
ocasiones, conviene tomar medidas contra quienes están
convencidos de que todo se lo merecen por la cara.
Hablando de cara, la mía expresaba toda la satisfacción
posible cuando comprobé que el Hotel Tryp estaba lleno a
rebosar. Un lleno impresionante. De modo que tuvieron sus
empleados que habilitar la cuarta planta para convertirla en
un comedor donde pudiera recibir doña Antonia Martínez
García, viuda del siempre recordado Pepe Remigio,
el homenaje merecido por haber cumplido años. Lo cual hizo
posible la presencia de Manolo Chaves. A quien,
delante de su primo hermano, le hice una pregunta: ¿Cómo
está España? Y su respuesta fue de una concisión
apabullante: “Podía estar mejor”.
Y, dado que a mí no me gusta preguntar por preguntar, dejé
al dirigente socialista que fuera de corrillo en corrillo
pegando la hebra. Pues estaba, como no podía ser de otra
manera, siendo muy solicitado. Crucé unas palabras con
Moisés Wahnon. Las justas. Y acabé comiendo con el
entrenador del primer equipo local, Álvaro Pérez. A
quien le deseé toda la suerte del mundo en Alcalá.
Cuando llegué a mi casa, aún tuve tiempo de oír en varios
medios comentarios del Madrid-Atlético y comprobé cómo los
opinantes deseaban fervientemente que los madridistas
pegaran un petardo. A fin de seguir poniendo a Mourinho
como chupa de dómine. Estuve a punto de acertar el
resultado. Hubiera sido la leche… Pero el dos a cero colmó
mis apetencias de madridista fetén.
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