Son muchos cambios en uno, pequeños gestos y detalles
integrados unos con otros que están generando una auténtico
antes y después en el día a día del Instituto de Educación
Secundaria Abyla. Preocupados por la situación de los
alumnos del centro que, al igual que en otros de la ciudad,
arrastran un rendimiento inferior a la media nacional, en
2011 los profesores del mismo aceptaron el reto de implantar
en el instituto un plan de éxito educativo de la mano del
Ministerio de Educación. A través del denominado ‘Contrato
Programa’, el compromiso del personal del centro para
implantar importantes cambios iría acompañado del apoyo
económico del Estado. Los profesores implicados en el
proyecto, con gran dedicación y esfuerzo, acaban de
embarcarse en el segundo año de ‘contrato’ y lo hacen con
más ilusión si cabe que el año pasado. Ahora ya no solo
tienen problemas que quieren solucionar, también tienen
resultados. Y a juzgar por los mismos, el planteamiento
funciona.
En el curso 2011-2011 el IES Abyla tenía casi 1.500 alumnos
atendidos por 113 profesores. Arrancaba el curso con una
memoria del curso anterior en la que se habían registrado
1.825 partes a estudiantes, 125 expulsiones de un día, 271
de tres días y la apertura de 27 expedientes. Tras un curso
con el plan de éxito en funcionamiento en junio de 2012 el
número de expedientes se había reducido más de la mitad,
(quedando en 887), las expulsiones de un día descendieron
hasta 71 (-43,2%) y las de tres a 166 (-38,75%). Los
expedientes se quedaron también en menos de la mitad (12).
Además de esto, el rendimiento académico había mejorado
levemente en todos los cursos de ESO, con un promedio de
alumnos que aprobaron todo que pasó del 27,75% al 31%,
siendo el curso donde más se notó el cambio 4º de la ESO,
que pasó de un 28% al 41%.
Si bien estos datos reflejan pasos aún incipientes y “mucho
trabajo por hacer”, demuestran un claro efecto positivo de
los cambios implantados mediante el Contrato-Programa.
¿Cuáles?
Según explican los coordinadores del ‘Contrato’, Luis
González del Río y Mara Renata Bálsamo, jefe del
departamento de Música y profesora de Plástica
respectivamente, la clave estuvo en el estudio previo que
llevaron a cabo los propios docentes sobre la realidad del
instituto. Mediante un minucioso análisis de sus fortalezas
y debilidades, se dieron cuenta que necesitaban mejorar tres
áreas fundamentales relativas al Abyla: la convivencia
dentro del centro, el agrupamiento de alumnos y la
comunicación con las familias.
“Vimos el mismo problema que tienen, en mi opinión, la
mayoría de los centros en Ceuta- explica González- un
alumnado muy heterogéneo que va desde chicos con un nivel
muy alto a otros con nivel bajísimo, y pensábamos que
debíamos intentar algo al respecto”. Partiendo de esta idea
se pusieron en funcionamiento los ‘grupos flexibles’, una
técnica que permite que, en un mismo nivel, los profesores
puedan agrupar a los alumnos de acuerdo a su capacidad,
siguiendo un procedimiento moldeable y en el que unos
profesores apoyan a otros llegando a estar 2 ó incluso 3 en
un aula al mismo tiempo. Esto se lleva a cabo en las
asignaturas base: matemáticas, lengua e inglés y todos los
profesores perciben que el rendimiento del alumno responde.
González afirma que es una técnica similar a la atención a
la diversidad, pero sin salir de clase. Cada alumno puede
recibir una formación más acorde a sus capacidades y el
apoyo acorde a su nivel de aprendizaje, de forma que,
superada la dificultad si la hubiera, puede cambiar de
grupo. Esta es la estrella de las medidas de organización,
mientras que en convivencia se ha creado la figura del
‘tutor de convivencia’ y el ‘aula de mejora’. El tutor de
convivencia recibe al alumno expulsado de clase y antes de
nada escucha la versión del alumno sobre el motivo de su
expulsión, después reflexiona con él sobre lo sucedido
“hasta que es el propio alumno quien reconoce dónde ha
estado el error”, apunta Bálsamo. De ahí, el alumno pasa al
aula de mejora, donde firmará un acuerdo de compromiso para
reflexionar sobre lo sucedido. Si no respeta el acuerdo,
arrancaría el protocolo de sanciones de forma progresiva.
Esto se complementa con el concurso de convivencia de todo
el centro, en el cual las aulas puntúan diariamente en
relación al orden en la misma, la puntualidad y el respeto,
de forma que trimestralmente y al final de curso, las clases
que han mostrado un mejor comportamiento reciben como premio
un viaje o una actividad extraescolar.
Estas son tan solo un par de las medidas implantadas, un
total de 19 durante el curso pasado, que este año se han
condensado en 13.
El elemento dinamizador que aglutina todas ellas es una
agenda escolar personalizada para cada alumno. En ella,
además de apuntar diariamente ‘la frase del día’ a primera
hora, los estudiantes llevan consigo un documento que prueba
su comportamiento en el centro no sólo dentro de un aula,
sino en todas a las que asiste. En ella va incluido un
espacio para los comentarios del profesor y cualquier
indicación sobre el estudiante a sus padres. “Es un canal de
comunicación entre el centro y la familia, ya que pedimos
que revisen los partes y comentarios y lo firmen, además de
servir para que los profesores veamos como rinde el alumno
en otras asignaturas”, explican. Parece que esta forma de
acceder a los padres, que en muchas ocasiones eran difíciles
de contactar por teléfono, es más efectiva para estar cerca
de ellos y, según afirman los docentes, “cada vez se van
acercando más al centro y empiezan a participar algo más en
la educación”.
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