La de veces que habré dicho yo que
una columna, una verdadera columna, sólo consta de letra
impresa y mala leche. Así lo refería yo el miércoles en una
reunión en la cual me sentía muy a gusto. Dije más: es un
género literario que exige a quienes lo hacen que sepan
transitar la calle y entenderse con la gente. Tarea fácil, a
simple vista, pero que…
El miércoles pasado, bajé yo a la rúe, una vez más, con el
fin de ponerme al tanto de ciertas cuestiones que están de
actualidad. Y a fe que la suerte estuvo conmigo. Tal es así,
que si tuviera que rendir cuentas de mi labor, diría, sin
duda alguna, que fue un día tan fructífero que, de puro
contento, se me fue la olla y me olvidé de que tenía que
escribir. Espero, pues, que mis lectores, que son muchos,
así como suena, me hayan perdonado que no acudiera a mi cita
diaria, el jueves.
Dicho ello, me apetece contar que se me preguntó bastante
sobre lo que había publicado el martes, 27, bajo el título
de ‘Gibraltar y las mordidas’. Y juro, aunque esté feo
hacerlo, que mi respuestas fueron tan sumamente prudentes
que no dejé a nadie contento. Y es que los lectores querían
saber…
Entrada ya la tarde del miércoles, me di una vuelta por el
Hotel Tryp. Y en la cafetería, frente a un café y una copa,
como hacían los reporteros antiguos, me faltó el puro,
esperé con paciencia a ver si alguien se dignaba a hablar
conmigo. Y tuve suerte. Puesto que al cabo de un buen rato
apareció en escena Francisco Verdú: jefe de Gabinete
de la Delegación del Gobierno y persona muy estimada en la
ciudad. A quien no veía desde que coincidimos en la
celebración de la fiesta correspondiente a la Patrona de la
Guardia Civil.
Charlar con FV es siempre gratificante. De hablar pausado y
poco dado a contar chuminadas, debo decir que nos reímos lo
preciso sin tener que despellejar a nadie. Bromas aparte,
poco a poco voy comprendiendo por qué el hombre de confianza
de Pacoantonio tiene tan buen cartel en Ceuta.
Así se lo hago saber a Francisco Antonio González,
que acababa de unirse a nosotros. De modo que aprovecho la
ocasión para tirarle de la lengua. Pero no hay manera de
sacarle algo de mucho interés, que a mí me lance al
estrellato.
El Delegado del Gobierno responde lo justo. Y hace bien. Que
no están los tiempos para fiarse del primero que llegue. Aun
así, o sea, aunque las respuestas de Pacoantonio sean
concisas y moderadas, hay que reconocerle las muchas tablas
que tiene y su predisposición a pararse con quien lo
requiera. Sigue siendo un político cercano y su manera
simple de actuar, carente de toda afectación, lo viene
distinguiendo más que nunca. Y a mí no me duelen prendas
confirmarlo en este espacio.
Pacoantonio me presentó a la directora de Política Interior,
María Cristina Díaz, mujer con garabato. Vamos,
garbosa. Y a partir de ese momento, tras unos minutos de
intercambio de impresiones con Pepe Torrado, me quedé
pegando la hebra con Álvaro Pérez. Y debo decir que
la conversación nos cundió. A pesar de que hablamos muy poco
de fútbol. Si bien debo reconocer que ambos valoramos a
José Mourinho. Por razones evidentes.
Tras despedirme del entrenador del Ceuta, me di el piro y
encaminé mis pasos hacia un sitio donde me habían citado
para contarme algo que yo preveía de mucho interés. Pero no
apareció la persona que deseaba ponerme al tanto de no sé
qué asunto raro. Otro día será. Eso sí, terminé agotado. La
edad no perdona.
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