No voy a perder ni un solo minuto
de mi valioso tiempo en responder a quien desde la ignominia
ha pretendido alcanzar su minuto de gloria calumniando a
quien también accedió a la función pública a través de un
proceso selectivo hace ya veinticinco años, muchísimo antes
de que el Partido Popular alcanzara el Gobierno de la
Ciudad. Una vez hecha esta salvedad, dedicaré mi
colaboración de hoy a cuestiones que sí interesan a los
lectores de este medio.
Tras analizar las diferentes informaciones publicadas en los
principales medios de comunicación del país respecto a la
convocatoria de Huelga General del miércoles día 14 de
noviembre, puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que las
centrales sindicales mayoritarias han perdido cualquier
atisbo de credibilidad. Los ciudadanos no les perdonamos la
pasividad demostrada en los últimos años de desgobierno de
un partido socialista que nos ha dejado en las peores
circunstancias posibles.
Hablar del 14N es hablar de un fracaso por diferentes
motivos. Primero, porque fue el término utilizado en las
portadas de tres de los cuatro principales medios de
comunicación escritos del país. Segundo, porque la bajada en
el consumo eléctrico ha sido la menor de todas las huelgas
generales celebradas hasta el momento. Y tercero, porque las
propias centrales sindicales confirmaron una disminución de
un 12% en la participación respecto a la última huelga.
No podemos olvidar que la convocatoria respondía a la
consigna lanzada a toda la izquierda española desde el
partido socialista de “ocupar las calles” con la única
intención de ganar en ellas lo que perdieron en las urnas.
Si tenemos en cuenta el fracaso de la convocatoria, puedo
afirmar, que ni siquiera la izquierda española confía ya en
sus propios líderes. Los ciudadanos podemos estar
descontentos con el actual Gobierno de España, pero lo
estamos aún más con unas centrales sindicales que han
perdido en los últimos meses casi 300.000 afiliados y con un
partido socialista que cosecha derrotas electorales una tras
otra.
¿Qué credibilidad pueden tener quienes rechazan una reforma
laboral que ellos mismos aplican para despedir a sus
empleados a través de expedientes de regulación de empleo
(ERES)?, ¿qué credibilidad pueden tener quienes critican las
retribuciones de nuestros cargos públicos mientras ellos
aprueban recibir, con la que está cayendo, tres pagas
extraordinarias y además, blindan sus sueldos? Y ¿qué
credibilidad pueden tener quienes reciben el apoyo
incondicional de quienes hasta hace unos pocos meses
ocupaban un Gobierno de España que fue incapaz de aplicar
las medidas necesarias para superar la crisis socio
económica? La respuesta es evidente, aunque no seré yo quien
lo haga por usted.
|