Después de la proclamación de la Constitución en 1978, se
consolidó la legitimidad democrática de nuestro país y ha
permitido el desarrollo del Estado de las Autonomías, el
respeto a la lengua, la identidad cultural de las
Comunidades Autónomas, como ha sucedido en Cataluña y en el
resto del territorio español, favoreciendo que las cotas de
autogobierno llegaran a unos niveles, que superan a países
europeos con una trayectoria democrática en el tiempo
superior a la española.
En las recientes elecciones catalanas hemos visto
planteamientos independentistas en los programas de algunos
grupos políticos. Ha habido un gran despliegue de banderas y
de llamadas a la segregación de Cataluña del resto del
territorio español; porque era la solución para un mejor
nivel de vida de los ciudadanos catalanes. Por supuesto que
también otros grupos no llevaban esos planteamientos entre
sus objetivos. Por ejemplo, el Partido Socialista ha
planteado que era un error distraer a los ciudadanos con
posturas soberanistas, en vez de reconocer la deficiente y
nefasta acción política con recortes, que desde el gobierno
catalán han favorecido la depresión económica de esa
Comunidad Autónoma.
Sabemos los resultados que legítimamente se han producido,
pero sería una interpretación demasiado limitada quedarnos
en las deliberaciones de porcentajes y movimientos sobre si
el independentismo o el segregacionismo superan o no a
quiénes respetan la integración constitucional del pueblo
catalán, como si esos fueran los problemas e intereses
prioritarios que tienen que ver con la vida diaria de un
ciudadano de Lérida, Barcelona o de cualquier pueblo de
Cataluña.
Una frontera catalana con el territorio español y sus
banderas no solucionaría, a mi modo de entender, el problema
del paro, los servicios básicos esenciales, la situación de
la vivienda, las desigualdades sociales. Los problemas de
las personas, que constituyen la ciudadanía catalana, los
trabajadores y trabajadoras que ven reducidos sus ingresos
no son originados por los agricultores ni por los empleados
de Extremadura, Ceuta o Aragón, por citar algunos
territorios de nuestro país.
Los problemas políticos que hoy se presentan ante la
ciudadanía catalana no son de corresponsabilidad de fuerzas
políticas, sino los errores en los que persiste el contumaz
presidente Mas. Se subió en la “nube” del independentismo,
aprovechándose de una legítima manifestación en la que él no
era el protagonista, creyendo con arrogancia que él
representaba a Cataluña.
Espero que el PSOE y los socialistas catalanes, una vez que
realicen las reflexiones que estimen oportunas, desarrollen
una intensa labor de pedagogía política en Cataluña y en el
resto del territorio español sobre la propuesta sensata del
Federalismo. Que con reformas factibles de la Constitución
ni rompe nada, ni establece fronteras. Sin embargo
envolverse en la bandera catalana, que es legítima, pero con
la intención de segregar, no mejora el nivel de vida del
ciudadano, no favorece el tejido industrial, altera la
convivencia democrática catalana y contribuye al aislamiento
de esta Comunidad con el resto de Europa.
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