Es el refrán que más veces oí
decir a la “tía Tiburcia”de las inmediaciones de mi pueblo,
y que me viene “al pelo” al leer cierta columna de hace un
par de días.
Tengo que decir, lo digo y lo he dicho siempre que tener una
filiación política, social o religiosa, no le debe obnubilar
a uno para no ver los aciertos o los errores de sus propios
correligionarios. Y esto lo digo y lo seguiré diciendo sin
tener que romper “ipso ipso” con un compromiso que adquirí,
porque quise y no buscando nada a cambio, hace ya muchos
años.
Y es que, posiblemente, esa experiencia que dan los años, en
una profesión ganada por oposición y no lograda por el dedo
bobalicón del enchufe del político, me hace, me ha hecho y
me va a hacer ser libre, porque gane quien gane unas
elecciones, al día siguiente no voy a tocar la puerta de los
ganadores para preguntar “¿Qué hay de lo mío?”.
Como profesor, con 44 años de servicio ya, mis alumnos
siempre han sabido que nada me ataba, ni me ata con
instituciones locales, provinciales o nacionales, ya que a
ninguna de esas puertas he ido a “mendigar” una entrada por
la puerta falsa para poder ir tirando. Otros muchos, porque
cada uno tiene sus circunstancias, es posible que no puedan
decir lo mismo, pero ese no es, no ha sido, ni va a ser mi
problema.
Y es que mi verdadero problema lo resuelvo yo, especialmente
cuando me pongo a escribir, sobre el asunto del día, y nada,
ni nadie va a hacer retractarme de la opinión que tengo,
porque ellos se lo ganan así, de los políticos de Ceuta, de
Ávila, de Cuenca o de Navalmoral de la Mata.
La calle enseña, es cierto, pero quedarte sólo con lo que la
calle te enseña no es lo más acertado, puesto que en las
calles suele haber recovecos que, a veces, no te dejan ver
lo que se esconde por detrás. También en el campo de la
política.
En una de mis anteriores columnas, yo hablaba, y bien, de un
ex alcalde con el que no tengo, ni he tenido, ningún tipo de
amistad, pero que hizo las cosas, a su manera y le salieron,
“económicamente”, mejor que a otros con los que sí he tenido
y tengo muchas más relaciones y amistad. Eso no significa
nada, a lo sumo mi satisfacción por no dejar que se me vea,
demasiado, la oreja, en asuntos que nada tienen de
discusión.
La amistad no es, al menos para mí, en ningún terreno de la
vida, el “santa santorum” que cierre el camino a la libertad
para decir lo que uno está viendo y lo ven, también, los
demás.
Hoy, por desgracia, de medicina, de fútbol, a veces de
Matemáticas y, especialmente, de política parece que sabe
todo el mundo, cuando muchos ignoran la forma de hacer una
buena redacción, un buen comentario de textos, o discutir
con sentido un tema de política actual.
Como profesor, trato de formar, en mis materias docentes, a
mis alumnos, en la clase, fuera de ella estamos todos en
igualdad de derechos o de deberes y uno puede opinar, con
más o menos base, lo que conlleva que si hay opinión sin
base esa sea, en muchas ocasiones, errónea, porque se ha
opinado más con el corazón que con la razón, enfrentamiento
que atormentó al propio Unamuno en su búsqueda y
demostración de la existencia de Dios.
Sobre ese tema, el viejo Unamuno fue descalificado por la
Iglesia del pasado siglo, hoy las cosas han cambiado y hoy
las descalificaciones van más en busca de quienes lucen
distintos colores políticos. A mí, eso no me frena, ni me
quita libertad, con lo que:” el que se pica...” y desde
luego, con educación ¡¡Faltaría más!!.
|