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OPINIÓN - LUNES, 26 DE NOVIEMBRE DE 2012

 
OPINIÓN / HABLANDO EN EL DESIERTO

La educación en España: Una generación perdida

Por Miguel R. Calderón


Cuenta Jordi Llovet , catedrático de Literatura Comparada, en su libro “Adiós a la Universidad. El eclipse de las Humanidades” , que los planes de estudio de educación secundaria han llevado a este país a la ruina cultural. No lo dice por decir. Sus alumnos de primer curso universitario desconocían “si León Tolstoi había nacido antes o después de Goethe; no sabían quién era Kandinsky y nunca habían escuchado una sinfonía de Mozart”. Las lenguas clásicas les eran desconocidas y el español actual casi también. Faltas de ortografía, dificultades para expresarse tanto oralmente como por escrito, vocabulario paupérrimo, son síntomas clarividentes de que algo va mal o muy mal en nuestro desprestigiado sistema educativo. Eso sí, los alumnos manejan el Power Point como nadie, pero de leer un libro nada de nada y al paso que vamos la democracia no merecerá llevar tal nombre, porque los ciudadanos no tendrán capacidad intelectual para el discernimiento.

El mismo Llovet narra una anécdota en la que un colega suyo le preguntó a una alumna por qué no había hecho el trabajo que le mandó. “Porque no me sale del chocho”, respondió la joven. Puede imaginarse el lector el jolgorio y la rechifla general que causó la respuesta de la joven entre sus compañeros. Ver para creer.

Hace ya demasiado tiempo que todas las evaluaciones internacionales, fundamentalmente el informe PISA elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), certifican el fracaso de nuestro sistema educativo y aconsejan introducir reformas, para mejorar los resultados de las enseñanzas que se imparten en los colegios de primaria y los institutos de secundaria .

Esta realidad es la consecuencia del modelo educativo de la izquierda, que es el único que se ha ensayado en este país, con los resultados por todos conocidos: pérdida de la autoridad del profesor y por ende de la disciplina en clase y el deterioro de la calidad de la enseñanza, donde conceptos como esfuerzo, disciplina, exigencia, interés, son poco menos que proscritos. El objetivo de tal estrategia ha sido el igualitarismo, es decir socavar cualquier clase de estímulo para los estudiantes más brillantes o más capaces. Lo importante es que los alumnos aprueben. Cuantos más mejor. No importa que se den títulos de Graduado en Secundaria con dos suspensos. Ni que los institutos donde se imparte por las tardes la E.S.A.- Educación Secundaria de Adultos-, regalen aprobados por el mero hecho de asistir a clase, la realización de algún trabajito encargado por el profesor de la asignatura correspondiente y, en ocasiones, superar algún simulacro de evaluación que causaría sonrojo a un niño de primaria.

Y la prueba palpable del deterioro que esta política educativa ha causado al país es que recientemente una asociación de padres, la Ceapa, de ideología izquierdista, se alió con sus hijos en contra de la reforma educativa que promueve el ministro Wert, declarándose varios días en huelga.

No tiene o no ha tenido suerte el PP en su intento de cambiar el sistema educativo. Por una razón u otra ha fracasado hasta la fecha. Recordemos que la malhadada Logse parida en 1990 bajo el gobierno socialista de Felipe González y con Maravall, Marchesi y un tal Pérez Rubalcaba como presentadores del engendro fracasó rotundamente, con legiones de analfabetos logsianos salidos de las aulas, fruto de la impudicia y la falta de escrúpulos de estos salvapatrias.

La primera respuesta del PP para intentar cambiar el sistema, surgió en el primer gobierno de Aznar cuando Esperanza Aguirre, ministra de Educación, se propuso el cambio en la enseñanza, pero he aquí que Aznar no se atrevió a respaldarlo, probablemente por la presión de la izquierda, cesando a Aguirre y sustituyéndola por Mariano Rajoy, que optó por no hacer nada.

El segundo intento se produjo en el segundo cuatrienio aznarista con la mayoría absoluta por bandera. Pilar del Castillo logró sacar adelante la LOCE, Ley Orgánica de Calidad de la Enseñanza, donde se volvía a recuperar los tres años de bachillerato y una mayor atención a las Humanidades, entre otras medidas, para rectificar tanto desafuero como se había cometido hasta la fecha.

Sin embargo dicha ley no llegó tampoco a ver la luz, ya que inesperadamente el PSOE ganó las elecciones de 2004 y lo primero que hizo Zapatero tras tomar posesión fue derogarla. A cambio alumbró la LOE, Ley Orgánica de la Enseñanza, un sucedáneo de la Logse.

El resultado de más de veinte años de legislación socialista en materia educativa está a la vista: una generación perdida de españoles con graves carencias en su formación académica en general y de dominio de la lengua en particular. Resulta desolador prestar atención a un medio de comunicación cualquiera, ya sea hablado o escrito, y comprobar con desaliento cómo triunfa el error, cómo se propaga el vulgarismo, la frase torpe, la incorrección ortográfica, el desconocimiento de la sintaxis, los abusos de expresiones como “al objeto de” , “de cara a”, en vez de “para”; la manía de confundir el infinitivo del verbo “prever” por el inexistente “preveer” y, en fin, la moda boba del extranjerismo cursi y descontrolado.

Tiene tarea por delante el ministro Wert. Representa la oportunidad definitiva de cambiar el orden natural de la enseñanza, en manos de izquierdistas que están esencialmente en contra del sistema, a los que repugna el libre mercado. En la mente del PP está el corregir tanto desafuero como se ha ido cometiendo a lo largo de estas dos últimas décadas. La LOMCE -Ley Orgánica de Mejora de la Calidad de la Enseñanza- está en el paritorio. Si Wert no es capaz de triunfar sobre la alianza inmoral y autodestructiva de padres con alumnos agitados convenientemente por la izquierda, este país perderá de nuevo la oportunidad de aprobar esta asignatura pendiente que lleva “repitiendo” desde hace más de veinte años, con los resultados ya conocidos.
 

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