No suelo frecuentar mítines
políticos por el simple hecho de que me quedo dormido a la
mitad de intervenciones.
Desde que acudí al primer mitin, allá por los años 80, una
especie de sopor me invade cada vez que veo charlar a los
políticos.
No es que vaya con una idea preconcebida de lo que me puedo
encontrar sino que, cada vez más, se van pareciendo, los
políticos protagonistas de los mítines, a esos charlatanes
que vendían productos en las ciudades y pueblos.
Vendían productos tan falsos como los crece-pelos o las
medicinas milagrosas, entre otras tantas bazofias.
Pero para variar mi tendencia al desapego político, hice una
excepción y acudí al último mitin celebrado por Convergència
i Unió, la mezcla de partidos catalanes de alto contenido
conservador.
Convegència Democràtica de Catalunya, cuyo líder es Artur
Mas i Gavarró, y Unió Democrática de Catalunya, con Josep A.
Duran i Lleida como líder, que suman la denominación de
Convergència i Unió, desarrollaron el mitin final de campaña
en el suntuoso palacio deportivo Sant Jordi, ubicado en la
montaña de Montjuic, ante la presencia de más de 18.000
personas asistentes.
Muchos de ellos vinieron en autocares fletados por las
demarcaciones territoriales de ambos partidos, mayormente de
las poblaciones cercanas a la capital, Barcelona, aunque
algún que otro grupo provenía de territorios algo más
lejanos.
Con una profusión de banderas y cánticos sobre la
independencia, asisto a un espectáculo bicolor con un poco
de pereza por mi parte.
Entrando en el recinto ya me encuentro el primer obstáculo:
la pista se encuentra a tal profundidad que he de bajar
largos tramos de escaleras…, no es problema el bajar los
cientos de escalones, lo será cuando me toque subirlos.
El segundo obstáculo es la profusión de representantes de
los medios de información: una ingente cantidad de
periodistas, fotógrafos, cámaras, etc. (lo de etc. se
refiere a los auxiliares) que hacían casi imposible
acercarse a los protagonistas del evento.
Con no pocos esfuerzos conseguí llegar al centro de todas
las miradas, pero no serlo ¡eh!, y saludar a mis viejos
conocidos, viejos por ser conocidos de hace tiempo y viejos
por el paso del tiempo, entre los que destaco a Felip Puig i
Rodès, Conseller de Gobernación (o de Interior, como
prefieran) y amigo desde hace más de 20 años cuando
jugábamos juntos a la petanca allá en El Prat de Llobregat.
El responsable de que los Mossos d’Esquadra zurran a los
manifestantes a base de bien, no me reconoció al principio
–dado el tremendo cambio físico que he sufrido en apenas
diez años- pero al poco tiempo se le hizo la luz en su disco
duro donde guarda los recuerdos.
Charlamos unos segundos, principalmente porque en un mitin
es totalmente imposible charlar como si fuera en el salón de
casa, acosados por los fotógrafos que casi me dejan ciego
con sus disparos de cegadores flashes última generación.
Quedamos en reunirnos un día de estos.
Después le tocó el turno a Josep A. Durán y Lleida que, con
sus muletas y todo tenía demasiados problemas para acceder
al recinto, por no decir lo que le costará subir esos
tremendos senderos hacía la salida.
Nos saludamos y, simplemente, le pregunté por su salud. No
había tiempo para nada más. Me disculpé por no haber acudido
a la cita que teníamos meses atrás. La salud de uno es lo
primero.
Antes de que comenzaran los políticos a intervenir… me
largué porque los focos del palacio deportivo elaboraban un
clima más que tropical y, como había venido en moto, llevaba
una ropa especial contra el frío… que se convirtió en una
especie de microondas interno.
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