Decía ayer que el sábado pasé
varias horas en la calle a fin de pulsar la opinión acerca
del hostigamiento que viene sufriendo el primer equipo de
fútbol de la ciudad. Y no dudé en afirmar que el sentir de
la gente está a favor de los directivos del Ceuta.
Pero hubo más: participé en varios corrillos con personas
muy conocidas y con las que me fue posible intercambiar
impresiones sobre cuestiones varias. Con la libertad que me
permite mi edad y la no pertenencia a ningún partido ni
organismo.
En los corrillos me lo pasé en grande; como casi siempre que
puedo frecuentarlos. Ya que el juego es obvio: se trata de
estar simpáticos y amenos, comedidos en el límite de la
espontaneidad. Y donde lo primordial es hablar de lo que se
encarte sin dogmatismos capaces de envenenar el ambiente y
convertir las copichuelas en pócima.
Fue en ‘El Mentidero’ donde comencé a pegar la hebra en un
grupo compuesto por cinco contertulios. Y uno de los
presentes definió la política como el arte de buscar
problemas, enturbiarlos, formular un diagnóstico falso y
aplicar remedios equivocados.
Otro participante se dejó caer con sorna: ¿No te estarás
refiriendo a nuestro alcalde? Y a mí me dio por entrar al
quite, con celeridad, diciendo que citar a Groucho Marx
era un buen detalle con el cual amenizar el aperitivo.
Porque me estaba viendo venir un encontronazo innecesario
entre partes.
Luego pasamos a hablar de fútbol. Y a mí me dio por decir
que el Barcelona es el ejército simbólico de una nación sin
Estado. Eso sí, dije que la cita era de Manuel Vázquez
Montalbán. Ya que aprovecharse de lo ajeno sin decirlo
no deja de ser un mal proceder. Y me atreví a más, y
testigos tengo, auguré que el Madrid lo iba a pasar muy mal
en Sevilla. Y hasta vaticiné que los errores arbitrales, de
haberlos, serían contra el equipo entrenado por Mourinho.
Los errores los cometió Gil Manzano. Extremeño él.
Por cierto, a Gil Manzano me lo presentó, hace ya su tiempo,
Pepe Jordán. Y creo que lo describí como persona
agradable y muy educada. Lo cual no quita para que le
birlara la victoria al conjunto merengue.
Una hora más tarde, me encontré con Ramón Ruiz en la
‘Esquina Ibérica’. Y nos cundió la cháchara. Con RR, lo he
dicho ya varias veces, me agrada sobremanera charlar. En
esta ocasión, tenía ciertas dudas sobre algo que yo había
escrito y que había leído como es habitual en él. Y no tuve
el menor empacho en explicarle detalladamente la intención
de un párrafo que se le había atragantado. Párrafo escrito,
por mi parte, quizá con intención de atrapar al lector desde
el primer momento.
De la ‘Esquina Ibérica’ pasé a Pedr’os. Y allí, tras tomarme
un respiro, fui invitado a sentarme a una mesa con varios
comensales. Con los que da gusto conversar. Y, en un momento
determinado, salió a relucir la palabra modestia. Y a mí me
dio por decir que la modestia es una manera de ser; pero que
no tiene nada que ver con la modestia falsa de quienes la
exhiben con recogimiento y son soberbios de mucho cuidado.
La modestia verdadera es muy difícil calibrarla. Incluso de
ella se dice que es la virtud de los tontos. Lo cual yo no
comparto. Ahora bien, la falsa modestia es terrible. Y hasta
me atreví a mencionar el nombre de alguien, muy conocido,
que hace de ella ostentación diaria. Aunque me van a
permitir que no lo nomine en esta página. Pues tampoco
conviene hacer alardes no necesarios.
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