Un heterogéneo grupo de niños de distintas edades corretea
en el parque de la barriada del ferrocarril. Niños y niñas,
más grandes y más pequeños, suben y bajan por el tobogán, se
persiguen, montan en los columpios. Es la hora del recreo en
la única escuela de la ciudad que atiende sus necesidades
educativas, un taller organizado por Digmun y que funciona
gracias a la colaboración de la asociación Intervida.
Gracias a su trabajo, 29 chicos en situación irregular
reciben clases de lunes a viernes en esta misma barriada, en
la sede de la Asociación de Vecinos del Ferrocarril, que
cede su local a la ong por las mañanas para que pueda
atender a este colectivo de niños. Es una escuela ‘de quita
y pon’.
A primera hora, los alumnos más mayores ayudan a distribuir
las mesas y sillas en las dos salas (una para los niños más
pequeños y otra para los demás) y, antes de la hora de
comer, repiten el mismo proceso a la inversa. Las sillas
quedan apiladas y la sede vecinal dispuesta para las
actividades que deseen llevar a cabo sus usuarios. A pesar
de las deficiencias, los talleres de ‘Integra2’, que se
llevan a cabo aquí por segundo año, son lo más parecido a
una escuela que han visto muchos de estos niños, ya que
algunos de ellos nunca han estado escolarizados. Y es que,
aunque cada uno de ellos responde a una casuística
diferente, todos tienen algo en común: son menores en
situación irregular.
Entre ellos hay de todo, aunque se repiten los casos de
niños marroquíes que han sido adoptados en Ceuta mediante ‘Kafala’,
la figura legal que regula lo más parecido a la adopción en
el país vecino, ya que la adopción como tal no existe en la
legislación marroquí. Esta fórmula es similar al acogimiento
permanente de un niño, con una sentencia judicial de
declaración de abandono que permite que la persona que ha
acogido el niño pueda establecerse con él de manera
permanente en el extranjero. Debido a los trámites
burocráticos, y el hecho de que Kafala y adopción no se
corresponden exactamente uno con el otro, muchos niños que
son acogidos por ceutíes se ven paralizados en un limbo
legal mientras su situación termina de regularizarse. Este
proceso puede llevar meses o, como en el caso de uno de los
niños de ‘Ingegra2’ , cuatro años.
“Yaya nunca había sido escolarizado antes. Sus padres lo
trajeron de recién nacido, pero en su documentación falta un
sello. La Administración española dice que ese sello solo lo
puede poner Marruecos, pero allí dicen que después de este
tiempo viviendo en España es este país quien debe hacerse
cargo”, explica Carmen Mancilla, coordinadora del taller y
una de las profesoras del mismo junto a Alicia Morales. La
coordinadora dice que este es uno de los casos más comunes,
pero hay muchos otros, como el de cuatro hermanos que han
estado viviendo en Tarragona y desde este curso se
encuentran de vuelta en Ceuta, pero sin acceso al padrón
porque han perdido la residencia.
También están los casos de familias en situación irregular y
con falta de ingresos cuyo hijo vive en Marruecos pero es
ceutí, como Yiman, que dispone de un carnet que le permite
entrar todos los días con su madre y venir a esta escuela.
Cada caso se estudia de manera individual por los
voluntarios de Digmun, entre los que se encuentran también
una abogada y una trabajadora social. A través de
entrevistas con sus padres van elaborando un expediente y
les ayudan como pueden a regularizar cada caso.
Sin padrón no hay escuela
A lo largo del curso 2010-2011 y gracias a la sintonía con
la Dirección Provincial de Educación entonces, se consiguió
escolarizar a varios de ellos, que a día de hoy siguen
estudiando en centros oficiales de la ciudad. “Aquellos días
fueron de una felicidad inmensa”, recuerda Alicia Morales.
Pero con el cambio de Gobierno en noviembre de 2011, “los
criterios se han endurecido”.
“Antes, con el informe social de la situación de la familia
recurríamos al derecho de todo niño a ser escolarizado”,
explica Verónica, trabajadora social voluntaria en la
asociación. “Poníamos como ejemplo los Menores Extranjeros
No Acompañados, que sí acuden al colegio. ¿Por qué ellos
pueden estar escolarizados y estos no?”, se pregunta.
Aún así ni el curso pasado ni este han conseguido
escolarizar a ninguno. “Sin padrón, no hay acceso a la
educación”, dice la coordinadora del taller. La profesora
explica que es una situación complicada, porque “tampoco es
cuestión de escolarizar a todo Marruecos, pero muchos niños,
nacidos aquí, necesitan ese acceso a la educación. Es un
derecho fundamental”. Según denuncian desde Digmun, este
limbo legal en el que se encuentran muchos niños deriva de
un problema de falta de información. De niños cuyas madres
marroquíes vienen a dar a luz en Ceuta pensando que aquí sus
hijos tendrán una vida mejor y que después de verles nacer
se quedan, lo que da lugar a múltiples irregularidades.
Tal y como explica Mancilla los padres también permanencen
en la ciudad en situación irregular y, aunque no tengan
permiso de residencia ni de trabajo, “se buscan la vida
haciendo chapuzas o como pueden”.
El fenómeno de todos estos niños, que con anterioridad no
tenían ningún sitio donde recibir educación, ha ido
creciendo poco a poco, y según avanzan las semanas, llegan
nuevos alumnos, esta misma semana, han apuntado a dos más.
“Al principio, atendíamos a los hijos de mujeres que venían
a talleres de alfabetización. Eran dos o tres, pero poco a
poco se fue corriendo la voz y cada vez son más”, dice
Mancilla, que coordina el taller desde el año pasado, aunque
Digmun ya empezó a atender a estos chicos entre 2006 y 2007
y han sido muchos los voluntarios y voluntarias que han
pasado por la asociación.
Laarbi El Ftouh, de 16 años, es uno de los veteranos de la
escuela taller. Lleva cuatro años acudiendo a clase cada
mañana. “He aprendido a hablar y a leer mucho. Me gustaría
seguir estudiando y convertirme en profesor de matemáticas”,
dice. Su tutora, Alicia, se lamenta porque, aunque su alumno
tiene “un nivel de Secundaria bueno, con muchas inquietudes
y ganas de estudiar, esto ya se le queda corto”.
Ilusión por aprender
En las dos aulas de la Asociación de Vecinos, los niños
tardan unos minutos en tranquilizarse tras recreo, pero poco
después, cada uno está concentrado en su tarea, supervisado
por las tutoras que les van ayudando individualmente,
dependiendo del nivel. “Unos saben leer y escribir, otros ni
hablan castellano”. Pero, según apuntan las dos tutoras,
todos comparten su ilusión por ir al colegio.
“Los niños lloran por venir a clase. Ven a sus amigos,
vecinos o familiares que pueden ir al colegio y para ellos,
éste es su cole”.
La próxima semana, además de sus contenidos habituales de
matemáticas, lengua, plástica o conocimiento del medio, los
alumnos recibirán también un taller sobre violencia de
género y uno de higiene que les ofrecerá una odontóloga
local de forma voluntaria.
“Intentamos que el taller se parezca lo más posible a una
escuela, aunque con los recursos que tenemos es difícil”,
apunta Alicia Morales. Aunque son realistas, las tutoras y
voluntarias de Digmun esperan que a lo largo del año se
consiga escolarizar a algún niño. Su encomiable iniciativa
consiguió hace escasas semanas la renovación de la
colaboración de Intervida, que este año incluirá 1.000 euros
más en el proyecto ‘Integra2’ pese a los recortes en su
presupuesto, una buena noticia, que agradecen aunque
recuerdan: “Esperamos que en un futuro no se necesite
colaboración ni personal de apoyo para que menores que vivan
en Ceuta tengan derecho a una educación digna”.
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