Una vez que tengo conciencia de mi
realidad en mi nueva alborada, procuro saber en qué día me
encuentro, porque no todos los guarismos me motivan, pero sí
el trece que es mi número favorito, coincide además con un
martes, cojo unos subidones asombrosos, y hasta presumo
alegremente de no ser supersticioso.
Aunque, sin embargo, cuando saco el billete de un avión, no
pido el asiento número trece al no existir, pero sí solicito
un asiento cercano a las ventanillas de emergencias. Y
cuando salgo a la calle, no se me ocurre pasar por debajo de
una escalera, ni debajo de los balcones. No porque me vayan
a mojar la camisa blanca cuando estén regando las flores,
sino porque un conocido fascista y más de derecha que Blas
Piñar, en cierta ocasión, al ser un asiduo lector de mis
tribunas, me advirtió que tuviera cuidado cuando pasara por
la avenida Fuerzas Armadas de Algeciras, porque me podía
caer una maceta encima de la chorla y romperme el sombrero.
En fin, todo ello y más debo tener presente, sin descuidar
otras medidas de autoprotección y escrupulosas, como por
ejemplo, lavarme las manos antes y después de ir al baño,
procurando a la salida no tocar el pomo de la puerta, porque
los hay quienes después de sus sacudidas ni se lavan las
pezuñas.
Recuerdo, que en cierta ocasión coincidí con un conocido, en
los váteres de un ente oficial, donde se estaba celebrando
un acto cultural. Y el susodicho tras orinar sin lavarse
quiso darme la mano. Negándome a corresponderle a sus normas
de cortesías, porque me demostró ser un marrado con
denominación de origen y pedigrí. Siendo un claro ejemplo,
que no siempre el hábito hace al monje, porque a veces las
apariencias engañan. Y él a pesar de que va por la calle
trajeado, encorbatado y perfumado; es alérgico a la
desinfección y a la pulcritud higiénica.
Después de lo anterior, usted estimado lector, se
preguntará, ¿qué me importa a mí si eres o no escrupuloso?,
porque lo que me interesa de ti, es que te tires a la
piscina sin agua en las tribunas que escribes.
Pues muy bien, me subo de inmediato en el trampolín olímpico
y hago el salto del tigre en su honor, ya que no quiero
parecerme a ciertas manadas de escribanos oficialistas. Por
ello, no suelo leer a otros columnistas, para no ser
contagiado por sus miserias, ya que el que es de derecha
tira para esa acera y el que lo es de izquierda tira para la
otra.
Consecuentemente, si “por pan baila el perro”, algunos de
esos a los que me refiero en esta ocasión, por menos también
danzan al ritmo que le marcan, ya que cuando “el sol aprieta
el mulo a la sombra queda”.
No obstante, hace unos días, hice una excepción y perdí algo
de mi preciado tiempo leyendo ciertas afamadas plumas.
Llamándome poderosamente la atención, que el periodista
Manuel Martín Ferrand, en su articulo titulado: “Mas,
¿Independencia o libertad?”, de acuerdo a la libertad de
expresión reconocida en la Constitución española, atacaba
con extrema dureza al presidente de la Generalitat Catalana,
Artur Mas, en esa campaña españolista orquestada de
desprestigio hacia su política catalanista.
Tribuna la que podría exprimir al máximo, pero me quedo con
lo que dice este docto del periodismo nacional: “Los
nacionalismos son, según demuestra la Historia, las larvas
del fascismo y, además, un mecanismo para el disimulo de un
fracaso gestor. Cataluña es una evidencia de ello y Mas el
paradigma del intento”.
Cataluña, Manolo, es lo que quieran los catalanes que sea si
se lo permiten otros sistemas políticos nacionalistas más
poderosos, que son los que delimitan las fronteras y pautas
de las minorías. Por consiguiente, si según tú “los
nacionalismos son una larva del fascismo”. ¿Quieres dar a
entender?, Manolo Martín Ferrand, que el nacionalismo
español, ¿puede ser también tan fascista como el
nacionalismo catalán? Porque el Premio Nobel de Literatura
Mario Vargas Llosas, al parecer dijo: “El nacionalismo, lo
mismo el centralista que los periféricos, es una catástrofe
en todas sus manifestaciones”.
Consecuentemente, si desde Madrid se sigue jugando
políticamente con las cartas marcadas, se romperá la baraja,
como ha ocurrido históricamente en otras etapas negras de
tristes recuerdos, por culpa de las inquinas de los
políticos de turno.
Para finalizar, mis más sentidos recuerdos en el vigésimo
aniversario del macabro, vil, sanguinario y doloso asesinato
de las niñas de Alcásser: Toñi, Miriam y Desirée. Quedando
algunas incógnitas por resolver, con el agravante que las
condenas a los autores se extinguirán próximamente según la
Ley.
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