Mónica cursaba sus estudios de 2º
de la ESO en el Instituto “Juan de Ávila” de Ciudad Real, y
falleció cuando se encontraba ingresada en el Hospital
General de la citada ciudad. Su ingreso se produjo tras un
intento de suicidio. Los responsables de Educación
explicaron que, debido al elevado número de faltas de
asistencia a clase de la citada y malograda alumna, la
Dirección del Instituto se puso en contacto, vía telefónica
con su padre en dos ocasiones, desde que se inició el
presente curso escolar. También relataron que “el Centro
sólo tuvo constancia del malestar de la alumna cuando el
padre de la niña, de 16 años, acudió por primera vez para
constatar verbalmente al Jefe de Estudios por el clima de
convivencia en el citado Centro”.
La estudiante explicó que dos compañeros la incomodaban en
clase, por lo que inmediatamente se citó a los dos alumnos,
que acompañados de su padres, también fueron preguntados por
la situación de la alumna. El Centro determinó en su informe
que “no existía un caso de reiterado y continuo acoso entre
iguales”, un requisito que hubiese motivado el cambio de
Centro educativo de la menor y se le ofreció la posibilidad
de cambiarse de clase y de compañeros para tratar de mejorar
su estancia en el Instituto.
El Servicio de Inspección de los Servicios Periféricos de la
Consejería de Educación inició un proceso de evaluación de
los hechos para determinar lo sucedido y, al mismo tiempo,
las posibles responsabilidades, aunque la adolescente tenía
problemas de adaptación, tanto al Instituto como al propio
Municipio donde residía. “Siempre tuvo deseos de volver a
Ecuador, afirman los más próximos y la describían como una
chica retraída y poco comunicativa, aunque nada hacía pensar
que su situación personal la haría llegar a esto”, es decir,
que se suicidara.
El caso es que Mónica murió tras permanecer cuatro días en
la UVI. Por parte de la Presidencia de Castilla-La Mancha se
ordenó abrir una investigación desde la Consejería de
Educación para esclarecer todo lo sucedido.
La Dirección del Centro elaboró un comunicado que se
presentaría a la opinión pública y pedía, ante todo, respeto
por la estudiante fallecida, a la vez que exigirá prudencia
por el proceso judicial abierto ante el cariz que está
tomando los acontecimientos por este trágico suceso y de
acusaciones, dirigidas especialmente al Equipo Directivo del
Instituto.
Se tiene claro que el problema de acoso no estaba
exclusivamente en el Centro. Según se ha podido conocer, la
línea de investigación que está cogiendo más fuerza es la
del hostigamiento continuo en el autobús escolar que la
transportaba desde su localidad a la capital.
La alumna, en una reunión con el orientador, reconoció que
sufría miedo y burlas en el viaje de apenas veinte minutos,
en el que alumnos del mismo instituto la incomodaban. La
adolescente se veía obligada a ir de pie en el autobús,
razón por la que muchas veces el padre se veía obligado a
tomar la decisión de llevarla en su propio automóvil.
Y surge la pregunta: “Si el padre de la chica advirtió a la
Dirección del Centro la incomodidad que mostraba su hija por
el trato vejatorio que recibía por unos crueles compañeros,
y se supone que los cargos directivos del centro conocía los
hechos, ¿cómo se ha podido producir este lamentable suceso?
Pero todo esto no es un asunto baladí: según las
estadísticas realizadas sobre el tema, se calcula que un 25%
de los escolares sufre acoso escolar. Y no se produce sólo
en nuestro país, como son conocidos los casos de de Amanda
Told, de 15 años, que vivía en Canadá. Se suicidó el pasado
mes de Octubre y su caso dio la vuelta al mundo porque un
mes antes de quitarse la vida gravó un emotivo vídeo que
colgó en Youtube, donde explicaba el acoso que sufría desde
hacía tres años. Ella encabeza una lista negra de jóvenes de
distintas partes del mundo que han decidido acabar con su
vida; el caso de Gauthier, un adolescente francés de 18 años
que se suicidó tras ser víctima de un chantaje en Internet;
la joven neoyorquina Felicia García de 15 años, se tiró a
las vías del tren porque no soportaba los insultos que
recibía después de que circulara una grabación en la que
aparecía manteniendo relaciones sexuales con cuatro chicos;
Tim Ribberrink, que confesaba en su carta de despedida que
había sufrido acoso desde el Colegio y que ahora también
recibía insultos en la red, donde le llamaban “perdedor” y
“homosexual”….
En nuestro país, en 2004, conocimos el triste final de Jokin,
adolescente de 14 años, de Fuenterrabía, que se quitó la
vida arrojándose al vacío desde la muralla del municipio
porque no podía soportar las continuas palizas que recibía
por parte de un grupo de chavales de su instituto. “Jokin no
podía soportar las continuas palizas que recibía por parte
de un grupito de compañeros de su centro escolar, entre el
silencio cómplice de algunos y la falta de conocimiento del
profesorado”. Jokin, se supone, jamás contó a nadie su
calvario. Estas circunstancias harían que el grupo de
“torturadores” podían cebarse cada vez más con su víctima
con total impunidad.
El escenario de actuación era siempre el patio de recreo.
Disponía siempre la “banda” de un “compañero” de voluntad
débil, muy bien utilizado por el grupo agresor, con la
misión de iniciar la provocación, en el que la víctima, más
corpulento que él, se dejaba llevar haciendo frente al mismo
que, en condiciones normales, nunca le hubiese provocado.
Iniciada la “contienda” siempre desfavorable al más débil,
el resto de la “banda” intervenía y la “víctima” salía mal
parada…
La muerte de todos estos alumnos, nos obliga a extremar la
vigilancia en los centros y a investigar que es lo que
ocurre en el día a día: si no se actúa con contundencia y no
tener la mínima consideración con ellos, no podremos parar
el calvario por que pasan estas víctimas en manos de los
“torturadores”
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