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OPINIÓN - VIERNES, 23 DE NOVIEMBRE DE 2012

 
OPINIÓN / LA DIANA

¿Volver a las raíces?

Por Jauma


Esta es la solución que se plantea desde algunos sectores que conocen la salida del laberinto. El camino de perdición que llevamos nos conduce irremediablemente a la ruina, pero quien dice conocer la respuesta, se limita a contemplar el paisaje.

No es de recibo hablar con tanto cinismo y con tan poca consideración hacia los demás, ni aunque se trate de adversarios políticos.

Y sobre todo no es aceptable afirmar con la máxima impunidad, que la salida se encuentra volviendo a las raíces ¿Qué raíces, la dictadura de Franco, la Segunda República, la Primera, la dictadura de Primo de Rivera, el Antiguo Régimen, el imperio de Carlos I, o directamente nos volvemos a las cavernas?

¿Qué clase de solución es esa? No se puede hacer un uso más burdo, torpe e inútil de la demagogia, y todo porque la ciudadanía no les hace el suficiente caso, el que creen merecer, como poseedores de la verdad, la verdad con mayúsculas, eso también tiene un nombre, se llama egocentrismo.

Enmascarado bajo consignas de izquierdas, bajo lemas igualitaristas, universalistas, esconden un profundo recelo a la libertad, entendida esta como la capacidad de cada individuo para escoger, pero también para equivocarse, sin necesidad de tener a nadie marcándole el camino.

Un camino que vamos construyendo día a día, por mucho que quieran decirnos que son la brújula, no es cierto, y no lo es porque en realidad son muchas las variables, las posibilidades y escoger la adecuada no es simple, por mucho que alardeen.

Los clarividentes, agoreros y charlatanes no tienen más que esperar a que las cosas vayan mal para recoger los frutos del ya lo decía yo, son oportunistas sin escrúpulos, a quienes en realidad, les da igual el color político, no hay más que ver la vicepresidencia en la sombra, solo busca rentabilidad política y si para eso hay que convertirse en encantador de serpientes, pues se convierte.

Lo que mejor resume su curriculum no es lo que dicen, es lo que hacen, la trayectoria personal y vital marca de manera indeleble, y solo pueden timar a los recién llegados, a los jóvenes y a los incautos, a los demás les resulta tan difícil que hay que recurrir a los métodos mas extraños, buscando compañeros contra natura si hace falta, vendiendo el contubernio como sacrificio, y los intereses personales como bien común.

Siempre ha habido personajes así, la historia del hombre está plagada de ejemplos, y la misma historia nos lo ha retratado en perspectiva, de manera que resulta fácil desenmascáralos, en el día a día resulta algo más complicado, pero tampoco es tan difícil encontrar sus frecuentes contradicciones y cambios mesiánicos e inesperados de rumbo.

Lo único cierto es que sembrar alarma, señalar con el dedo, dedicarse en suma a molestar a los que realmente adquieren compromisos con la realidad, manteniéndose siempre al margen de la responsabilidad, solo conlleva el desprecio de los que observan con estupor cómo la deriva política adquiere ribetes cómicos.

La reforma laboral es un desastre, pero la solución es que el Estado contrate, los empresarios son unos aprovechados, para resolverlo es mejor ponerse en manos de los sindicatos, ellos si que saben, el comercio se hunde, el paro se dispara, no es cuestión de arrimar el hombro, eso nunca, se trata siempre de atacar, atacar como la única forma de aprovechar para subirse a la cresta de la ola del poder, no porque sepan la solución, no porque su aportación resuelva la situación, no, es solo que el mejor calmante para un ego insatisfecho es alcanzar la gloria del poder.

Pero ni aun intentando derribar las estructuras que los sustentan consiguen llegar a nada, y no es porque no lo intenten, por todos los medios, no llegan a nada porque aunque parezca a veces otra cosa, cada persona lleva consigo un sistema de alarma contra este tipo de individuos, aunque no siempre la queramos oír, aunque a veces la enmascaremos, en el fondo sabemos a quien no debemos dejar pasar, su discurso está demasiado cerca de El Dorado, y todos sabemos que ese lugar no existe.

Por eso aparecer ahora diciendo que hay que volver a nuestras raíces resulta no solo fuera de lugar sino hasta paradójico, puesto que hablar de nuestras raíces no es más que una forma de salirse por la tangente, de enmascarar una realidad que les supera, las únicas raíces a las que hay que volver están en la conciencia de cada uno de nosotros, en nuestra capacidad para enfrentarnos día a día a nuestros propios retos y superarlos, desde la firme voluntad de seguir adelante, siempre.
 

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