Casi finalizada mi pubertad, iba
yo a veces a la casa de un amigo con muchas posibilidades.
Ya que su padre ocupaba un cargo importante en la fábrica de
botellas de mi pueblo y su madre, hija única, había heredado
bienes inmuebles y una respetable suma de dinero.
En la salita de estar, más bien una gran sala donde habría
podido vivir una familia numerosa de la época, colgaban de
las paredes fotografías y objetos variados, y entre ellos
destacaba un poema de Rudyard Kipling, caligrafiado
en letras de iluminación antigua sobre un papel vitela color
de pergamino. El poema, muy ostentoso y solemne, podía ser
resumido así: “Si sabes callarte cuando sufres o tienes
dificultades…Si te burlas de lo que los demás piensan de ti
y dicen a tu espalda… Si puedes seguir teniendo la cabeza
sobre los hombros incluso cuando estás enamorado… Si puedes
tener problemas de dinero y complicaciones profesionales sin
caer en la más negra depresión… “Tú serás un hombre, hijo
mío…”.
Ser un hombre, según lo escrito por Kipling, representaba el
no va más de la condición humana, pero había que mostrarse
digno de tal honor. Lo que no dijo el escritor nacido en
Bombay y que vivió gran parte de su existencia en Inglaterra
es algo así: Sí, es más fácil ser hombre que mujer. Lo mismo
que es más fácil ser guapo que feo, sano que enfermo,
inteligente que estúpido.
Lo cual no significa que un tipo finchado y narcisista, que
lleva innumerable años mirándose en los espejos, no
aproveche el éxito obtenido por decir chatín, a cada paso,
como punto de apoyo sólido para cimentar en él una respuesta
meditada, cautivadora y sabrosísima. Con el fin de
alegrarles la vida a cuantos siguen soñando con el
nacionalcatolicismo español.
No hace falta decirles que me estoy refiriendo a ese actor
español, concretamente asturiano, que atiende por el nombre
de Arturo Fernández. Todo un galán; un caballero de
la derecha más rancia, que, a sus 83 años, sigue convencido
de que es el hombre más guapo de la España nacional. Y que
puso el mingo, el lunes pasado, en ‘El gato al agua’: el
programa más celebrado de Intereconomía TV. Programa que me
fue imposible ver en su momento, pero que el miércoles tuve
la oportunidad de empaparme de lo que había largado el tipo
que enarca las cejas por sistema y que, durante muchos años,
ha sobreactuado tanto en el cine como en los escenarios
teatrales.
Fernández, tan pesado con su chatín y con cara ya de vedette
venida a menos, se pasó todos los pueblos de la España del
miedo diciendo que no hay que salir a la calle, refiriéndose
a los manifestantes, y que si se hace hay que hacerlo con
gente guapa. “Porque en las manifestaciones yo en mi vida he
visto gente más fea. A éstos no los veo por la calle. Deben
tenerlos en campos de concentración. Porque no lo puedo
entender -¡chatín!-. Y dicen: ¡Que salga la manada! Y ahí
van...”.
El cómico asturiano se fue creciendo en su decir, durante el
programa, porque le reían la gracia. Sobre todo Miguel
Durán: quien fuera presidente de la ONCE y del que se
duda incluso de su ceguera. No me extraña, pues, que en
Internet se haya armado la marimorena. Y que la gente no
cese de decirle impropios a Fernández, a quien suele premiar
la Comunidad de Madrid. Como para no hacerlo. Teniendo como
tienen en él a un tipo que no es que se haya quedado sin
ideas a su edad, sino que tiene una que se las trae: está
pidiendo a gritos que se apruebe la eugenesia.
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