Tras esta última cumbre
Iberoamericana, concelebrada en una relación renovada con el
bicentenario de la Constitución de Cádiz, lo que se pone de
manifiesto es un espacio común iberoamericano, al que nos
une, aparte de lenguas y costumbres comunes, fuertes
vínculos de hermanamiento para trabajar unidos.
Naturalmente, pensamos que esta reunión va a ser el inicio
de una nueva etapa de colaboración más directa y verdadera.
Para ver los primeros resultados, se han elegido las fechas
del 18 y 19 de octubre de 2012 en Panamá, que también
acogerá el Congreso de la Lengua Española y la celebración
de los quinientos años del descubrimiento del mar del sur,
el Pacífico. Desde luego, cuánto más piña sea la familia
iberoamericana, mejor nos irá a todos. Por otra parte, el
mundo entero tiene que ver que este espacio cultural
iberoamericano, va más allá de las nostalgias o de retóricas
absurdas, y que sus propuestas son un verdadero motor de
avance para resolver la crisis y sus colaterales.
Efectivamente, hoy América Latina, al contrario que Europa,
se muestra como un destino productivo con repercusiones
globales. Por ello, creo que Iberoamérica merece un lugar y
una consideración en el horizonte mundial. Todo va a
depender de sus miembros, de estos países unidos en la
cooperación y en la unidad de acción. Con este primer paso,
en el que los jefes de Estado y de Gobierno, evocando el
referente de la Constitución de Cádiz, hayan dialogado sobre
los problemas actuales, en un ambiente de fraternización,
refleja que se va por buen camino para acometer las reformas
necesarias para un modelo económico y social más integrado y
justo. Se trata de hacer justicia social en un mundo en el
que proliferan tantos paraísos fiscales, tantos desórdenes e
inseguridades, tantos comercios y mercaderías empezando por
la propia vida humana. Sin duda, hace falta fortalecer más
las democracias, sus instituciones el Estado social y de
derecho, para encontrar un camino de esperanza en un mundo
desconsolado.
Para ello, América Latina, tiene que actuar de manera
contundente para derrotar los calvarios que viven muchas
personas, sumidas en la pobreza, y lo que es peor, sin
oportunidad de poder salir de la miseria. También América
Latina es víctima del narcotráfico y del crimen organizado,
cuestiones que requieren actuaciones conjuntas entre la
comunidad internacional y los países afectados. Todos estos
desajustes han de propiciar cambios estructurales en
políticas que conllevan desigualdad. La biodiversidad de la
comunidad iberoamericana hace necesario formular estrategias
que se complementen y en los que impere el componente ético.
En todo caso, el primer valor ético de la democracia, ha de
ser el reconocimiento a todo ciudadano de la plena dignidad
de la persona. Por consiguiente, una vida digna y una sana
formación ética y moral, son condiciones imprescindibles
para que entre todos podamos convivir, de manera responsable
hacia el bien común.
Mucho se habló en esta cumbre iberoamericana de temas
económicos, de derechos humanos, de los derechos de las
minorías, de la lucha contra la pobreza y la intolerancia.
Indudablemente, América Latina, debe caminar hacia un
desarrollo más igualitario de sus pueblos, hacia una opción
más que productiva, realizadora del ser humano, lo cual
ayudará a crear un necesario vínculo de solidaridad entre
naciones. Después de doscientos años de la aprobación de la
Constitución gaditana, que sin duda marca uno de los hitos
históricos fundamentales del acervo constitucional
iberoamericano, es preciso afianzar este bienestar general y
socializarlo de manera incluyente. Por desgracia, la crisis
actual viene minando lo que se había conseguido,
especialmente con la erradicación del hambre y de la pobreza
extrema, la creación de trabajo decente para todos y de
calidad, de la igualdad de género, de sanidad y educación
públicas... En este sentido, considero que el mercado
iberoamericano de la cultura debe de poner voz, a tantas
gentes que siguen sin voz, destapando las muchas
corrupciones que proliferan en los poderes y que impiden que
los pueblos se desarrollen de manera equitativa.
Sería bueno para el mundo que esta cumbre Iberoamericana
traspasase las buenas intenciones, con actitudes rompedoras
reales, haciendo del desarrollo de los pueblos un servicio
efectivo al ciudadano. Aún cohabitan infinidad de medidas
que distorsionan y obstaculizan el avance de los últimos, de
las personas que jamás han salido de la miseria, en parte
por la irresponsabilidad de multitud de gobiernos. Aún
quedan muchas políticas oscuras, de nula transparencia, que
favorecen el despilfarro y que para nada previenen la lucha
contra la corrupción, en la que España está inmersa un día
sí y otro también. Sin embargo, hemos de reconocer que este
proceso de cumbres Iberoamericanas, con dos décadas de vida,
también ha evolucionado y ha servido para activar la
reflexión entre pueblos que son aliados naturales.
Si algo nos ha ayudado a dilucidar los signos de los nuevos
tiempos, es que ningún país puede prosperar por sí mismo,
todos somos interdependientes de todos, y, en consecuencia,
debemos elogiar a los intervinientes en su afán de conversar
con buenos propósitos. Por eso, hay que afianzar una
gobernanza mundial que hoy por hoy es ineficaz con los más
débiles, para que cada pueblo unido a otros pueblos, asuma
sus propias responsabilidades en la resolución de los
problemas globales. Todos tenemos un futuro que llevar a
buen término y entre todos hemos de trazarlos con la mayor
justicia social. Los debates de las Cortes de Cádiz son un
buen precedente para demostrar compromiso y actividad. En
cualquier caso, como dijo el Secretario General
Iberoamericano (Enrique V. Iglesias), “en el mundo actual
hay, no sólo una ansiedad de estabilidad y progreso social,
sino también una creciente sed de valores éticos con los que
avanzar en el futuro de la humanidad”, y evidentemente, sin
esa estética de la ética, va a ser imposible alentar a una
humanidad en la que buen parte se hunde en la desesperanza.
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