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OPINIÓN - DOMINGO, 18 DE NOVIEMBRE DE 2012

 
OPINIÓN / BATALLAS

La batalla de Alesia

Por Juan Manuel Sánchez Valderrama


Desbaratada toda la caballería, Vercingetórige recogió sus tropas según las tenía ordenadas delante los reales; y sin detención tomó la vía de Alesia, plaza fuerte de los mandubios, mandado alzar luego los bagajes y conducirlos tras sí. César, puestos a recaudo los suyos en collado cercano con la escolta de dos legiones, siguiendo el alcance cuanto dio de sí el día, muertos al pie de tres mil hombres de la retaguardia enemiga, al otro día sentó sus reales cerca de Alesia. Reconocida la situación de la ciudad, y amedrentados los enemigos con la derrota de la caballería, en que ponían su mayor confianza; alentando los soldados al trabajo, empezó a delinear el cerco formal de Alesia. Cayo Julio Cesar. La Guerra de las Galias, libro VII, LXVIII

Tuvo lugar en el mes de septiembre del año 52 a.C. y enfrentó a los ejércitos de Roma, comandados por Cayo Julio Cesar, con una federación de tribus galas capitaneadas por Vercingetorix, jefe de la tribu de los Avernos. Supone el final de la resistencia gala, la conversión de la Galia en provincia romana y uno de los ejemplos más destacados del genio militar de Julio Cesar.

Los antecedentes

Ocho largos años de guerra sin interrupción en territorio galo, supuso su conquista. En el 58 a.C. Cesar venció a los Helvecios, en el 57 a.C. sometió a las tribus belgas, en el 56 a.C. derrota a los vénetos primero y después a los aquitanos, en el 55 a.C. atraviesa el Rin y posteriormente desembarca en Britania. En el 52 a.C. Julio Cesar es derrotado por los galos acaudillados por Vercingetorix, posteriormente les será devuelta la derrota, Alesia será la fortaleza en la que sucumbirán los sueños de Vercingetorix.

Los ejércitos

La federación de tribus galas comandadas por Vercingetorix contaba con 90.000 hombres, que quedaron atrapados en la fortaleza de Alesia. El ataque exterior de las fuerzas de socorro se calcula que lo ejecutaron 200.000 galos. Por su parte Cesar contaba con 70.000 hombres entre legionarios, alaes y tropas auxiliares.

La batalla

Un día estuvieron los galos sin pelear, gastándolo todo en aparejar gran número de zarzos, escalas, garabatos, con que saliendo a medianoche a sordas de los reales, se fueron arrimando a la línea de circunvalación, y de repente alzando una gran gritería que sirviese a los sitiados por seña de su acometida, empiezan a tirar zarzos, y con hondas, saetas y piedras a derribar de las barreras a los nuestros y aprestar los demás instrumentos para el asalto. Al mismo punto Vercingetórige, oída la grita, toca a rebato, y saca su gente de Alesia. De los nuestros cada cual corre al puesto que de antemano le estaba señalado en las trincheras, donde con hondas que arrojaban piedras de a libra, con espontones puestos a mano y con balas de plomo arredran al enemigo. Los golpes dados y recibidos eran a ciegas por la oscuridad de la noche; muchos los tiros de las baterías. Pero los legados Marco Antonio y Cayo Trebonio, encargados de la defensa por esta parte, donde veían ser mayor el peligro de los nuestros, iban destacando en su ayuda de los fortines de la otra soldados de refresco. Cayo Julio Cesar. La Guerra de las Galias, libro VII, LXXXI

Un ataque frontal sobre un recinto amurallado erigido en lo alto del monte no es una buena idea, Cesar no se precipitó, un asedio para rendir por hambre a sus ocupantes era la mejor solución. Ordenó la construcción de una empalizada que aislará la fortaleza e impidiera las posibles salidas de sus enemigos. Tres semanas tardaron las legiones romanas en disponer de un muro de 4 metros de alto y 18 kilómetros de longitud con torres de vigilancia intermedias, se complementó con fosos en la cara que daba a la ciudad. Trampas y afiladas estacas completaron el trabajo.

Las salidas intermitentes de la caballería gala dificultó los trabajos y sus enfrentamientos con la romana se saldó con derrotas galas, que no querían verse encerrados. En una de esas salidas un grupo de caballería gala consiguió escapar por uno de los tramos sin finalizar. Para Cesar significaba la llegada de refuerzos desde el exterior, lo que le hizo pensar en la necesidad de crear un nuevo perímetro defensivo, que le guardara de los ataques exteriores a la fortaleza. Mandó construir el segundo muro, esta vez de 21 kilómetros de longitud. Entre ambos muros quedarían encerradas todas sus tropas, su condición ahora era doble, sitiador por un lado, sitiado por otro. En el interior de la ciudad, con 90.000 soldados encerrados y la población civil las condiciones eran muy difíciles, por lo que a Vercingetorix se le plantearon dos soluciones, la primera era sacrificar a los 10.000 caballos que poseía su caballería la segunda era expulsar a la población civil, se escogió la segunda, esperando que fuesen los romanos los que acabasen con sus provisiones atendiendo a mujeres y ancianos. Julio Cesar fue contundente, les ordenó volver por donde habían venido, con las puertas cerradas y la negativa romana quedaron en tierra de nadie, sin alimento ni lugar donde guarecerse, aguardando una muerte segura.

Septiembre llegaba a su fin cuando llegaron los refuerzos comandados por Comio, jefe de los Atrebates. El ataque exterior alertó a Vercingetorix que hizo lo propio desde el interior. El ataque combinado de ambas fuerzas no consiguió sus objetivos y cuando el día finalizado la lucha se extinguió sin haber conseguido superar las defensas romanas.

El siguiente ataque se produjo de noche, los galos obligaron a los romanos a abandonar algunas de sus posiciones, pero la rápida intervención de la caballería romana comandada por Marco Antonio y Cayo Trebonio hizo tambalear el ataque galo, que de nuevo se vio abocado al fracaso. Por su parte desde el interior se lanzó un ataque que fue rechazado, a la dificultad propia del ataque a la muralla se añadió la presencia de trincheras y campos plantados de lo que los legionarios romanos llamaban coloquialmente lirios y cepos, que cercenaban y atrapaban los pies de los atacantes, retrasando el ataque y evitando el factor sorpresa.

En el interior de ambas fortificaciones, la situación para los romanos tampoco era especialmente buena, los ataques masivos realizados por los galos del exterior en un desesperado intento para sobrepasar las líneas romanas y liberar a los sitiados, obligaba a los romanos a un esfuerzo titánico para mantenerlos a raya, sobre todo en el punto más débil de la fortificación, la zona conocida por los romanos como monte Rea, los intentos repetidos en esa área particularmente vulnerable estuvieron a punto de tener éxito y solo la decidida actuación de Julio Cesar, apostándose con sus hombres, insuflándoles valor, logró contener los duros ataques galos.

La actuación de la caballería romana fue de capital importancia, debía aguantar en las zonas en las que los galos abrían brechas por las que poder entrar, dando un respiro a los legionarios para reagruparse y cerrar las posibles entradas. De particular importancia en el contexto de la batalla es la actuación del propio Julio Cesar que, en un gesto poco habitual entre los generales romanos, decidió atacar personalmente, al mando de 6.000 jinetes la retaguardia gala, la consecuencia inmediata fue la desorganización y huida gala que condujo a su total derrota.

Vercingetorix contempla desde su fortaleza la huida de sus compañeros de armas en el exterior y observa con desolación como los romanos aniquilan a las tropas en desbandada, ya no habrá más refuerzos, solo queda esperar la derrota. Al día siguiente Vercingetorix se rinde, entrega sus armas sin librar una última batalla.

Al otro día Vercingetórige, convocada su gente, protesta «no haber emprendido él esta guerra por sus propios intereses, sino por la defensa de la común libertad; mas ya que es forzoso ceder a la fortuna, él está pronto a que lo sacrifiquen, o dándole, si quieren, la muerte o entregándolo vivo a los romanos para satisfacerles»… Cayo Julio Cesar. La Guerra de las Galias, libro VII, LXXXIX

Las consecuencias

Alesia supuso el final de la resistencia gala, su territorio pasó a convertirse en provincia romana. No volvería a haber levantamientos de las tribus salvo uno de escasa magnitud que fue aplastado por los romanos. Vercingetorix fue exhibido ante el pueblo de Roma y ejecutado posteriormente, como era costumbre entre los romanos.

Cayo Julio Cesar fue el gran vencedor, obtuvo un enorme prestigio militar y político, aunque no hubo Triunfo, ya que el Senado se lo denegó a instancias de su acérrimo enemigo, Catón.

Hoy entendemos que el final de las guerras gálicas y la negativa del Senado a reconocer el valor de la conquista, empujaron a Cesar a cruzar el Rubicón e iniciar la guerra civil que acabaría con la República e iniciaría un nuevo periodo en la historia de Roma, el Imperio.
 

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