Las convocatorias sindicales en Ceuta siempre adolecen del
poder de concurrencia que desatan en otros lugares de la
península. Aquí se aprecia o un hastío generalizado a la
sensibilidad social o un cansino y reiterativo menoscabo a
quienes en teoría se erigen en paladines del liderazgo que,
a la vista de los resultados, machaconamente se aprecia que
no es tal.
Tengo 30 años y no ha conocido a otro secretario general en
Comisiones obreras que no sea Juan Luis Aróstegui. Y a
fuerza de ver siempre las mismas caras y escuchar el mismo
mensaje catastrofista, uno llega a la conclusión de que se
exagera la nota o que hay intereses turbios en los
planteamientos. En unos momentos en los que los sindicatos
sufren un menoscabo producto de sus prebendas (subvenciones
públicas por varios conductos y exceso de liberados
sindicales que se ha visto reducido tras años de ejercicio),
lo cierto es que se impone la reflexión en este colectivo,
porque es muy posible que la indiferencia hacia sus mensajes
y proclamas sea la respuesta a años de acción sindical
política más que social.
Antonio Gutiérrez, ex secretario general de CCOO, pasó del
sindicato a la lista del PSOE y sólo es un ejemplo como
podrían darse otros. Por ello, si en la actividad política
se considera que más de ocho años, es decir, dos
legislaturas, es un exceso, a nivel sindical, estos
vitalicios dirigentes deberían de ir pensándose de dar un
paso atrás y dejar pasar a gente nueva, con ideas renovadas,
sin “quemar” por su pasado que pesa más de la cuenta y
efectuar una catarsis para profundizar en un examen interno
de lo que pasa, de lo que está pasando y hacia donde quieren
ir realmente.
Los políticos, cuando pierden elecciones o no obtienen los
resultados electorales que se les exigen, son cuestionados y
abocados a dimitir “por el bien del partido”. A nivel
sindical, sería deseable y muy oportuno que, aquéllos que
han demostrado su incapacidad para movilizar masas, aunque
sea en Ceuta, dejen el liderazgo a otros porque ya conocen
el viejo refrán de que “de imprescindibles están las tumbas
llenas”.
No deja de ser patético que en los últimos treinta años se
hayan visto las mismas caras, con alguna arruga más y menos
pelo, de los personajes que se aferran a luchar contra el
tiempo, como si éste no pasara por ellos ni por sus cargos.
Aquí, en Ceuta, tal vez seamos muy apáticos para echarnos a
la calle, pero también hay que reconocer que los discursos
reivindicativos pueden estar manidos y los mensajes más que
machacados. Se necesita savia nueva y, posiblemente, otra
forma de incentivar al ciudadano. Recomendamos una reflexión
profunda en vez de promover la rebeldía por no decir el
cabreo. Hay que ser analíticos, depurar responsabilidades,
profundizar en la relación causa-efecto y en revitalizar la
acción sindical con fuerza, con nueva fuerza.No valen
justificaciones a estas alturas. Ya han sido muchas las
manifestaciones y concentraciones que no logran reunir a la
ciudadanía necesaria para validar una protesta medianamente
notable. Echar siempre la culpa a otros, es una forma de
justificar el propio fracaso. Son excusas de mal pagador.
Los sindicatos han de ser prácticos y razonar las
consecuencias de sus reiterados fracasos. No deja de ser
digno y saludable reconocer errores y enmendarlos. La
altanería, la prepotencia, el orgullo mal entendido, nunca
llevará a la solución. Se requiere una terapia, casi
quirúrgica, para extirpar el mal. Y éste, posiblemente, no
está muy lejos de los actuales líderes que, como el mal
alumno, con las notas de sus calificaciones negativas, echa
la culpa de sus desdichas al profesor.
Hay que aplicarse en aprender la lección y ésta, en la
última huelga del 14 de noviembre, dio una lectura muy
sucinta y clara: Fracaso estrepitoso. Y al buen
entendedor…con pocas palabras basta.
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