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OPINIÓN - JUEVES, 15 DE NOVIEMBRE DE 2012

 
OPINIÓN / LA CRONICA

El mutismo de Aróstegui, el mejor indicador de la huelga

Por Ramiro T.


Llegados al momento de las declaraciones para valorar la jornada de huelga en una la Plaza de los Reyes con varias pancartas agitadas al viento y algunos corrillos de manifestantes, los medios de comunicación se quedaron estupefectos cuando el secretario general de Comisiones Obreras, ese demócrata de pro, Juan Luis Aróstegui, el azote de tantas y tantas causas (de todo tipo) dijo que él no hacía declaraciones. “No quiere hablar”, trajo como mensaje uno de sus ‘adláteres’. “Pues yo no le ruego a nadie”, dijo alguien de una emisora de radio micrófono en mano. “Vamos para allá, donde está a ver si le cogemos alguna palabra”, tercio otro. El entusiasmo de los medios por recoger las palabras de Aróstegui no fue, precisamente, indescriptible. Nadie se movió de su lugar en la céntrica plaza.

Juan Luis Aróstegui, rodeado de acólitos se pavoneaba de su actitud: “Estoy en rebeldía”, replicó a “Queco” Moreda cuando éste intentó interceder para convencerle de que hablara como secretario general de Comisiones Obreras. No lo logró y menos, con un Juan Luis Aróstegui despotricando contra los trabajadores públicos de la Ciudad: “Los funcionarios votantes del PP…”, con esa obsesión perniciosa que le trastorna sobre quién vota a quién con lo demócrata que es él.

Bien es verdad que Ramón Morena del Valle-Inclán, no creía, en principio que fuera cierto que su jefe de filas se negara a hablar y quiso cerciorarse. Se encontró con la negativa de Aróstegui y volvió a su encuentro con los medios cabizbajo, respetando la decisión de su jefe, aunque dando la sensación de no compartirla.

El asunto de las huelgas con el baile de números y cifras en cuanto a seguimiento crean el fracaso más absoluto de las matemáticas que, según se dice siempre, nunca mienten, nos lleva a situaciones esperpénticas. En este asunto de las huelgas, fallan hasta las leyes matemáticas y sólo triunfa la demagogia. En las huelgas los hay listos, muy listos y listillos. Al margen de las condiciones previas que forman parte de los cálculos aproximados de quienes van o no a la huelga, luego hay una serie de variantes o circunstancias que sitúan el baremo a otros niveles de desconcierto: ¿Y cuando no van a la huelga ni los propios del sindicato? ¿Y cuando esos “propios”, nuestra gente, en vez de dar la cara amagan con darla pero dicen que nones? Hay casos de sindicalistas, delegados ellos, de Comisiones Obreras, que en la jornada de huelga o se encuentran de vacaciones o se la han pedido (¡oh, casualidad!) como “asuntos propios”. ¡Qué inoportunidad, por Dios! Y todo para justificar ante sus empresas la ausencia y eludir así el descuento de la jornada.

Arrebatar de forma tan vil el mensaje al bueno de Aróstegui que se desgañita con sus proclamas y ni él mismo las cumple: “Para que no nos callen”, decía una de ellas. Vaya, y el que se calla, el que no dice ni pío es el mismísimo Juan Luis Aróstegui. Una decisión que dice bien poco, no sólo del secretario general de Comisiones obreras que no ejerce de tal en un día tan señalado (¿habría que descontarle el sueldo de secretario general por no hacer de tal?), sino de la propia filosofía de la manifestación, si quienes han de hablar no lo hacen y se sitúan en el grupo de los silenciosos.Y en los corrillos, una “ugetista” descompuesta y muy contrariada diciendo que “han abierto todos, hasta los puestos de pipas”, como síntoma inequívoco de adversidad ante la causa.

Claro, con este panorama tan desolador (secretario general en rebeldía, delegados sindicales escaqueados de la huelga pero justificando a sus empresas la ausencia para eludir el descuento de la jornada y con los comercios abiertos), no es extraño que Juan Luis Aróstegui calle, porque ni los parados -dónde están esos 14.000 desempleados si no tenían otra cosa mejor que hacer- ni los funcionarios, ni los pensionistas, ni ese 90% de trabajadores de la construcción que para los sindicatos secundaron la huelga y que físicamente estarían en sus casas de la península, ni los propios delegados del sindicato, se unieron a la huelga. Tampoco es extraño que Juan Luis Aróstegui no tenga ganas de hablar. Su credibilidad y la de los suyos es cada vez menor.

Por tal motivo, mejor estar callado y tragarse el sapo de unas ausencias que dicen más de lo que parece. Hay silencios que hablan por sí solos aunque algunos no digan ni pío.
 

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