Comisiones Obreras y la Unión
General de Trabajadores se lamentan, una vez más, del
fracaso de una huelga que estaba cantado. Los dirigentes de
ambos sindicatos claman contra los parados y funcionarios de
Ceuta que les han hecho una higa. Es decir, que han
preferido quedarse en sus casas o acudir al tajo antes de
complacer a un hombre que no se entera de que está más que
quemado achicharrado.
Me estoy refiriendo a Juan Luis Aróstegui. A pesar de
que llevo ya cierto tiempo deseando con vehemencia verle
alguna acción digna de ser aireada. Pero no me ofrece la
menor oportunidad. Y mira que a veces estoy tentado de
hacerlo. Por sentirme predispuesto a pronunciarme a su
favor. Debido a que los gobernantes lo hacen tan mal, meten
tantas veces la pata, que me entran muchas ganas de hacerle
el artículo diario. A Aróstegui. Quede claro.
Pero me resulta imposible. No me ayuda lo más mínimo. Y a mí
me da mucha pena que alguien que hace uso y abuso de su
cargo como sindicalista, para medrar en la política, no
consiga que la gente de su pueblo le preste la menor
atención. Que no responda nunca a su llamada. Triste sino de
un tipo que está convencido de que ha nacido para regir los
destinos de Ceuta.
Juan Luis Aróstegui hace ya muchos años que debió decidirse
por ser sindicalista o concejal. Pero no ambas cosas. Y se
lo voy a explicar otra vez: “Los trabajadores forman
sindicatos para tener una voz y para mejorar sus salarios y
condiciones laborales, no para dar a los grupos minoritarios
la oportunidad de alcanzar sus fantasías políticas”. Y él
lleva muchos años pasándose por el forro lo que no deja de
ser una verdad como un templo de grande.
Los trabajadores no entienden tampoco que un secretario
general de un sindicato de clase predique una cosa y luego
se vea todos los días con su adversario político para
acordar lo contrario con el fin de aprovecharse ambos de la
situación.
La imagen del secretario general de CCOO nunca fue buena;
pero se ha ido deteriorando aún más porque es un secreto a
voces que se entiende a la perfección con los gobernantes. Y
más que con los gobernantes con el principal. De la misma
manera que es bien sabido que su condición de sindicalista
puro y duro nunca estuvo exenta de unas magníficas
relaciones con empresarios que atendían a sus necesidades
con largueza. En fin, esta es una historia en la cual no
deseo entrar. Allá cada cual con su conciencia.
Pues bien, dicho lo dicho, no entiendo cómo un hombre que se
considera tan inteligente, el más inteligente de Ceuta, me
lo dijo un día en una entrevista, no haya caído en la cuenta
de que sus derrotas en las urnas y su incapacidad para
concitar a muchísimos ciudadanos a la huelga, o a cualquier
otro acontecimiento, se debe a que suscita poco interés.
Escaso interés. Mínimo interés.
Y así lleva la tira de tiempo. Luchando contra una
adversidad que está localizada. Y que puede tener solución.
Sin duda alguna. Pues se trata de que nuestro hombre,
Aróstegui, concejal y sindicalista, se percate de que los
ciudadanos no son tontos. Y que su manera de actuar
desagrada considerablemente en todos los aspectos.
Desde aquí, por tanto, le aconsejo que se recicle. De no
hacerlo, mucho me temo que Aróstegui será siempre un don
nadie. Lo cual es penoso. Ya que lo necesitamos. Como
político que bien podría en cualquier momento ser alcalde de
esta tierra. Sí, así como suena: alcalde.
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