Esta ley establece que los seres vivos buscan sus objetivos
a través del mínimo esfuerzo, o lo que es lo mismo, el
camino más corto o aquel que represente el mínimo consumo de
energía y recursos.
Estrictamente hablando, significa no hacer nada que no sea
la supervivencia y la satisfacción de las necesidades
básicas.
Hasta aquí el concepto, de manera simple, como puede
observarse es la excusa favorita de muchos. Si uno quiere
adelgazar, busca la gimnasia sin esfuerzo, la dieta
milagrosa, lo que sea, con tal de no esforzarse mucho,
aunque suponga un alto coste económico.
Siguiendo los postulados de esta ley, los seres humanos
perseguimos conseguir el máximo de resultados con el mínimo
gasto de energía, o lo que es lo mismo, con el menor
esfuerzo posible.
Sin embargo, el camino más corto no siempre es el mejor, de
hecho es poco probable que logremos obtener algo a cambio de
nada.
Pues bien, eso es lo que parece que estamos trasmitiendo
desde la más tierna infancia, sin caer en la cuenta de que
todos los procesos que incluyen aprendizaje y en
consecuencia cambios, requieren de un esfuerzo importante
que implica un aporte de energía y esfuerzo sin el cual ese
proceso no tiene lugar.
De hecho la ley del mínimo esfuerzo se convierte en nuestro
principal enemigo.
Observemos ahora que ocurre si combinamos esta ley con otra
que también está presente en la naturaleza, el principio de
inercia que formuló Newton, viene a decir que todo sistema
tiende a mantenerse en el estado en que se encuentra a no
ser que una fuerza externa lo obligue a cambiar.
Sobran los comentarios.
Los procesos de aprendizaje, que duran toda la vida,
requieren constantemente del esfuerzo para vencer a esta ley
y para ser capaces de enfrentarse al principio de inercia,
que tiende a mantenernos donde estamos, tenemos que estar
preparados para priorizar nuestras tareas, para posponer los
placeres inmediatos, para ver más allá.
Si miramos con atención en nuestro derredor, los ejemplos se
multiplican, alumnos que pasan de curso con asignaturas
suspensas, viviendas subvencionadas, empleos comunitarios.
No se trata de eliminar este tipo de subvenciones, pero si
se trata de que puedan mantenerse en el tiempo de manera
indefinida, para ello es necesario evaluar de manera
exhaustiva las necesidades, pero también las posibilidades
de cada individuo, antes de que pueda acceder a ellas, de lo
contrario lo que estamos creando son parásitos,
contraejemplos para todo aquel que busca en el esfuerzo
personal la culminación de sus logros.
El proceso hay que controlarlo desde el principio, en las
aulas, la formación del individuo es esencial para que
arraigue en él el concepto del trabajo, de la dedicación,
del esfuerzo, como forma de acceder a todo un mundo de
posibilidades.
Todo ello redunda en beneficio propio y por extensión en el
de toda la sociedad, puesto que la fuerza del grupo radica
en la suma de la de todos sus componentes.
Las ayudas de cualquier índole deben quedar circunscritas a
los grupos más desfavorecidos, pero siempre con una clara
intención niveladora, ayudar a los que lo necesitan para que
puedan alcanzar a aquellos que no lo necesitan.
Está claro que dicho así puede sonar antisocial, aunque se
trata de justo lo contrario.
Cuando los recursos son abundantes es cuando más importante
resulta crear esa base social formada y consciente.
Si los recursos son escasos, la cuestión se vuelve
prioritaria.
Por mucho que se hable del estado del bienestar, de las
sociedades avanzadas, de la lucha de clases, del mundo
superdesarrollado, las bolsas de pobreza, de miseria, de
marginación, seguirán existiendo, y enfrentarse a ellas con
recursos públicos que tan solo sirvan para apaciguar a esos
grupos sociales, no sirve de nada, por muy social demócrata
que parezca.
Y no vale remitirse a la incapacidad de los políticos para
resolver estás situaciones, los elegimos nosotros, así que
por pura lógica los incapaces somos nosotros.
Es necesario tomar posiciones, adoptar decisiones no siempre
gratas, pero necesarias que permitan desalojar del poder a
todos aquellos que no den la talla, pero siguiendo el camino
recto, no sirven los atajos.
La calle es un magnifico escaparate para los brindis al sol,
nada más, pretender otra cosa es engañarnos a nosotros
mismos, las mayorías se construyen día a día, predicando con
el ejemplo, desarrollando nuevas ideas y conceptos que se
correspondan con la realidad que vivimos, no con las caducas
ideas de otro tiempo, no envolviéndose en banderas y
poniéndonos muy dignos, solo cabe remangarse y trabajar, lo
demás son solo poses sin fundamento que no conducen a nada.
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