Hace unos días, el Partido Popular puso en marcha su
maquinaria de distracción para echar balones fuera y culpar
al PSOE de la repercusión de los informes que el Tribunal de
Cuentas hizo públicos semanas atrás. Era de esperar que,
ante los preocupantes datos revelados por el órgano
fiscalizador, el partido que sustenta a este Gobierno, se
justifique y “mate” al mensajero.
No es objeto de este artículo reescribir lo ya dicho por
José Antonio Carracao, ni subrayar lo que Gaspar Zarrías
afirmó en su día. Tampoco incidir mucho en lo que decía y
hacía el PP en la oposición, por aquello de “todos debemos
andar unidos”. Basta con acudir a las hemerotecas para
recordar ese “que España caiga que ya la levantaremos
nosotros”, que el señor Montoro, actual Ministro de
Hacienda, le espetó a la ahora portavoz de Coalición
Canaria. Lo que buscan estas líneas es aclarar algunas
afirmaciones.
El Partido Popular se jacta sin sonrojarse de la gestión
eficaz del señor Vivas al frente del Ayuntamiento, cuando
Ceuta es récord en deuda pública. Años y años de derroche
han dejado temblando las arcas municipales y empeñado el
futuro de los y las ceutíes. Decisiones desacertadas, gastos
a golpe de capricho y un desconocimiento de la realidad de
la ciudad, han conducido a este Gobierno, tras años dando
tumbos, a no saber qué hacer con Ceuta.
Desde Ainara califican al Gobierno de transparente, cuando
esta es precisamente la cualidad que menos merece. Lo sabe
la ciudadanía, y se puede comprobar echando un vistazo a los
informes del Tribunal de Cuentas de los ejercicios 2002-2004
y 2005. Lo sabe también el PP nacional, que ha pedido a la
Ciudad que cumpla las recomendaciones plasmadas en los
documentos. Pero, como afirmamos al principio, no vamos a
detenernos nuevamente en analizar los informes.
Este Gobierno ha perdido la credibilidad, pues son ya muchas
las mentiras que los y las ceutíes venimos soportando.
Mentiras que deben sumarse a las promesas incumplidas, a la
demagogia, y a la falta de ideas para solucionar los
problemas reales que plantea nuestra ciudad.
Después de todo lo manifestado, no ha lugar hablar de
responsabilidad, pues lo que se dice, se hace y, sobre todo,
lo que no se hace, es absolutamente incompatible con esa
palabra.
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