Es increíble ver cómo Mohamed Amar, miembro de la Junta
Directiva de la Federación de Fútbol de Ceuta, aún permanece
en el cargo sin haber sido cesado de manera fulminante por
el presidente de la Federación, Antonio García Gaona, o cómo
el mismo Mohamed Amar no ha tenido la decencia de dimitir
para no perjudicar la imagen federativa. Ni una cosa ni la
otra. Pero esta actitud no es nueva en García Gaona, ya que
también fue incapaz de cesar a Antonio Soto como presidente
del Colegio de Árbitros tras destaparse el escándalo de
corrupción arbitral en los encuentros de categoría nacional
de juveniles en Ceuta. Así nos va.
Claro que, si vergonzoso es el comportamiento de Antonio
García Gaona como presidente de la Federación de Fútbol con
este agresor, qué decir del presidente del Colegio de
Árbitros, Antonio Soto. El espectáculo está servido: un
folletín con violencia de por medio, que tuvo su penúltimo
episodio en ese juicio rápido en el que el colegiado
agredido se vio absolutamente desamparado, tanto por la
Federación de Fútbol como por el Colegio de Árbitros. ¿Dónde
están esos que se alarmaban sobre quién era o no el primer
entrenador del Atlético de Ceuta que ahora están silenciosos
ante una aberrante agresión en un terreno de juego? Son los
mismos que comparten asiento y reunión con Mohamed Amar, los
mismos que se pronunciaron por una sanción ejemplarizante
para unos jugadores del fútbol-base del San Agustín.
Si alguien que reitera las agresiones no es sancionado a
perpetuidad, aquí falla algo o hay más de uno que ni tiene
vergüenza ni valentía para aplicar la normativa a rajatabla
y acabar con esta violencia. ¿Y lo árbitros: se negaran como
colectivo a pitarle al Goyu Ryu o no?
Que en un Juzgado el abogado de la Federación no asista como
letrado al árbitro agredido y que, en caso de ausencia no se
le proporcione un sustituto, es tan kafkiano que sólo
demuestra el nivel de cobardía que se estila en determinados
estamentos en los que falta coraje (por no decir una palabra
más fuerte) y decisión para coger el toro por los cuernos y
llamar a las cosas por su nombre.
Dejar a un árbitro agredido sin asistencia letrada por “el
puente” es tan patético como la generosidad que muestra el
presidente de la Federación en invitar a comidas a
políticos. Bien podría haber pagado a cargo de la Federación
a un abogado para que ese árbitro no acudiera a pecho
descubierto a un juicio rápido. Y así cumplir el dicho
popular de que, “encima de cornudo, apaleado”. En esta
situación han dejado al pobre muchacho, tanto el presidente
de la Federación de Fútbol, Antonio García Gaona, más
preocupado por la parafernalia de los ornatos y sus
relaciones políticas que por la defensa de una víctima de la
barbarie del vocal federativo desatado en su ira, como el
propio Antonio Soto al que se le va la fuerza por la boca en
donde no tiene que hablar y es incapaz de actuar con energía
y decisión en situaciones como ésta. Hay demasiados
“estómagos agradecidos”, que diría José María García, para
poner las peras al cuarto al Goyu Ryu y a sus violentos
dirigentes.
Las desavenencias del recordado Emilio Cózar con el Goyu Ryu
venían de estas conductas, de tanta irregularidad y de no
comulgar con ruedas de molino. Qué pena que su “delfín”
Antonio García Gaona, traicione con tanta facilidad la
memoria de su mentor. Y se olvide de la filosofía y el
ideario federativo que ejerció aquél que le aupó al cargo.
La memoria es débil y la integridad, más. Resulta harto
difícil desarrollar una labor eficaz con rectitud y sin
dobleces. Aquí tenemos el ejemplo más palmario: un grupo de
abominables cobardes sometidos al imperio de la violencia.
Nombres y apellidos para un episodio violento en el fútbol.
Así se escribe la historia.
|