Lo conozco desde que arribé a la
ciudad. Pero con él suelo hablar lo justo. Y lo hacemos,
además, de tarde en tarde. Sé de sobra que le gusta cómo
escribo pero no lo que escribo. Y no tiene reparo alguno en
quejarse de cómo trato a los políticos. Lo cual llega a mis
oídos. Persona conservadora, que se jacta de su liberalismo
(!), tiene a Juan Vivas sobre un pedestal. Lo tiene
en tan alta estima que apenas admite la menor duda sobre la
valía de quien lleva más de doce años gobernando la ciudad.
Enterado de que anda diciendo que la tengo tomada con el
alcalde, he tenido la suerte de toparme con él y nos hemos
puesto a pegar la hebra como si tal cosa. Hemos hablado del
Madrid, porque ambos somos madridistas, y del Ceuta, y de
los malos tiempos que corren.
Me ha pedido, en cuanto se le ha presentado la ocasión, que
ayude a la causa del alcalde. Porque es el momento de
comprender las dificultades que éste tiene para gobernar
cuando existe una crisis económica contra la que no cabe
hacer otra cosa que no sea afrontarla con resignación y
esperar a que vengan tiempos mejores.
Le escucho atentamente. Sin interrumpirle. Y, tras pedirle
la venia, le recito de memoria lo que sigue: Primero. Mira,
Fulano, poco o nada puedo yo hacer para ayudar a nadie desde
mi modesta columna. Entre otros motivos, créeme, porque yo
tengo escasa ascendencia sobre los lectores que puedan
seguirme. Y mucho menos en momentos donde hacerle el
artículo a cualquier político, por más que se llame Juan
Vivas, sólo conduce a que la gente se acuerde de todos
mis muertos.
Segundo. Los tiempos que corren son difíciles. Verdad de
Perogrullo. Pero son terriblemente difíciles para los que no
son políticos. Ya que los servidores públicos (!) siguen
ganando mucho dinero. Mientras que millones de personas
pertenecientes a la clase media se han ido empobreciendo a
pasos agigantados y los pobres son más pobres que cuando
pedían ante las puertas de las iglesias. Algo que nuestra
edad nos permitió conocer más que bien. Ya que ambos
pertenecemos a la generación de los niños que, nacidos casi
a la par del último cañonazo de nuestra guerra, vivimos los
tiempos del miedo consciente de lo que estaba pasando.
Tercero. Yo soy poco más que menos en este periódico; pero
de haber sido alguien con poder, ten por seguro que Vivas no
habría recibido tanto respaldo durante tantos años. Que
conste que es una opinión mía. Muy mía. De modo que así
quiero que se entienda, ¿eh?
-Un momento. ¿Quieres decir que tú habrías sido partidario
de poner a Vivas todos los días a caer de un burro?
Haz el favor de no tergiversar mis palabras. Yo hubiera
medido las críticas. Por el conocimiento que tengo del
personaje. De cuya amistad te ufanas. Y dado que la política
no es terreno propicio para la amistad, no entiendo cómo una
persona inteligente, como tú, va propalando ser amigo del
alcalde. Cuando el acalde no es amigo de nadie. Aunque en
ocasiones se vea precisado a hacer algún alarde al respecto.
Y todas las decisiones que toma están encaminadas a salir lo
más airoso posible en una época donde los políticos, de
existir la Inquisición, lo pasarían muy mal. Al alcalde, eso
sí, siempre le quedará una bala en la recamara: que es la de
hacer crisis de gobierno y curarse en salud. Sería
interesante que, en cuanto hables con él, le preguntes
cuándo sucederá ello.
|