No hay medidas. El desempleo en
España sube y sube y sube... El mercado laboral ha cerrado
sus puertas. Se desaprovecha así la formación de multitud de
jóvenes que han de emigrar en busca de supervivencia. Nos
consolidamos como el país con más paro de toda la zona euro.
Esta es la imagen, una nación sin fuerza viva, estancada y
atacada por una crisis, más que económica de valores, con
unos políticos mediocres que no aciertan a resolver nada,
tan sólo a proteger su estatus y el de los suyos, y con una
ciudadanía que no puede más. Cada día son más las familias
que tienen a todos sus miembros en paro, hasta el punto que
la situación se acerca más al continente africano que al
propio europeo del que forma parte.
Si en verdad tomásemos medidas la situación sería otra. Las
intolerables desigualdades sociales y económicas en España
se han acrecentado tanto en los últimos años, que ya
empiezan a percibirse casos de desnutrición de determinada
población. Se han tomado políticas económicas equivocadas.
La corrupción política, aparte de hacer un daño tremendo a
la democracia, deja en precario a personas que acuden a las
instituciones en busca de ayuda. El comportamiento
deplorable de algunos servidores públicos, en beneficio
exclusivo de personas o de grupos partidistas, ha impedido
proteger a los desvalidos, como es inherente a un verdadero
Estado social.
Insisto. No se han tomado medidas aún. El desarrollo
económico es algo que se ha de cultivar desde las
instituciones, y desde las mismas personas, con
responsabilidad. Hemos sido irresponsables, y seguimos
siéndolo, para con los más débiles. A mi juicio, sería bueno
poner un salario social familiar para aquellas personas que
no encuentran un trabajo y que lo buscan desesperadamente.
Hoy por hoy, se hace todo lo contrario. Se han bajado las
prestaciones sociales. Lo cierto es que seguimos pensando en
los desempleados como si fuesen números, y son seres humanos
heridos en su propia dignidad.
Desde luego, para que España deje de ser la capital del
desempleo, y por tanto pueda vencer la pobreza, hay que
promover el bien común y no el bien del poder de turno. Ante
tantos desórdenes producidos, si veo bien que partidos
políticos y organizaciones sindicales paguen penalmente por
delitos cometidos por sus afiliados. Sus actuaciones han de
ejemplarizarse, y si hay alguien que tiene que tener
privilegios, ha de ser el excluido social, no el poder como
viene sucediendo. O nos comprometemos por una política
económica al servicio de las personas o no habrá justicia
social.
Por desgracia, en España, no puede haber señales
esperanzadoras, con un desempleo tan alarmante. La recesión
es profunda, el hambre es una realidad y la corrupción es un
suma y sigue. Ahora bien, los políticos siguen empeñados en
disimular el engaño. Se emplean a fondo en cubrirle el
rostro a la mentira para que parezca verdad, en tenernos
entretenidos con independentismos absurdos, haciéndole soñar
a la ciudadanía que es posible construir una empresa aunque
no haya empresarios dispuestos a invertir. Ya somos la
capital del desempleo, mañana seremos la capital del absurdo
y la necedad.
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