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OPINIÓN - VIERNES, 2 DE NOVIEMBRE DE 2012

 
OPINIÓN / LA DIANA

¿Galgos o podencos?

Por Jauma


Todos recordamos la fábula en la que dos conejos discutían sobre la raza de los perros que perseguían a uno de ellos, mientras debatían llegaron los perros y los cazaron, se debe a Iriarte y me recuerda en exceso la discusión sobre la encuesta de población activa, pero como en la fábula, la distracción sobre el tema principal hace que descuidemos el verdadero problema, en realidad poco importa que el porcentaje sea un poco más o menos elevado, lo que debe preocuparnos es que las cifras son inasumibles.

Alguien puede afirmar que se trata de no estar en la cola de porcentajes de nuestro país, que no son datos reales puesto que la muestra es poco representativa. Es muy posible que tenga razón.

También resulta más que probable que la solución sea aumentar el tamaño de la muestra para darle mayor consistencia. Pero ninguno de esas medidas van a resolver la situación que, en cualquier caso es preocupante. Tampoco valen ya las soluciones paliativas, por muy necesarias que resulten.

Está bien administrar analgésicos para bajar la fiebre y el dolor, pero si a la vez, no se plantean tratamientos de solución del mal, de nada sirven estos tratamientos paliativos. Parece más que evidente que las recetas deben pasar por dotar a la empresas de medios que les permitan ser independientes económicamente de los recursos públicos, ya sean locales, nacionales o europeos. Llevamos demasiados años viviendo de subvenciones, con la idea de que estas poco a poco generaran un tejido que nos permita ser autosuficientes. Por desgracia no es así, en realidad solo sirven para crear empresas y personas subsidiadas, en cuanto desaparece el apoyo caen sin remedio.

Meridianamente claro resulta que la iniciativa pública ha fracasado en su intento de dinamizar la economía a base de inyecciones dinerarias y de inversiones no productivas, por mucho que le pese a los convencidos de la res pública, la cosa pública. Es necesario asumir que estamos en una Europa en la que el sistema económico es el capitalista, dejar atrás el socialismo de corte tradicional, basado en una inexistente lucha de clases e intentar comprender cómo se funciona en países de nuestro entorno.

Eliminar los temas tabú en lo que a creación de empleo se refiere, en lo que a despidos se refiere. Los sindicatos son los que deberían romper la primera lanza, apostar por otros modelos de crecimiento, comprometerse en una nueva forma de entender el igualitarismo social, enfrentarse a sus propios miedos. La iniciativa privada es la única solución que, a corto plazo es capaz de hacer frente a una situación dinámica, de profundos cambios económicos y sociales, como la que vivimos, y depende de nuestro decidido apoyo el que se sienta lo suficientemente segura como para atacar inversiones que perduren en el tiempo.

La sostenibilidad del empleo deberá ser la prioridad, partiendo del compromiso de los trabajadores, tanto públicos como privados, para rentabilizar sus costes, esta es la única manera de poder afrontar los retos que nos aguardan y el legado para nuestros hijos.

Considerar la relación coste beneficio como parte inherente de nuestro quehacer diario, como la única forma de mantenerse a flote, olvidar añejos conceptos relacionados con las viejas oligarquías, en nuestro presente el empresario no es más que una persona que decide arriesgarlo todo a cambio de un futuro preñado de incertidumbres.

Necesitamos hombres y mujeres que estén dispuestos a ponerse al frente de empresas productivas que, apoyadas desde los poderes públicos, desde los sindicatos, desde la sociedad en general, afronten los riesgos, los retos sin ser objeto de machaconas insidias. De lo contrario estaremos abocados a continuar en el laberinto. Hay que dejar a un lado los desgastados discursos populistas, hay que enfocar con nuevos ojos, hay que aprender de nuestros viejos errores, hay que aprender de las sociedades más avanzadas, hay en definitiva, que dejar de lado parte de nuestros ideales y concentrarse en el esfuerzo colectivo que se nos exige para estar a la altura del país que nos pertenece a todos, para lo bueno y para lo malo.

Solo la perspectiva histórica permitirá a generaciones futuras evaluar nuestro afán colectivo, ellos nos verán como lo que fuimos, pero sobre todo nos calificarán de acuerdo con los resultados.

Enfrentarse a la reestructuración de la sociedad del bienestar es un reto importante, para el que debemos estar preparados, sin que ello signifique su desmantelamiento, pero tampoco su mantenimiento a toda costa, buscar el equilibrio en la relación de la que antes hablaba, la de coste beneficio, parece la única salida viable, lo contrario solo nos conduce al endeudamiento progresivo y al descredito entre nuestros socios y aliados europeos.
 

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