Todos recordamos la fábula en la que dos conejos discutían
sobre la raza de los perros que perseguían a uno de ellos,
mientras debatían llegaron los perros y los cazaron, se debe
a Iriarte y me recuerda en exceso la discusión sobre la
encuesta de población activa, pero como en la fábula, la
distracción sobre el tema principal hace que descuidemos el
verdadero problema, en realidad poco importa que el
porcentaje sea un poco más o menos elevado, lo que debe
preocuparnos es que las cifras son inasumibles.
Alguien puede afirmar que se trata de no estar en la cola de
porcentajes de nuestro país, que no son datos reales puesto
que la muestra es poco representativa. Es muy posible que
tenga razón.
También resulta más que probable que la solución sea
aumentar el tamaño de la muestra para darle mayor
consistencia. Pero ninguno de esas medidas van a resolver la
situación que, en cualquier caso es preocupante. Tampoco
valen ya las soluciones paliativas, por muy necesarias que
resulten.
Está bien administrar analgésicos para bajar la fiebre y el
dolor, pero si a la vez, no se plantean tratamientos de
solución del mal, de nada sirven estos tratamientos
paliativos. Parece más que evidente que las recetas deben
pasar por dotar a la empresas de medios que les permitan ser
independientes económicamente de los recursos públicos, ya
sean locales, nacionales o europeos. Llevamos demasiados
años viviendo de subvenciones, con la idea de que estas poco
a poco generaran un tejido que nos permita ser
autosuficientes. Por desgracia no es así, en realidad solo
sirven para crear empresas y personas subsidiadas, en cuanto
desaparece el apoyo caen sin remedio.
Meridianamente claro resulta que la iniciativa pública ha
fracasado en su intento de dinamizar la economía a base de
inyecciones dinerarias y de inversiones no productivas, por
mucho que le pese a los convencidos de la res pública, la
cosa pública. Es necesario asumir que estamos en una Europa
en la que el sistema económico es el capitalista, dejar
atrás el socialismo de corte tradicional, basado en una
inexistente lucha de clases e intentar comprender cómo se
funciona en países de nuestro entorno.
Eliminar los temas tabú en lo que a creación de empleo se
refiere, en lo que a despidos se refiere. Los sindicatos son
los que deberían romper la primera lanza, apostar por otros
modelos de crecimiento, comprometerse en una nueva forma de
entender el igualitarismo social, enfrentarse a sus propios
miedos. La iniciativa privada es la única solución que, a
corto plazo es capaz de hacer frente a una situación
dinámica, de profundos cambios económicos y sociales, como
la que vivimos, y depende de nuestro decidido apoyo el que
se sienta lo suficientemente segura como para atacar
inversiones que perduren en el tiempo.
La sostenibilidad del empleo deberá ser la prioridad,
partiendo del compromiso de los trabajadores, tanto públicos
como privados, para rentabilizar sus costes, esta es la
única manera de poder afrontar los retos que nos aguardan y
el legado para nuestros hijos.
Considerar la relación coste beneficio como parte inherente
de nuestro quehacer diario, como la única forma de
mantenerse a flote, olvidar añejos conceptos relacionados
con las viejas oligarquías, en nuestro presente el
empresario no es más que una persona que decide arriesgarlo
todo a cambio de un futuro preñado de incertidumbres.
Necesitamos hombres y mujeres que estén dispuestos a ponerse
al frente de empresas productivas que, apoyadas desde los
poderes públicos, desde los sindicatos, desde la sociedad en
general, afronten los riesgos, los retos sin ser objeto de
machaconas insidias. De lo contrario estaremos abocados a
continuar en el laberinto. Hay que dejar a un lado los
desgastados discursos populistas, hay que enfocar con nuevos
ojos, hay que aprender de nuestros viejos errores, hay que
aprender de las sociedades más avanzadas, hay en definitiva,
que dejar de lado parte de nuestros ideales y concentrarse
en el esfuerzo colectivo que se nos exige para estar a la
altura del país que nos pertenece a todos, para lo bueno y
para lo malo.
Solo la perspectiva histórica permitirá a generaciones
futuras evaluar nuestro afán colectivo, ellos nos verán como
lo que fuimos, pero sobre todo nos calificarán de acuerdo
con los resultados.
Enfrentarse a la reestructuración de la sociedad del
bienestar es un reto importante, para el que debemos estar
preparados, sin que ello signifique su desmantelamiento,
pero tampoco su mantenimiento a toda costa, buscar el
equilibrio en la relación de la que antes hablaba, la de
coste beneficio, parece la única salida viable, lo contrario
solo nos conduce al endeudamiento progresivo y al descredito
entre nuestros socios y aliados europeos.
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