La alcaldesa de Madrid, Ana
Botella, se ha expresado de esta guisa: “La ley está
para cumplirla aun en los casos más tristes”. Es decir, la
mujer de José María Aznar estimula a los bancos a que
sigan desahuciando a familias que no pueden hacer frente a
los pagos hipotecarios. La alcaldesa de Madrid, señora de
confesión y misa diaria hasta hace nada, porque no sé si
ahora con tanto trajín podrá seguir cumpliendo como devota
mariana, es de la misma cuerda que don Antonio María
Rouco Varela. Que todo lo arregla rezando.
Don Antonio María es un cardenal que nos indica, a cada
paso, que el hambre se combate rezando. Que los desahucios
se llevan mejor echando mano de las plegarias y va más
lejos: nos recuerda que un cristiano no puede ser nunca
pesimista. Pues bien, a partir de ahora, sería conveniente
que los agentes encargados de hacer cumplir la ley de los
desalojos familiares, les dijeran a quienes pasan por trance
tan doloroso, que no hay mejor terapia que la de
arrodillarse, a la mayor brevedad, y ponerse a orar. Brazos
en cruz. Ya que la pérdida de sus casas, bien mirado, no
deja de ser una irresponsabilidad cometida por haber querido
abarcar más de lo que podían pagar.
Magnificó mensaje para quienes apenas cuentan con dinero
para llenar la botarga y encima han de vivir en plena calle.
Está demostrado que la gentes pertenecientes al Opus Dei
tienen un cráneo privilegiado. De no ser así, qué sería de
los pobres. A propósito: lo dicho por Ana Botella y Rouco
Varela, tanto monta, monta tanto, me ha puesto en la senda
de los contrastes: frente a un puñado de poderosos, una nube
de mendigos. Poderosos y mendigos son notas diferenciadoras
no en cuanto a su existencia, sino en cuanto a su número:
muy poco los primeros, una verdadera plaga los segundos.
¿Que exagero dice usted? ¿Que mi pesimismo es porque soy un
cristiano de andar por casa? ¿Que lo que tendría que hacer
es ponerme yo a rezar para que los pobres vayan aprendiendo
que si lo son es gran medida por haber llevado una vida que
no les correspondía? ¿Una vida de ricos?
Tras oír tales acusaciones, y aguantarme el primer estallido
de ira, no sin antes respirar hondamente y contar hasta
diez, se me ocurre responder de manera sosegada. Veamos.
Dado que los recortes en España siguen funcionando a destajo
y nada hace creer que tan grande desgracia vaya a cesar en
dos o tres años -siendo optimista como cristiano-, no es
aventurado suponer que de un día para otro cualquier familia
que tiene un mediano pasar pueda caer en la más negra de las
miserias. Y así, sumando muchas desgracias diarias, el
empobrecimiento seguirá aumentando y hasta puede que se
consiga doblar la cifra de parados que hay actualmente.
Por consiguiente, día llegará, más pronto que tarde, que los
ricos confieran un papel determinado a los pobres, un papel
importante, para que no caigan en algo tan denigrante como
es la ociosidad; la que tanto criticaron los romanos a los
griegos. Y qué mejor que hacerle caso al cardenal Rouco
Varela y a la señora Botella, poniendo a los pobres a rezar.
Pero no a rezar como medio de esperanza para que salgan de
sus miserias, sino como intercesores obligados a pedir por
el prójimo rico, ante la clemencia divina. A mí se me ocurre
decir que la vida es una mierda con la botarga vacía. Con
hambre, con hambre canina, ni se reza ni se cree…
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