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OPINIÓN - VIERNES, 2 DE NOVIEMBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Poderosos y mendigos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La alcaldesa de Madrid, Ana Botella, se ha expresado de esta guisa: “La ley está para cumplirla aun en los casos más tristes”. Es decir, la mujer de José María Aznar estimula a los bancos a que sigan desahuciando a familias que no pueden hacer frente a los pagos hipotecarios. La alcaldesa de Madrid, señora de confesión y misa diaria hasta hace nada, porque no sé si ahora con tanto trajín podrá seguir cumpliendo como devota mariana, es de la misma cuerda que don Antonio María Rouco Varela. Que todo lo arregla rezando.

Don Antonio María es un cardenal que nos indica, a cada paso, que el hambre se combate rezando. Que los desahucios se llevan mejor echando mano de las plegarias y va más lejos: nos recuerda que un cristiano no puede ser nunca pesimista. Pues bien, a partir de ahora, sería conveniente que los agentes encargados de hacer cumplir la ley de los desalojos familiares, les dijeran a quienes pasan por trance tan doloroso, que no hay mejor terapia que la de arrodillarse, a la mayor brevedad, y ponerse a orar. Brazos en cruz. Ya que la pérdida de sus casas, bien mirado, no deja de ser una irresponsabilidad cometida por haber querido abarcar más de lo que podían pagar.

Magnificó mensaje para quienes apenas cuentan con dinero para llenar la botarga y encima han de vivir en plena calle. Está demostrado que la gentes pertenecientes al Opus Dei tienen un cráneo privilegiado. De no ser así, qué sería de los pobres. A propósito: lo dicho por Ana Botella y Rouco Varela, tanto monta, monta tanto, me ha puesto en la senda de los contrastes: frente a un puñado de poderosos, una nube de mendigos. Poderosos y mendigos son notas diferenciadoras no en cuanto a su existencia, sino en cuanto a su número: muy poco los primeros, una verdadera plaga los segundos.

¿Que exagero dice usted? ¿Que mi pesimismo es porque soy un cristiano de andar por casa? ¿Que lo que tendría que hacer es ponerme yo a rezar para que los pobres vayan aprendiendo que si lo son es gran medida por haber llevado una vida que no les correspondía? ¿Una vida de ricos?

Tras oír tales acusaciones, y aguantarme el primer estallido de ira, no sin antes respirar hondamente y contar hasta diez, se me ocurre responder de manera sosegada. Veamos. Dado que los recortes en España siguen funcionando a destajo y nada hace creer que tan grande desgracia vaya a cesar en dos o tres años -siendo optimista como cristiano-, no es aventurado suponer que de un día para otro cualquier familia que tiene un mediano pasar pueda caer en la más negra de las miserias. Y así, sumando muchas desgracias diarias, el empobrecimiento seguirá aumentando y hasta puede que se consiga doblar la cifra de parados que hay actualmente.

Por consiguiente, día llegará, más pronto que tarde, que los ricos confieran un papel determinado a los pobres, un papel importante, para que no caigan en algo tan denigrante como es la ociosidad; la que tanto criticaron los romanos a los griegos. Y qué mejor que hacerle caso al cardenal Rouco Varela y a la señora Botella, poniendo a los pobres a rezar. Pero no a rezar como medio de esperanza para que salgan de sus miserias, sino como intercesores obligados a pedir por el prójimo rico, ante la clemencia divina. A mí se me ocurre decir que la vida es una mierda con la botarga vacía. Con hambre, con hambre canina, ni se reza ni se cree…
 

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