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OPINIÓN - DOMINGO, 28 DE OCTUBRE DE 2012

 
OPINIÓN / LAS BATALLAS MÁS IMPRESIONANTES

La batalla de Cannas

Por Juan Manuel Sánchez Valderrama


Todos aquellos miles de romanos yaciendo allí, revueltos infantes y jinetes según la suerte les había unido en el combate o en la huida. Algunos, cubiertos de sangre, se levantaron de entre los muertos a su alrededor al molestarles sus heridas por el frío de la mañana, y a los que el enemigo dio rápidamente fin. Hallaron a algunos tumbados, con los muslos y corvas acuchillados pero todavía vivos; ofrecían estos sus gargantas y cuellos y les pedían que les drenasen la sangre que aún quedaba en sus cuerpos. Encontraron algunos con las cabezas enterradas en la tierra, habiéndose ahogado evidentemente ellos mismos haciendo hoyos en la tierra y amontonando la tierra sobre sus rostros. Lo que atrajo más la atención de todos fue un númida que fue arrastrado con vida de debajo de un romano muerto, cruzado sobre él; sus oídos y nariz estaban arrancados, pues el romano, con las manos demasiado débiles para empuñar la jabalina y en medio de su loca rabia, se las arrancó con sus dientes expirando al hacerlo. Tito Livio, Historia de Roma 22,51

Si en la antigüedad, plagada de batallas legendarias, hubiera que destacar una sobre las demás, sería esta. Supone la derrota de un ejército romano más numeroso, bien pertrechado y mejor armado, supone el triunfo de la genial capacidad táctica de Aníbal. Tuvo lugar el 2 de Agosto del año 216 a.C. y enfrentó a Aníbal Barca por parte púnica y a los cónsules Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo por parte romana, se encuadra dentro de la Segunda Guerra Púnica. Cannas es un ciudad italiana situada en Apulia.

Los antecedentes

Después de los graves reveses que supusieron para los romanos las batallas de Trebia y Trasimeno y tras derrotar a Asdrúbal en el Metauro, Roma decidió que era hora de acabar con la amenaza que suponía la presencia de Aníbal en territorio itálico, para ello congregó un numeroso ejército mandado por los dos cónsules, era la batalla definitiva y debía dejar clara la supremacía romana… o no.

Los contendientes

El número y disposición de cada ejército queda resumido a continuación:

Para el bando romano:

-Ala izquierda – Cónsul Cayo Terencio Varron, los dos cónsules se iban turnando y ese día le corresponde actuar como Comandante.

-Flanco izquierdo de las legiones – Varrón.

-Composición: Itálicos

-Tropas de ala: 4.800 jinetes aliados.

-Tropas en el flanco de las legiones: Unos 10.000 hombres de cohortes de infantería de aliados itálicos.

-Ala derecha – Cónsul Lucio Emilio Paulo

-Centro derecho – Cónsul Lucio Emilio Paulo

-Composición: Roma.

-Tropas Ala derecha: 1.600 jinetes romanos que deberá desplazar a ese lado nada más comenzar la batalla.

-Tropas centro derecho: 15.000 legionarios romanos. Hastatis y princeps, no se permite Triarios.

-Flanco Derecho – Estatilio

Situado entre la caballería y la infantería de Paulus.

-Composición: Itálicos.

-Tropas: Unos 10.000- 15.000 hombres de cohortes de infantería de aliados itálicos.

Centro Izquierdo – Servilius Germinus.

Situado entre el centro derecho y los aliados itálicos del flanco izquierdo.

Composición: Roma

Tropas: Unos 15.000 legionarios romanos.

En total entre 50.000 y 55.000 efectivos de a pie y 6.400 jinetes.

Para el bando cartaginés:

-Ala izquierda – Asdrúbal

-Centro - Asdrúbal

-Composición: hispanos

-Tropas ala izquierda: Unos 5.000 jinetes (mezcla de turdetanos, celtíberos y otros hispanos)

-Tropas centro –se posicionaran en el centro de la media luna-: 10.000 unidades hispanas de infantería.

-Centro (flancos de la media luna) – Aníbal

-Composición: Galos trasalpinos

-Tropas: Unos 15.000 hombres.

-Posición: especialmente en refuerzo de los flancos de la media luna.

-Ala derecha – Maharbal

Flanco derecho e izquierdo de media luna – Maharbal

-Composición: Cartago

Tropas: unos 4.000 jinetes númidas, 9000 libios, 2.000 honderos baleares y otras unidades ligeras.

En total 36.000 efectivos de a pie y 9.000 jinetes.

La batalla

Cuando se lanzó el grito de guerra, los auxiliares avanzaron corriendo y la infantería ligera dio comienzo a la batalla. Entonces, los galos e hispanos de la izquierda se enfrentaron con la caballería romana de la derecha… Tito Livio, Historia de Roma 22,47. El despliegue del ejército romano es perfecto, sus manípulos alineados, las alaes perfectamente dispuestas en sus posiciones, la superioridad numérica es aplastante, Varrón está satisfecho, dispone un frente corto y muy profundo, la embestida contra las vanguardias cartaginesas ha de ser brutal y arrolladora, la línea púnica se deshará y emprenderán la huida.

Para el cónsul romano es una batalla de manual, en campo abierto, con el sol de costado, sin estorbar, y en el que se impone el mayor número de efectivos, su sonrisa se abre de oreja a oreja, será el verdugo de Aníbal, lo expulsará, junto con esa variopinta tropa de hispanos, galos y númidas de territorio itálico. Varrón da orden de avanzar y se inician los contactos con el enemigo, la caballería inicia sus primeras cargas y los jinetes aliados observan como los númidas, expertos jinetes, les evitan huyendo, reagrupándose, volviendo a la carga lanzando jabalinas de efectos mortales. En el otro flanco, los jinetes galos e ibéricos, más numerosos que sus enemigos romanos hacen huir a estos sin problemas.

El cónsul está impaciente, para él la caballería solo es un auxiliar del verdadero ejército, que hagan sus correrías y no molesten, esa es su única misión. La batalla debe decidirse por el ataque de la infantería, inquieto espera a que el avance permita alcanzar la distancia adecuada para el lanzamiento de los pilum, ese sería el verdadero inicio de la confrontación, tras diezmar las primeras líneas con su lanzamiento, el choque de ambos ejércitos, gladius en mano, marcaría el fin de Cartago.

Con gran satisfacción Varrón observa atento, cómo una tropa perfectamente disciplinada y entrenada, los legionarios, lanzan sus pilum, desenvainan la gladius y atacan con furia la primera línea púnica, el impacto es salvaje y los hispanos apenas consiguen aguantar y rehacerse ante la brutal embestida romana, poco a poco se recomponen manteniendo el combate, a la vez que, ante el empuje romano, van cediendo terreno poco a poco y los romanos empujan con fuerza, relevando la primera línea una y otra vez. La victoria está cerca.

Los íberos van retrocediendo, aguantando con sus escudos el impacto de los scutum romanos cuyo empuje es prácticamente imparable, retroceden con orden, sin dar la espalda al enemigo, alentados por el mismo Aníbal que arenga y anima a sus hombres, cabalgando y recorriendo toda esta línea que sostiene tan brutal combate. Varrón está absorto, pronto lo conseguirá, pronto dejaran de retroceder para darse la vuelta y huir, no se da cuenta de lo que está sucediendo y anima a sus hombres a continuar con el empuje.

Han avanzado tan profundamente que han superado los flancos púnicos formados por libios y no cuentan con la protección de la caballería. Atónito el cónsul romano se da cuenta tarde de lo que ocurre, es el momento crucial de la batalla, los flancos comienzan a envolver a las formaciones romanas y a cerrar la bolsa que se convierte en una trampa mortal, la caballería númida completa el cuadro empujando la retaguardia romana hacia la trampa.

En su interior el espacio se comprime, falta espacio para pelear, hispanos en vanguardia, libios en los flancos y númidas en retaguardia comienzan a empujar, los legionarios mueren pisoteados por sus propios compañeros, apenas se podía respirar. Ha comenzado la masacre, Varrón huye, está extrañamente tranquilo, deja allí morir a dos ejércitos consulares.

Las falcatas hispanas, como si de espigas se tratara, siegan cabezas romanas, las picas de la caballería se clavan una y otra vez, la matanza dura todo el día, no hubo huida, ni retirada, el embolsamiento lo impide, los romanos observan impotentes como la muerte se acerca, nada pueden hacer. Para los cartagineses era engorroso, lento, avanzar sobre los muertos para alcanzar a los vivos.

Aníbal perdió ese día 8.000 hombres. Varrón lo perdió todo. Hubo supervivientes dispersados a lo largo de la zona pero el ejército romano fue destruido.

Las consecuencias

El eco de la noticia pronto se propagó, los romanos se encontraron vencidos y desorganizados, sus mejores ejércitos habían sido borrados, destruidos, los pocos supervivientes estaban hundidos y el único cónsul que había sobrevivido, lleno de oprobio y vergüenza. Fue considerada la mayor catástrofe que había sufrido Roma a lo largo de su historia. Se declaró un día entero de luto nacional, no había habitante en Roma que no tuviese algún familiar o conocido en la batalla.

Tito Livio lo relata así:

Nunca antes, estando la ciudad todavía a salvo, se había producido tal grado de excitación y pánico dentro de sus murallas. No intentaré describirlo, ni debilitaré la realidad entrando en detalles. (...) Pues según los informes dos ejércitos consulares y dos cónsules se habían perdido; no existía ya ningún campamento romano, ningún general, ningún soldado; Apulia, Samnio, casi toda Italia estaba a los pies de Aníbal. Con seguridad no hay otra nación que no hubiera sucumbido bajo el peso de tal calamidad.
 

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