Todos aquellos miles de romanos yaciendo allí, revueltos
infantes y jinetes según la suerte les había unido en el
combate o en la huida. Algunos, cubiertos de sangre, se
levantaron de entre los muertos a su alrededor al
molestarles sus heridas por el frío de la mañana, y a los
que el enemigo dio rápidamente fin. Hallaron a algunos
tumbados, con los muslos y corvas acuchillados pero todavía
vivos; ofrecían estos sus gargantas y cuellos y les pedían
que les drenasen la sangre que aún quedaba en sus cuerpos.
Encontraron algunos con las cabezas enterradas en la tierra,
habiéndose ahogado evidentemente ellos mismos haciendo hoyos
en la tierra y amontonando la tierra sobre sus rostros. Lo
que atrajo más la atención de todos fue un númida que fue
arrastrado con vida de debajo de un romano muerto, cruzado
sobre él; sus oídos y nariz estaban arrancados, pues el
romano, con las manos demasiado débiles para empuñar la
jabalina y en medio de su loca rabia, se las arrancó con sus
dientes expirando al hacerlo. Tito Livio, Historia de Roma
22,51
Si en la antigüedad, plagada de batallas legendarias,
hubiera que destacar una sobre las demás, sería esta. Supone
la derrota de un ejército romano más numeroso, bien
pertrechado y mejor armado, supone el triunfo de la genial
capacidad táctica de Aníbal. Tuvo lugar el 2 de Agosto del
año 216 a.C. y enfrentó a Aníbal Barca por parte púnica y a
los cónsules Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo por
parte romana, se encuadra dentro de la Segunda Guerra
Púnica. Cannas es un ciudad italiana situada en Apulia.
Los antecedentes
Después de los graves reveses que supusieron para los
romanos las batallas de Trebia y Trasimeno y tras derrotar a
Asdrúbal en el Metauro, Roma decidió que era hora de acabar
con la amenaza que suponía la presencia de Aníbal en
territorio itálico, para ello congregó un numeroso ejército
mandado por los dos cónsules, era la batalla definitiva y
debía dejar clara la supremacía romana… o no.
Los contendientes
El número y disposición de cada ejército queda resumido a
continuación:
Para el bando romano:
-Ala izquierda – Cónsul Cayo Terencio Varron, los dos
cónsules se iban turnando y ese día le corresponde actuar
como Comandante.
-Flanco izquierdo de las legiones – Varrón.
-Composición: Itálicos
-Tropas de ala: 4.800 jinetes aliados.
-Tropas en el flanco de las legiones: Unos 10.000 hombres de
cohortes de infantería de aliados itálicos.
-Ala derecha – Cónsul Lucio Emilio Paulo
-Centro derecho – Cónsul Lucio Emilio Paulo
-Composición: Roma.
-Tropas Ala derecha: 1.600 jinetes romanos que deberá
desplazar a ese lado nada más comenzar la batalla.
-Tropas centro derecho: 15.000 legionarios romanos. Hastatis
y princeps, no se permite Triarios.
-Flanco Derecho – Estatilio
Situado entre la caballería y la infantería de Paulus.
-Composición: Itálicos.
-Tropas: Unos 10.000- 15.000 hombres de cohortes de
infantería de aliados itálicos.
Centro Izquierdo – Servilius Germinus.
Situado entre el centro derecho y los aliados itálicos del
flanco izquierdo.
Composición: Roma
Tropas: Unos 15.000 legionarios romanos.
En total entre 50.000 y 55.000 efectivos de a pie y 6.400
jinetes.
Para el bando cartaginés:
-Ala izquierda – Asdrúbal
-Centro - Asdrúbal
-Composición: hispanos
-Tropas ala izquierda: Unos 5.000 jinetes (mezcla de
turdetanos, celtíberos y otros hispanos)
-Tropas centro –se posicionaran en el centro de la media
luna-: 10.000 unidades hispanas de infantería.
-Centro (flancos de la media luna) – Aníbal
-Composición: Galos trasalpinos
-Tropas: Unos 15.000 hombres.
-Posición: especialmente en refuerzo de los flancos de la
media luna.
-Ala derecha – Maharbal
Flanco derecho e izquierdo de media luna – Maharbal
-Composición: Cartago
Tropas: unos 4.000 jinetes númidas, 9000 libios, 2.000
honderos baleares y otras unidades ligeras.
En total 36.000 efectivos de a pie y 9.000 jinetes.
La batalla
Cuando se lanzó el grito de guerra, los auxiliares avanzaron
corriendo y la infantería ligera dio comienzo a la batalla.
Entonces, los galos e hispanos de la izquierda se
enfrentaron con la caballería romana de la derecha… Tito
Livio, Historia de Roma 22,47. El despliegue del ejército
romano es perfecto, sus manípulos alineados, las alaes
perfectamente dispuestas en sus posiciones, la superioridad
numérica es aplastante, Varrón está satisfecho, dispone un
frente corto y muy profundo, la embestida contra las
vanguardias cartaginesas ha de ser brutal y arrolladora, la
línea púnica se deshará y emprenderán la huida.
Para el cónsul romano es una batalla de manual, en campo
abierto, con el sol de costado, sin estorbar, y en el que se
impone el mayor número de efectivos, su sonrisa se abre de
oreja a oreja, será el verdugo de Aníbal, lo expulsará,
junto con esa variopinta tropa de hispanos, galos y númidas
de territorio itálico. Varrón da orden de avanzar y se
inician los contactos con el enemigo, la caballería inicia
sus primeras cargas y los jinetes aliados observan como los
númidas, expertos jinetes, les evitan huyendo,
reagrupándose, volviendo a la carga lanzando jabalinas de
efectos mortales. En el otro flanco, los jinetes galos e
ibéricos, más numerosos que sus enemigos romanos hacen huir
a estos sin problemas.
El cónsul está impaciente, para él la caballería solo es un
auxiliar del verdadero ejército, que hagan sus correrías y
no molesten, esa es su única misión. La batalla debe
decidirse por el ataque de la infantería, inquieto espera a
que el avance permita alcanzar la distancia adecuada para el
lanzamiento de los pilum, ese sería el verdadero inicio de
la confrontación, tras diezmar las primeras líneas con su
lanzamiento, el choque de ambos ejércitos, gladius en mano,
marcaría el fin de Cartago.
Con gran satisfacción Varrón observa atento, cómo una tropa
perfectamente disciplinada y entrenada, los legionarios,
lanzan sus pilum, desenvainan la gladius y atacan con furia
la primera línea púnica, el impacto es salvaje y los
hispanos apenas consiguen aguantar y rehacerse ante la
brutal embestida romana, poco a poco se recomponen
manteniendo el combate, a la vez que, ante el empuje romano,
van cediendo terreno poco a poco y los romanos empujan con
fuerza, relevando la primera línea una y otra vez. La
victoria está cerca.
Los íberos van retrocediendo, aguantando con sus escudos el
impacto de los scutum romanos cuyo empuje es prácticamente
imparable, retroceden con orden, sin dar la espalda al
enemigo, alentados por el mismo Aníbal que arenga y anima a
sus hombres, cabalgando y recorriendo toda esta línea que
sostiene tan brutal combate. Varrón está absorto, pronto lo
conseguirá, pronto dejaran de retroceder para darse la
vuelta y huir, no se da cuenta de lo que está sucediendo y
anima a sus hombres a continuar con el empuje.
Han avanzado tan profundamente que han superado los flancos
púnicos formados por libios y no cuentan con la protección
de la caballería. Atónito el cónsul romano se da cuenta
tarde de lo que ocurre, es el momento crucial de la batalla,
los flancos comienzan a envolver a las formaciones romanas y
a cerrar la bolsa que se convierte en una trampa mortal, la
caballería númida completa el cuadro empujando la
retaguardia romana hacia la trampa.
En su interior el espacio se comprime, falta espacio para
pelear, hispanos en vanguardia, libios en los flancos y
númidas en retaguardia comienzan a empujar, los legionarios
mueren pisoteados por sus propios compañeros, apenas se
podía respirar. Ha comenzado la masacre, Varrón huye, está
extrañamente tranquilo, deja allí morir a dos ejércitos
consulares.
Las falcatas hispanas, como si de espigas se tratara, siegan
cabezas romanas, las picas de la caballería se clavan una y
otra vez, la matanza dura todo el día, no hubo huida, ni
retirada, el embolsamiento lo impide, los romanos observan
impotentes como la muerte se acerca, nada pueden hacer. Para
los cartagineses era engorroso, lento, avanzar sobre los
muertos para alcanzar a los vivos.
Aníbal perdió ese día 8.000 hombres. Varrón lo perdió todo.
Hubo supervivientes dispersados a lo largo de la zona pero
el ejército romano fue destruido.
Las consecuencias
El eco de la noticia pronto se propagó, los romanos se
encontraron vencidos y desorganizados, sus mejores ejércitos
habían sido borrados, destruidos, los pocos supervivientes
estaban hundidos y el único cónsul que había sobrevivido,
lleno de oprobio y vergüenza. Fue considerada la mayor
catástrofe que había sufrido Roma a lo largo de su historia.
Se declaró un día entero de luto nacional, no había
habitante en Roma que no tuviese algún familiar o conocido
en la batalla.
Tito Livio lo relata así:
Nunca antes, estando la ciudad todavía a salvo, se había
producido tal grado de excitación y pánico dentro de sus
murallas. No intentaré describirlo, ni debilitaré la
realidad entrando en detalles. (...) Pues según los informes
dos ejércitos consulares y dos cónsules se habían perdido;
no existía ya ningún campamento romano, ningún general,
ningún soldado; Apulia, Samnio, casi toda Italia estaba a
los pies de Aníbal. Con seguridad no hay otra nación que no
hubiera sucumbido bajo el peso de tal calamidad.
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