La Comunidad Educativa, en los
momentos actuales, no está de acuerdo con las nuevas
directrices del actual Gobierno, por lo que encuentra
motivos para incitar a los docentes al abandono escolar,
traduciendo en términos coloquiales, ir a la huelga, son
motivos suficientes para profesores y alumnos dejen de
asistir a los centros educativos, paralizándose con ello la
actividad escolar, pero, en general, se trata de un método
que no siempre consigue sus objetivos, por lo que el tiempo
perdido, lo quieran presentar como quieran, ha significado
un esfuerzo estéril.
Pongamos el ejemplo, un corto período de abandono de las
aulas,-el tiempo (tres días) que ha durado la última
huelga-, qué “precio” ha tenido: en primer lugar se han
perdido las jornadas lectivas, es decir, horas de clase y
conocimientos, con unas consecuencias que repercuten tanto
en los alumnos como en los profesores y en el funcionamiento
de cada centro educativo. Y siempre, como apunta algún
responsable de Asociación, ¿cómo puede un país como el
nuestro con tan alto índice de fracaso escolar, de los más
elevados de Europa, permitirse el lujo de faltar a clase?
La respuesta generalizada es que no, que esa pérdida de días
es irrecuperable. Porque no es lo mismo que un alumno falte
por una enfermedad, pongamos por ejemplo, ya que puede
recuperar el ritmo y adquirir los conocimientos con el apoyo
del profesor y los compañeros a que lo haga un instituto
completo.
Es indudable que no asistir a clase durante tres días rompe
el ritmo del alumno. Y en eso están de acuerdo todos los
profesionales con resultados, tanto de la enseñanza pública
como de la concertada y privada. Descarta al estudiante y
todo lo que rodea el sistema educativo, afecta a la
preparación de las clases, al cumplimiento del programa… Se
ha perdido la oportunidad de aprender más, repasar mejor e
incidir más sobre las dudas. La materia se recupera, pero a
costa del avance que se podía haber hecho.
Se estima que en una huelga de corta duración, como estamos
considerándola, se han desajustado dos semanas de trabajo.
Todos los profesionales saben que cuando comienzan el curso
escolar, durante las primeras jornadas es difícil trabajar a
un ritmo adecuado. Algo parecido ha ocurrido con ese corto
espacio, tres días de huelga. Además, hay que tener en
cuenta que en estos momentos es cuando se dan los contenidos
básicos del curso para finalizarlo bien.
Conviene tener presente que la programación se ha visto
alterada. La mayor parte de los profesores “retomarán las
clases donde las dejaron”, es decir, en el mismo tema,
tendrán que hacer un esfuerzo adicional “y reajustar el
programa para conseguir los objetivos previstos”.
Aunque hay quien opina que la única manera de recuperar esos
cortos días es dar más después o ver la materia más de forma
superficial, si se quiere ver todo el programa; si no, se
quedarán temas en el tintero, ya que las fechas de exámenes
o evaluaciones no se cambian, ni los días de vacaciones,
horario lectivo y tampoco emplear días al final de curso,
por lo que lo más probable es que se queden contenidos sin
desarrollar, resultando, pues, un fraude el alumnado.
El rendimiento también se verá afectado. Los técnicos lo
plantean así: “Tres días menos suponen una pérdida de
rendimiento y se van a notar al final, una lección menos, no
acabar una actividad….Los estudiantes que van más
retrasados, no tendrán ocasión de dedicar más tiempo a algún
aspecto más difícil.
El debate sobre estas tres jornadas de huelga también
plantea otras reflexiones: un coste económico. El coste de
un puesto escolar está en torno a 8.000 euros por alumno.
Sólo hay que hacer cálculos, y eso pasa factura a las arcas
públicas. Aunque el factor económico, unido a las
condiciones sociales y culturales son esenciales a la hora
de valorar el nivel de rendimiento educativo.
Es lamentable que cuando en la enseñanza algo no funciona
bien, agotadas, todas las vías de negociación, se tenga que
recurrir a una huelga, que, en general, con medidas de
presión utilizadas, no se haya podido llegar a un acuerdo
para resolver los problemas que la plantea. A veces, son de
corta duración, resolviéndose los problemas de forma
general, por lo que las vías no están totalmente resueltas,
es decir, las heridas no están totalmente cerradas, o lo
están en falso.
La última celebrada –de momento- ha tenido una participación
muy especial: la presencia de una Asociación de Padres, que
ha hecho su campaña para que sus hijos no fuesen a la
escuela. El mundo al revés, aunque no se sabe con que
finalidad lo hicieron. Una situación, pues que no deja de
asombrar, porque siempre ha sido, lógicamente los padres los
que ha protestado al ver que sus hijos se han visto privados
de asistir a la escuela. El mundo al revés.
No se sabe si, en realidad a corto o medio plazo, los
objetivos de esta “mini-huelga” se han cumplido, con lo cual
estarán todos satisfechos. En caso contrario, decepción y
esperar otra ocasión.
Según se desprende de los comentarios sobre la misma, de la
impresión que, de momento, se habla de éxito, por lo tanto,
siendo así, habrá que seguir trabajando hasta conseguir los
fines propuestos, por los organizadores, que se supone, si
no está en la línea de mejorar las condiciones económicas de
los docentes, al menos que les hayan quedado fuerzas para
seguir luchando.
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