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sociedad - DOMINGO, 28 DE OCTUBRE DE 2012


lola lara. fidel raso.

ENTREVISTA / Lola Lara
 

«Siempre hay tiempo para
intentar otro estilo de vida si no te gusta el que tienes ahora»

Lola Lara aprovecha el ‘Día Internacional contra la violencia de género’ para trasmitir un mensaje reivindicativo y de ánimo a las personas que se atreven a romper y empezar desde el principio cuando todo parecía estar perdido
 

CEUTA
Patricia Gardeu

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Lola es un ejemplo de supervivencia, de echarle buena cara al mal tiempo y capear sola afrente a cualquier temporal que se levante a su paso. Estudió una carrera universitaria pasados los cuarenta años, se divorció de un marido que no la hacía feliz después de cumplir los sesenta años y tiene un hijo con un 93% de discapacidad al que cuida con todas sus fuerzas, pese a los recortes de la Ley de Dependencia. Ahora quiere volver a poner en marcha una consulta de Psicología en su casa y ha emprendido un proyecto al que llama ‘Arcoíris’ y que consiste en formar grupos de apoyo para paliar la soledad no deseada entre las personas que se enfrentan a una nueva vida. Su testimonio es un ejemplo de que si uno quiere, puede proyectar una vida mejor.

Como en la canción ‘Mujer’, de Bebe: “Hoy vas a comprender que el miedo se puede romper con un solo portazo. (…) Hoy vas a ser la mujer que te de la gana de ser, hoy te vas a querer como nadie te ha sabido querer”. Lola Lara es un ejemplo de supervivencia, y así se lo ha querido contar a sus conciudadanos. El pasado día 25 se conmemoraba el ‘Día Internacional de lucha contra la violencia de género’, una buena oportunidad para reivindicar el papel de la mujer y la lucha por salir adelante sea cual sea el pasado que una arrastra. Y para ello hay que tener en cuenta que siempre hay una salida, que “nunca es todo negro”. Eso no significa que haya que dar un portazo al más puro estilo de la Nora de Ibsen en ‘Casa de muñecas’. “No hace falta romper con todo”, explica, “sólo con aquello que no nos gusta”.

Lola se casó muy joven, como hacían las mujeres de su generación, pero después de 37 años de matrimonio fallido, se separó en la frontera de los sesenta años porque “la convivencia era insoportable”. Objetivamente, no pasaba por la mejor situación para afrontar un divorcio. Una mujer madura, en situación de desempleo y con un hijo con un 93% de discapacidad, que necesita de vigilancia constante. Aún así, se atrevió a dar un paso adelante. Fue entonces cuando se encontró con una sorpresa. Lo que esperaba sería un amargo trago se convirtió en una liberación. “Fue como si me desprendiera de una mochila que estuviera llena de piedras”, recuerda. Eso no quita para que el camino hacia su propia salvación, hacia su “paz de espíritu”, no fuese duro. Empezando por cómo mantenerse a ella y a su hijo. “Lo intenté a pesar de mis circunstancias”, recuerda.

Con ese espíritu de resistencia y empuje que la caracteriza había apostado por la formación inmersa en la cuarentena. Fue con esa edad cuando había sacado tiempo para cursar, primero el acceso a la universidad para adultos, y después la carrera de Psicología, para terminar con estudios de postgrado. Gracias a esa formación -”la UNED fue mi gran ayuda”, explica- había pasado por varios trabajos como FEAPS (Federación de discapacitados psíquicos), acompañamiento psicológico en los Planes de Empleo o psicóloga de la Policía Local. De este último trabajo destaca la importancia del tratamiento preventivo en los funcionarios lo que, según opina, evitaría muchas bajas.

Ahora, recién divorciada, le ronda la intención de volver a poner en marcha una consulta como psicóloga en el estudio en el que vive. Le interesan, sobre todo, las terapias grupales en las que se enseñen técnicas como la relajación o la risoterapia. Además ha puesto en marcha una iniciativa altruista a la que denomina los grupos de apoyo ‘Arcoíris’ (quien quiera apuntarse puede contactar con Lola en el e-mail: ati_lara@yahoo.es), que consisten en formar grupos de personas para charlar y conocerse y aumentar así la actividad social para que la soledad “sea una opción y no una obligación”.

Las ayudas de la Ley de dependencia y la pensión alimenticia que le pasa su exmarido le han servido para mantenerse, ayuda esta primera que ha visto reducida en un 15%, lo que ha repercutido directamente en el sufragio de costes de los tratamientos médicos de su hijo. Su última batalla, en la que ahorra está inmersa, consiste en hacerse con un tratamiento a base de oxígeno, esperanza para que su hijo aumente en independencia, y cuyo coste no asume la Sanidad pública.

El problema económico se potencia aún más cuando piensa en el futuro. Es consciente de que cuando se tiene a cargo a una persona dependiente como es su hijo no se puede dejar pasar por alto una previsión de futuro que, de momento, ve incierto. “Una mujer es madre, esposa, cuidadora y reivindicativa, pero ¿cuándo es mujer?”, se cuestiona.

Está sola en esa guerra, de hecho asegura que empezar una nueva vida le sirvió para comprender que la multitud que la rodeaba era un espejismo. Lamenta haberse dado cuenta de que en los momentos duros uno está solo. Le pasó, por ejemplo, con sus vecinos. Treinta años compartiendo vivencias le devolvieron caras vueltas cuando llegó el momento de necesitar que le tendieran una mano amiga. Pese a todos los traspiés, la idea que quiere transmitir es la del color, la de la recuperación y la energía. “Siempre hay tiempo para intentar otro estilo de vida si no te gusta el que tienes ahora”, asevera. Porque siempre se puede volver a la canción de Bebe: “Porque tus ojos se han cansado de ser llanto, hoy vas a conseguir reírte hasta de ti y ver que lo has logrado”.
 

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