Lola es un ejemplo de supervivencia, de echarle buena cara
al mal tiempo y capear sola afrente a cualquier temporal que
se levante a su paso. Estudió una carrera universitaria
pasados los cuarenta años, se divorció de un marido que no
la hacía feliz después de cumplir los sesenta años y tiene
un hijo con un 93% de discapacidad al que cuida con todas
sus fuerzas, pese a los recortes de la Ley de Dependencia.
Ahora quiere volver a poner en marcha una consulta de
Psicología en su casa y ha emprendido un proyecto al que
llama ‘Arcoíris’ y que consiste en formar grupos de apoyo
para paliar la soledad no deseada entre las personas que se
enfrentan a una nueva vida. Su testimonio es un ejemplo de
que si uno quiere, puede proyectar una vida mejor.
Como en la canción ‘Mujer’, de Bebe: “Hoy vas a comprender
que el miedo se puede romper con un solo portazo. (…) Hoy
vas a ser la mujer que te de la gana de ser, hoy te vas a
querer como nadie te ha sabido querer”. Lola Lara es un
ejemplo de supervivencia, y así se lo ha querido contar a
sus conciudadanos. El pasado día 25 se conmemoraba el ‘Día
Internacional de lucha contra la violencia de género’, una
buena oportunidad para reivindicar el papel de la mujer y la
lucha por salir adelante sea cual sea el pasado que una
arrastra. Y para ello hay que tener en cuenta que siempre
hay una salida, que “nunca es todo negro”. Eso no significa
que haya que dar un portazo al más puro estilo de la Nora de
Ibsen en ‘Casa de muñecas’. “No hace falta romper con todo”,
explica, “sólo con aquello que no nos gusta”.
Lola se casó muy joven, como hacían las mujeres de su
generación, pero después de 37 años de matrimonio fallido,
se separó en la frontera de los sesenta años porque “la
convivencia era insoportable”. Objetivamente, no pasaba por
la mejor situación para afrontar un divorcio. Una mujer
madura, en situación de desempleo y con un hijo con un 93%
de discapacidad, que necesita de vigilancia constante. Aún
así, se atrevió a dar un paso adelante. Fue entonces cuando
se encontró con una sorpresa. Lo que esperaba sería un
amargo trago se convirtió en una liberación. “Fue como si me
desprendiera de una mochila que estuviera llena de piedras”,
recuerda. Eso no quita para que el camino hacia su propia
salvación, hacia su “paz de espíritu”, no fuese duro.
Empezando por cómo mantenerse a ella y a su hijo. “Lo
intenté a pesar de mis circunstancias”, recuerda.
Con ese espíritu de resistencia y empuje que la caracteriza
había apostado por la formación inmersa en la cuarentena.
Fue con esa edad cuando había sacado tiempo para cursar,
primero el acceso a la universidad para adultos, y después
la carrera de Psicología, para terminar con estudios de
postgrado. Gracias a esa formación -”la UNED fue mi gran
ayuda”, explica- había pasado por varios trabajos como FEAPS
(Federación de discapacitados psíquicos), acompañamiento
psicológico en los Planes de Empleo o psicóloga de la
Policía Local. De este último trabajo destaca la importancia
del tratamiento preventivo en los funcionarios lo que, según
opina, evitaría muchas bajas.
Ahora, recién divorciada, le ronda la intención de volver a
poner en marcha una consulta como psicóloga en el estudio en
el que vive. Le interesan, sobre todo, las terapias grupales
en las que se enseñen técnicas como la relajación o la
risoterapia. Además ha puesto en marcha una iniciativa
altruista a la que denomina los grupos de apoyo ‘Arcoíris’
(quien quiera apuntarse puede contactar con Lola en el
e-mail: ati_lara@yahoo.es), que consisten en formar grupos
de personas para charlar y conocerse y aumentar así la
actividad social para que la soledad “sea una opción y no
una obligación”.
Las ayudas de la Ley de dependencia y la pensión alimenticia
que le pasa su exmarido le han servido para mantenerse,
ayuda esta primera que ha visto reducida en un 15%, lo que
ha repercutido directamente en el sufragio de costes de los
tratamientos médicos de su hijo. Su última batalla, en la
que ahorra está inmersa, consiste en hacerse con un
tratamiento a base de oxígeno, esperanza para que su hijo
aumente en independencia, y cuyo coste no asume la Sanidad
pública.
El problema económico se potencia aún más cuando piensa en
el futuro. Es consciente de que cuando se tiene a cargo a
una persona dependiente como es su hijo no se puede dejar
pasar por alto una previsión de futuro que, de momento, ve
incierto. “Una mujer es madre, esposa, cuidadora y
reivindicativa, pero ¿cuándo es mujer?”, se cuestiona.
Está sola en esa guerra, de hecho asegura que empezar una
nueva vida le sirvió para comprender que la multitud que la
rodeaba era un espejismo. Lamenta haberse dado cuenta de que
en los momentos duros uno está solo. Le pasó, por ejemplo,
con sus vecinos. Treinta años compartiendo vivencias le
devolvieron caras vueltas cuando llegó el momento de
necesitar que le tendieran una mano amiga. Pese a todos los
traspiés, la idea que quiere transmitir es la del color, la
de la recuperación y la energía. “Siempre hay tiempo para
intentar otro estilo de vida si no te gusta el que tienes
ahora”, asevera. Porque siempre se puede volver a la canción
de Bebe: “Porque tus ojos se han cansado de ser llanto, hoy
vas a conseguir reírte hasta de ti y ver que lo has
logrado”.
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