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OPINIÓN - SÁBADO, 27 DE OCTUBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Conchita Iñiguez: mujer de una pieza
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Me entero de lo tuyo el viernes por la tarde. Me lo comunica Ángel Muñoz; gerente de este periódico y sabedor de lo mucho que te apreciaba. Y, tras los momentos de aflicción que suelen producir noticias como la tuya, lo primero que recuerdo es cuando hablamos la primera vez.

Pronto se me viene a la memoria el día en el cual yo estaba en las instalaciones del Casino de Ceuta charlando en un corrillo, durante una fiesta a la que habíamos sido invitados. Te acercaste y me dijiste que, durante cierto tiempo, habías estado a punto de decirme cuatro cosas bien dichas… Pero que te alegrabas mucho de no haberte partido de ligera contra mí.

No pude sino reírme de la manera que me hablaste. Sin tapujos. Y a partir de ese momento nuestra amistad fue a más a la par que también me entendía mejor con Pedro, tu marido. Meses más tarde, ocurrió lo que fue tenido por el escándalo del año en la ciudad. El cual sufriste sin aparentar lo más mínimo el daño que pudiera haberte ocasionado un asunto que apestaba por todos los sitios. Y, por encima de todo, Conchita, supiste proteger a Pedro e insuflarle todos los ánimos que necesitaba para soportar la persecución a la que se vio sometido.

Llegaron las decepciones. Las que tanto daño te hicieron. Sobre todo las de esos amigos que nunca habían dejado de adularte y, de la noche a la mañana, te retiraron la palabra. Y se te juntó todo: la enfermedad con la tristeza de saber que largaban de ti…

Fue entonces, en aquellos momentos durísimos, cuando surgió tu nombre una noche cenando en Hotel Parador La Muralla. Y a mí me faltó tiempo para decir que estabas dando la talla de mujer fuerte y repleta de sentido común. Y te hice el artículo merecido. Aquella noche, Conchita, levanté mi copa y todos los comensales brindamos por ti. Por tu recuperación. Y a fe que lo merecías. Claro que sí. Por razones que ahora no vienen al caso enumerar aquí.

Después de aquella noche, volvimos a coincidir varias veces, y yo te veía dispuesta a salir ilesa de tus padecimientos. Con ganas de volver a comerte el mundo. De seguir junto a Pedro y de hablar en las reuniones con ese desparpajo tuyo que a mí tanto me agradaba. La última vez que nos divertimos fue en la fiesta que dio Alberto Gallardo. Donde a mí se me ocurrió darme mi vueltecita al compás del ritmo que imponía el conjunto de “Siempre Así”.

Te vi disfrutar muchísimo junto a tu amiga Juanita, la mujer de Pedro, director del Muralla, quienes siempre supieron apreciar qué clase de persona eras. Y llegué a pensar que ya estabas fuera de todo peligro. Y que te esperaban unos años estupendos.

Ay, Conchita, de verdad que lo tuyo me ha cogido por sorpresa. A pesar de que sea el sino de todos nosotros. Ahora bien, de ti diré, cuando se encarte, y no porque tú hayas pasado a esa situación donde todo el mundo parece ser que es bueno porque sí, que fuiste una mujer íntegra. Que supiste estar por encima de las circunstancias negativas que te tocaron lidiar, cuando estabas librando otra batalla. La más dura de todas las batallas: que era la de salvar tu vida.

Lo intentaste. Y aún tuviste el arrojo suficiente para unirte más si cabe a tu marido para poder combatir las adversidades que se iban acumulando días tras días. Mujer cabal. Mujer de una pieza. Conchita Iñiguez lo fue. Claro que sí. Sin duda alguna. Descansa en paz, estimada amiga.
 

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