La última temporada de la
Asociación Deportiva Ceuta fue convulsa. A medida que
pasaban los días y el club no recibía los dineros prometidos
por la Ciudad, la situación económica llegó a ser caótica y
resultaba doloroso hacerse a la idea de que el descenso
administrativo del equipo podía producirse. Era algo que
estaba cantado. Y, por tanto, se hizo realidad.
A partir de ese momento, empezó otra lucha: la de hacer
posible que un equipo compitiera dignamente en Tercera
División. Y que lo hiciera, además, nutriéndose su plantilla
de muchos jugadores locales. Tarea nada fácil. Y los hechos
vividos, hasta que faltaban escasos días para comenzar el
Campeonato, avalan las enormes dificultades afrontadas por
los dirigentes del Ceuta.
Dificultades que los directivos fueron soslayando
briosamente. Con la certeza de que estaban acometiendo una
labor que les causaría cansancio físico y desgastes
personales impagables. Actuaciones que jamás les serían
reconocidas pero que eran muy necesarias para evitar que el
fútbol profesional o semiprofesional cayera en poder de
quienes ya se habían hecho a la idea de manejar todo el
tinglado futbolístico de la ciudad, a su antojo.
De no haber tenido agallas y grandes conocimientos de cómo
se hace una plantilla a golpe de corneta, los directivos del
Ceuta habrían desistido a las pocas horas de haber adquirido
el compromiso. Máxime cuando se hallaron sin el respaldo de
las autoridades, ninguneados por la Federación de Fútbol de
Ceuta y sometidos a las críticas acerbas por parte de
cuantos anhelaban el hundimiento del proyecto. Pero todos
los enemigos se estrellaron contra la voluntad y la pericia
de los dirigentes del Ceuta.
Lo primero que hicieron los directivos fue firmar un
secretario técnico (Michel) y contratar los servicios
de un gran preparador físico. Experto ya en la categoría y,
por supuesto, conocedor del grupo X. Mane comenzó la
pretemporada sin entrenador, sin apenas medios y con pocos
futbolistas. Por lo cual no hubo ni tiempo para disputar
partidos amistosos. Un handicap considerable. Pero la fe, a
veces, mueve montañas. Y días antes de principiar la Liga
llegó el entrenador.
Álvaro Pérez se encontró con una plantilla formada
con jugadores locales y otros que llevan varios años
residiendo en Ceuta. Y pronto, debido a su experiencia y al
conocimiento de la ciudad, se hizo con las riendas de un
equipo necesitado de ganar cuanto antes. A pesar de que sus
aspiraciones eran y son las de mantener la categoría.
Pero el buen hacer de todas las personas que han participado
en la tarea (tarea compleja, por mor de las innumerables
circunstancias negativas que concurrían y concurren en su
contra; en contra de un proyecto tan bien pensado como
huérfano de simpatía por parte de las autoridades), ha hecho
posible algo que no entraba en los cálculos de nadie. Ha
hecho posible que el equipo sea el primero de la
clasificación. Y lo ha conseguido contra viento y marea. No
obstante, lo de ser primero no deja de ser, a estas alturas,
algo tan agradable como posiblemente pasajero. Pues habrá
momentos difíciles. Sin duda alguna. Sobre todo porque el
Ceuta carece de ayudas y de afectos. Por consiguiente, ojalá
que los aficionados se percaten de lo logrado hasta ahora y
acudan al campo con el fin de que pueda obrarse el milagro
merecido por sus dirigentes. Como premio a la realización de
una labor digna de encomio.
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