El tercer problema de los
españoles, según una encuesta realizada, es la clase
política. Una clase política cada día más deteriorada por
los asuntos extraños, vamos a llamarlos de esta manera suave
que día sí y día no aparecen en los medios de comunicación.
No es cierto, las cosa claras, que en líneas generales, la
clase política española sea corrupta aunque la crecida de
los asuntos extraños empiecen a alarmar. Nuestros políticos
no son corruptos sino, salvo las debidas excepciones,
mediocres y carentes de preparación.
Lo he escrito en varias ocasiones y me reafirmo en ello.
Desde el primer gobierno de la Transición a nuestros días,
algunos pintorescos personajillos han ascendido a los cielos
de los elegidos, incluso a los cielos ministeriales sin
tener experiencia, sin titulación, sin idiomas y lo que es
más importante sin requisito alguno, llegando a la llamada
clase política como nacen los pollos de granjas. Así nos
crece el pelo.
Han de pasar varias generaciones, hasta que desaparezcan del
mapa político, eso mal llamados políticos que no tienen ni
la menor idea de lo que es la política ni, por supuesto,
cuál es el trabajo que deben realizar en favor del pueblo y
no de sus intereses particulares o de los intereses de sus
partidos.
Para trabajar en cualquier empresa privada, usted deberá
pasar por ciertos requisitos y tener ciertos conocimientos
que la empresa creerá necesarios para darle ese puesto de
trabajo. Sin esos requisitos de los conocimientos que debe
usted tener, impuestos por las empresas privadas, no
alcanzará a ocupar ese puesto de trabajo. Para ser político
no es necesario tener título universitario ni máster ni
bachillerato ni idiomas ni experiencia ni nada.
Es lógico que así sea porque en una democracia corresponde a
los electores elegir a los que nos van a gobernar.
Naturalmente que como contrapartida, a esos electores que
van a seguir a los que nos van a gobernar deberían darnos
unas listas abiertas, para poder tachar de las misma a
aquellos que consideremos unos inútiles que no van a aportar
nada, debido a sus escasos conocimientos no sólo de política
sino culturales.
Claro que eso es una cosa y otra que los políticos elegidos
nombren para los cargos políticos a sus parientes o a sus
amiguetes, sin otra exigencia que la relación de quienes le
nombran por el asunto del ”dedatil”.
En éste hermoso país, llamado España, tenemos 400.000 cargos
públicos, 200.000 mil más que Alemania, a pesar de los
alemanes nos doblan en población. Y a esos cargos, dados por
el sistema del “dedatil” nos se les exige preparación alguna
sólo la lealtad y decir a todo “sí, bwana” al familiar o
amiguete que les ha dado semejante puesto, para el que no
están ni mínimamente preparados.
Naturalmente esto ha dado lugar a que los españoles, que no
somos tan tontos como algunos políticos creen, han tomado la
medida a la clase política, sean del partido que sean, y los
han situado en el tercer lugar entre los diez grandes
problemas que tiene España.
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