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OPINIÓN - DOMINGO, 21 DE OCTUBRE DE 2012

 
OPINIÓN / LAS BATALLAS MÁS IMPRESIONANTES

La batalla del Metauro

Por Juan Manuel Sánchez Valderrama


No hallando Asdrúbal en nada de esto cosa que le satisficiese, y viendo por otra parte que no admitían dilación los negocios, porque los enemigos formados en batalla venían avanzando, se vio forzado a ordenar sus españoles y los galos que le acompañaban. Situó al frente los diez elefantes que tenía, aumentó el fondo de sus líneas para que todo el ejército ocupase un corto espacio, y puesto él en el centro de la formación detrás de las fieras, atacó la izquierda del enemigo, decidido a vencer o morir en esta jornada… Polibio; II, 11, 1

La batalla tuvo lugar en el año 207 a.C. en las inmediaciones del rio Metauro en Italia, enmarcada en la Segunda Guerra Púnica. Enfrentó a Asdrúbal Barca, hermano de Aníbal por parte cartaginesa y a Marco Livio Salinator por parte romana.

Los antecedentes

Estamos en un momento álgido del enfrentamiento entre las dos potencias hegemónicas del Mediterráneo, Roma observa con alarma y preocupación la penetración de un segundo ejército púnico al mando de Asdrúbal Barca, con la clara intención de unirse al de su hermano Aníbal, lo que podía significar el final del imperio romano, había que impedirlo a toda costa

Los ejércitos

No conocemos con precisión los números de los intervinientes en la batalla. El número de los traídos de España por Asdrúbal estaría en los 10.000 o 15.000 efectivos. A esto hay que añadirle las tropas que se le unieron sobre la marcha, que serian alrededor de 8.000 ligures y 10.000 galos. En suma su ejército no superaría los 35.000 hombres. Además traía consigo un cierto número de elefantes (10 según Polibio) y su caballería rondaría los 8.000 hombres. Todo ello hace un total estimado de 43.000 hombres.

El ejercito romano que se enfrentaría a Asdrúbal, constaría de las dos legiones de Salinator ( las XXXIV y XXXV) además de sus alaes, las dos legiones de Licinius (las XXVIII y XXIX) también con sus respectivas unidades aliadas, y los hombres traídos por Cayo Claudio Nerón. En total, un mínimo de 40.000 y un máximo de 50.000 hombres.

La batalla

La marcha nocturna estaba pasando factura, Asdrúbal ordenó campamentar para dar un breve descanso, estaban a orillas del rio Metauro, en una suave colina comenzaron a construir un campamento que hubo que abandonar rápidamente ante la llegada de la vanguardia romana, no había mucho tiempo, así que el cartaginés ordenó a sus hombres para la inminente batalla, hispanos a la derecha, ligures en el centro y galos a la izquierda sobre una zona elevada, los elefantes en vanguardia y él mismo justo detrás junto a los hispanos, no confiaba en los galos, de nula disciplina y medio borrachos, consideró que la batalla se libraría en ese ala derecha, acumuló mucho fondo de hombres ante la escasez de espacio y se preparó para lo inevitable.

El ejército romano avanzaba a marchas forzadas, era necesario alcanzar y dar batalla inmediatamente, los tres mandos, Salinator, Licinius y Nerón así lo habían acordado, no habría cuartel, llegar y atacar, a pesar del cansancio, llegar y atacar, no quedaba otra solución. Salinator se hizo cargo del ala izquierda, la que se enfrentaría a Asdrúbal, Licinius en el centro, frente a los ligures y Nerón a la derecha contra los galos. Apenas hubo tiempo para posicionarse, cuando Asdrúbal lanzó a los elefantes a la batalla, el efecto devastador que producían, pronto quedó diluido por la locura en la que entraron los animales, atacando a amigos y enemigos al iniciarse la batalla.

Tanto Salinator como Asdrúbal iban al frente de sus hombres, en medio de feroces combates en los que el campo se iba llenando de cadáveres de uno y otro bando, los hispanos luchaban con furia y los romanos se defendían con rabia, no había posibilidad de retroceder, significaba la derrota y ningún bando estaba dispuesto a ello.

En el centro de ambas líneas ligures y romanos peleaban en espacios reducidos intentando huir de la muerte matando y por el lateral Nerón veía como los indisciplinados galos, en lo alto del promontorio se reían ante la imposibilidad de ser alcanzados, su frustración y enfado lo llevaron a retirarse, pasar tras la vanguardia de Salinator y atacar a Asdrúbal por un costado, era una maniobra arriesgada e imaginativa, podía haberles costado la batalla si los galos hubieran estado dispuestos, pero no lo estaban.

Sorprendidos por el lateral los hispanos se vieron sometidos a una implacable presión ejercida por Salinator en el frente y Nerón en el costado, lo que podía haber sido una victoria para Asdrúbal pronto se convirtió en el hundimiento de sus líneas y la derrota.

Asdrúbal lo vio claro, en cuanto percibió la apertura de un segundo frente, comprendió que no podrían resistir, sus temores respecto a los aliados galos se habían confirmado y pudo comprobar una vez más que solo podía fiarse de aquellos pequeños, rocosos e inquebrantables hispanos, dispuestos a morir en tierra extraña defendiendo a un pueblo que no era el suyo.

Pero no hay mayor honor que morir en el campo de batalla, rendirse y salir cargado de cadenas, para mofa y escarnio de los romanos, no entraba en sus planes, así que a pesar de la inminente derrota, continúo luchando hasta que, extenuado, cayó muriendo a hierro, como toca a los del linaje Barca, como su padre Amílcar, se reuniría con el allá donde Melkart los condujese y aguardarían pacientes la llegada de sus hermanos.

Su final lo narra con maestría Tito Livio:

“…puso espuelas a su caballo y se apresuraron a una cohorte romana, donde cayó luchando, como es digno del hijo de Hamilcar y el hermano de Aníbal…” Tito Livio. La Historia de Roma.

Las consecuencias

Aníbal nunca llegó a entenderlo, que le lanzaran la cabeza cortada de su hermano muerto en el Metauro lo sumió en un profundo dolor, él había tratado con honor a su enemigos muertos en batalla, los romanos no tenían dignidad, habían tratado a su hermano como un perro y eso no lo olvidaría fácilmente, amargamente lloró tratando de reconocer a su hermano en aquella masa informe sin conseguirlo.

Roma suspiró aliviada, una derrota habría significado el fin de su imperio, una victoria suponía aislar aun más a Aníbal, antes de o después caería y entonces ya no habría enemigo capaz de enfrentarse al poder de la República de Roma.

Primero caería Hispania, donde los romanos vencían una y otra vez a los ejércitos de Magón y Hannon, pronto serian expulsados definitivamente, después sería la propia Cartago.

En su desesperación tras la muerte de su hermano, Aníbal lo expresó muy bien: “Ya está todo perdido, Roma será dueña del mundo”
 

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