No hallando Asdrúbal en nada de esto cosa que le
satisficiese, y viendo por otra parte que no admitían
dilación los negocios, porque los enemigos formados en
batalla venían avanzando, se vio forzado a ordenar sus
españoles y los galos que le acompañaban. Situó al frente
los diez elefantes que tenía, aumentó el fondo de sus líneas
para que todo el ejército ocupase un corto espacio, y puesto
él en el centro de la formación detrás de las fieras, atacó
la izquierda del enemigo, decidido a vencer o morir en esta
jornada… Polibio; II, 11, 1
La batalla tuvo lugar en el año 207 a.C. en las
inmediaciones del rio Metauro en Italia, enmarcada en la
Segunda Guerra Púnica. Enfrentó a Asdrúbal Barca, hermano de
Aníbal por parte cartaginesa y a Marco Livio Salinator por
parte romana.
Los antecedentes
Estamos en un momento álgido del enfrentamiento entre las
dos potencias hegemónicas del Mediterráneo, Roma observa con
alarma y preocupación la penetración de un segundo ejército
púnico al mando de Asdrúbal Barca, con la clara intención de
unirse al de su hermano Aníbal, lo que podía significar el
final del imperio romano, había que impedirlo a toda costa
Los ejércitos
No conocemos con precisión los números de los intervinientes
en la batalla. El número de los traídos de España por
Asdrúbal estaría en los 10.000 o 15.000 efectivos. A esto
hay que añadirle las tropas que se le unieron sobre la
marcha, que serian alrededor de 8.000 ligures y 10.000
galos. En suma su ejército no superaría los 35.000 hombres.
Además traía consigo un cierto número de elefantes (10 según
Polibio) y su caballería rondaría los 8.000 hombres. Todo
ello hace un total estimado de 43.000 hombres.
El ejercito romano que se enfrentaría a Asdrúbal, constaría
de las dos legiones de Salinator ( las XXXIV y XXXV) además
de sus alaes, las dos legiones de Licinius (las XXVIII y
XXIX) también con sus respectivas unidades aliadas, y los
hombres traídos por Cayo Claudio Nerón. En total, un mínimo
de 40.000 y un máximo de 50.000 hombres.
La batalla
La marcha nocturna estaba pasando factura, Asdrúbal ordenó
campamentar para dar un breve descanso, estaban a orillas
del rio Metauro, en una suave colina comenzaron a construir
un campamento que hubo que abandonar rápidamente ante la
llegada de la vanguardia romana, no había mucho tiempo, así
que el cartaginés ordenó a sus hombres para la inminente
batalla, hispanos a la derecha, ligures en el centro y galos
a la izquierda sobre una zona elevada, los elefantes en
vanguardia y él mismo justo detrás junto a los hispanos, no
confiaba en los galos, de nula disciplina y medio borrachos,
consideró que la batalla se libraría en ese ala derecha,
acumuló mucho fondo de hombres ante la escasez de espacio y
se preparó para lo inevitable.
El ejército romano avanzaba a marchas forzadas, era
necesario alcanzar y dar batalla inmediatamente, los tres
mandos, Salinator, Licinius y Nerón así lo habían acordado,
no habría cuartel, llegar y atacar, a pesar del cansancio,
llegar y atacar, no quedaba otra solución. Salinator se hizo
cargo del ala izquierda, la que se enfrentaría a Asdrúbal,
Licinius en el centro, frente a los ligures y Nerón a la
derecha contra los galos. Apenas hubo tiempo para
posicionarse, cuando Asdrúbal lanzó a los elefantes a la
batalla, el efecto devastador que producían, pronto quedó
diluido por la locura en la que entraron los animales,
atacando a amigos y enemigos al iniciarse la batalla.
Tanto Salinator como Asdrúbal iban al frente de sus hombres,
en medio de feroces combates en los que el campo se iba
llenando de cadáveres de uno y otro bando, los hispanos
luchaban con furia y los romanos se defendían con rabia, no
había posibilidad de retroceder, significaba la derrota y
ningún bando estaba dispuesto a ello.
En el centro de ambas líneas ligures y romanos peleaban en
espacios reducidos intentando huir de la muerte matando y
por el lateral Nerón veía como los indisciplinados galos, en
lo alto del promontorio se reían ante la imposibilidad de
ser alcanzados, su frustración y enfado lo llevaron a
retirarse, pasar tras la vanguardia de Salinator y atacar a
Asdrúbal por un costado, era una maniobra arriesgada e
imaginativa, podía haberles costado la batalla si los galos
hubieran estado dispuestos, pero no lo estaban.
Sorprendidos por el lateral los hispanos se vieron sometidos
a una implacable presión ejercida por Salinator en el frente
y Nerón en el costado, lo que podía haber sido una victoria
para Asdrúbal pronto se convirtió en el hundimiento de sus
líneas y la derrota.
Asdrúbal lo vio claro, en cuanto percibió la apertura de un
segundo frente, comprendió que no podrían resistir, sus
temores respecto a los aliados galos se habían confirmado y
pudo comprobar una vez más que solo podía fiarse de aquellos
pequeños, rocosos e inquebrantables hispanos, dispuestos a
morir en tierra extraña defendiendo a un pueblo que no era
el suyo.
Pero no hay mayor honor que morir en el campo de batalla,
rendirse y salir cargado de cadenas, para mofa y escarnio de
los romanos, no entraba en sus planes, así que a pesar de la
inminente derrota, continúo luchando hasta que, extenuado,
cayó muriendo a hierro, como toca a los del linaje Barca,
como su padre Amílcar, se reuniría con el allá donde Melkart
los condujese y aguardarían pacientes la llegada de sus
hermanos.
Su final lo narra con maestría Tito Livio:
“…puso espuelas a su caballo y se apresuraron a una cohorte
romana, donde cayó luchando, como es digno del hijo de
Hamilcar y el hermano de Aníbal…” Tito Livio. La Historia de
Roma.
Las consecuencias
Aníbal nunca llegó a entenderlo, que le lanzaran la cabeza
cortada de su hermano muerto en el Metauro lo sumió en un
profundo dolor, él había tratado con honor a su enemigos
muertos en batalla, los romanos no tenían dignidad, habían
tratado a su hermano como un perro y eso no lo olvidaría
fácilmente, amargamente lloró tratando de reconocer a su
hermano en aquella masa informe sin conseguirlo.
Roma suspiró aliviada, una derrota habría significado el fin
de su imperio, una victoria suponía aislar aun más a Aníbal,
antes de o después caería y entonces ya no habría enemigo
capaz de enfrentarse al poder de la República de Roma.
Primero caería Hispania, donde los romanos vencían una y
otra vez a los ejércitos de Magón y Hannon, pronto serian
expulsados definitivamente, después sería la propia Cartago.
En su desesperación tras la muerte de su hermano, Aníbal lo
expresó muy bien: “Ya está todo perdido, Roma será dueña del
mundo”
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