Flota en el aire un rebuznar de
historia, con los imponderables geográficos lastrando el
devenir político. No vamos a citar las ingenuas lumbreras
que pensaron, criaturas, que Ceuta y Melilla iban a ser unas
pacíficas “Ciudades Autónomas” (tiene bemoles el encaje
administrativo) en el marco de la ridícula e inviable, lo
llevo escribiendo hace más de diez años, “España de las
Autonomías”. A los patriotas políticos ceutíes y melillenses
ya les sugerí una vez que, en nombre de ese sano principio,
lo mejor que podían hacer era dimitir en bloque a paso
ligero, renunciar al concepto e integrarse de otro modo en
la estructura del Estado, bien en la misma Andalucía (su
lugar natural de procedencia) o, por qué no, en la comunidad
de Madrid. Claro que para ello hacen falta generosidad y
altura de miras, no sé si al alcance de los susodichos.
Porque créanme, a más “Ciudades Autónomas” (“Autónomas”… ¿de
qué?), menos España y más Marruecos. Puro y constatable
empirismo.
Por lo demás, no solo de la economía viven España y
Marruecos. Ríos de historia compartida (que no “común”,
apartemos el proceloso tópico) entre ambos países vecinos,
la geografía no puede cambiarse, han dejado un poso tanto de
convivencia como de desencuentros, con un limes fluido según
las aguas de la historia discurran en uno u otro sentido y
que, al día de hoy, empieza a hacer aguas. Si Marruecos tuvo
su dimensión “europea” a lomos de la invasión peninsular de
almorávides y almohades, el contraataque ibérico (hispano y
luso) en África llevó en siglos precedentes a la ocupación
de plazas fuertes en el litoral atlántico y mediterráneo,
siendo Ceuta, Melilla y los Peñones el vestigio actual de
aquella “defensa avanzada” mientras aun late en el norte, en
términos geopolíticos, la centenaria “batalla del Estrecho”
en avispada denominación del general Fontenla Ballesta. Al
sur y frente a Canarias, el Sáhara (primero colonia y luego
peculiar provincia española, la cincuenta y tres, desde 1958
hasta 1976) constituye aun un complicado tablero geopolítico
a varias bandas: por un lado la situación actual deriva de
una falta de coraje y visión española, pues si bien el
proceso de descolonización, inconcluso, se inició muy tarde
como advirtió el general R. Salas Larrazabal, un informe de
las Naciones Unidas de 29 de enero de 2002 señala claramente
que, para el derecho internacional, España no transmitió la
soberanía en el Acuerdo Tripartito de Madrid (14 de
noviembre de 1975) simplemente porque no podía hacerlo de
forma unilateral, como así se estipula incluso en la
declaración política hecha pública (existen varios tratados
secretos). Es decir, la postura de España sigue siendo
decisiva para la resolución del conflicto, como Marruecos
sabe bien. Y esta fue la primera clave de la pasada y Décima
RAN, el Sáhara y la nueva política española al respecto. Por
otro lado y con su brutal y violenta anexión (los tanques
del coronel Dlimi arrasaron tiendas con civiles saharauis
dentro), el Marruecos de Hassán II obtenía un regalo
envenado tras la nada pacífica (eso es un mito) “Al Massira
Jadra” de 1975, la famosa “Marcha Verde”, fruto del apoyo
logístico norteamericano en la Guerra Fría. Como señaló
Kissinger, los Estados Unidos no podían consentir que la
Argelia socialista, aliada a la URSS, consiguiera acceso al
Atlántico por lo que Washington, mosqueado también con la
incierta transición política española que se avecinaba
(Franco agonizaba) decidió mover su ficha marroquí pues,
pese a la política filo tercermundista de Mohamed V, su hijo
optó decididamente por el campo occidental. Es decir, el
apoyo norteamericano fue decisivo para la unilateral anexión
del Sáhara por Marruecos. En la actualidad, la curiosa
emergencia del terrorismo islamista (AQMI) en la región del
Sahel, constituye de hecho otra baza que apoya a priori los
intereses estratégicos de Marruecos. Es solo cuestión de
tiempo que en su calculado zarpazo sobre el continente, los
Estados Unidos apoyándose en la experiencia Francia y en el
Reino de Marruecos como pivote, lance una operación militar
de larga duración en el Sahel y norte de Malí, encajando ahí
las recientes declaraciones del general Carter Ham, jefe del
comando del AFRICOM, en Rabat: “El Reino de Marruecos
dispone de un ejército fuerte y estable, un modelo a seguir
en la región. La contribución de Marruecos al desarrollo de
una aproximación local para administrar los problemas de la
región, son percibidos con gran estima”. Por su lado, las
medidas y calculadas palabras, todo un hito, del ministro
García-Margallo en un por lo demás brillante discurso en el
barcelonés Palacio de Pedralbes y ante el Instituto de
Estudios del Mediterráneo (IEMed), poco antes de la pasada
RAN, refiriéndose textualmente a “los llamados Territorios
del Sur”, reconociendo explícitamente las “Provincias del
Sur” de Marruecos, principal caballo de batalla de nuestros
vecinos marroquíes, han dado un histórico giro a las siempre
oscuras y complejas relaciones hispano-marroquíes como bien
percibió, con gran alivio, Rabat.
¿Ceuta, Melilla, los Peñones y Chafarinas…? Hay movimientos
bajo cuerda, aunque como declaró a este escribano del limes
en su cuidada residencia de Salé (junto a Rabat) el pasado
jueves 4 de octubre caída la tarde, mi buen amigo el
ministro marroquí de Exteriores Saâd El Othmani, “al final
ahora no toca hablar de ello (Ceuta y Melilla), ya lo
haremos con calma en su momento, ahora toca centrarse en
problemas comunes como la migración ilegal, el tráfico de
drogas y los problemas de seguridad”. Con las críticas que
ustedes quieran, las primeras las mías, en el control y
alivio de la enorme presión subsahariana sobre Ceuta y
particularmente Melilla, el papel de las fuerzas de
seguridad marroquíes es fundamental. Más aun, España ha ido
demostrando estos años (¡no me digan que no lo han
percibido!) que está superada por los acontecimientos. Y si
uno no puede (o incluso no quiere) defender sus territorios
en el norte de África, ya me dirán. Ceuta y Melilla están
minadas desde dentro. Es en este contexto, además de su
utilización en el tablero como moneda de cambio, en el que
hay que ver las oleadas de bandas subsaharianas que,
perfectamente organizadas, descienden del Gurugú sobre
Melilla. Y la que te rondaré morena, porque el problema va
in crescendo. Como suele decirse, el último que marche que
apague la luz. Visto.
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