Ya se sabe que Cáritas
Internacional, creada en 1897, desarrolla su labor en toda
África, América, Asia, Europa y Oceanía dedicándose a
combatir la pobreza, la exclusión, la intolerancia y la
discriminación, además de ayudar a personas en riesgo de
exclusión social, dándoles hogar, alimentos y brindando
servicios básicos a la salud, proviniendo su financiación de
donaciones tanto en dinero como en especies.
Cáritas realiza programas de empleo para mas de 13.000
personas (la mitad de ellas menores de 35 años) y de
formación para mas de 80.000, todas estas acciones atendidas
por cerca de 2.300 voluntarios, en mas de 6.000 Cáritas
Parroquiales, bajo la supervisión de la Iglesia Católica de
la que depende orgánicamente y en cuyos centros se llevan a
cabo la mayoría de las actuaciones en curso o nuevas para
dar cabida en su seno a la ingente demanda de personas, de
todas las razas, nacionalidades o religiones que, dados los
tiempos que corren, cada día incrementan el censo de pobreza
(según los últimos datos facilitados han pasado de mas de
370.00 en 2007 a 1.015.276 en 2011 las personas atendidas
por los servicios de acogida y atención primaria, alcanzando
la cifra de fondos invertidos en este último ejercicio a 112
millones de euros) , siendo ejemplo de una realidad puesta
de manifiesto en los comedores sociales que proliferan,
principalmente en las grandes ciudades, cuestión que no se
veía en nuestra nación desde los tiempos de Auxilio Social,
creados recién terminada la guerra civil bajo el eslogan del
General Franco “Ni un hogar sin lumbre, ni un español sin
pan”. No deseamos, ni añoramos, aquellos tiempos, aunque
veríamos con sumo placer como las condiciones económicas del
pueblo español mejoraran para evitar la grave crisis de
identidad porque atravesamos como lo demuestra el hecho de
la proliferación de partidos, sindicatos, entidades
profesionales, en suma, colectividades de todos los órdenes
políticos, profesionales, sociales, religiosos, etc. que se
unen para manifestar el descontento existente con nuestros
políticos, la mayoría de los cuales, sin la menor
preparación profesional, con el solo hecho de haber ido
trepando hasta situarse en órganos de poder, vienen
disfrutando de un alto nivel de vida por las excelentes
condiciones económicas de que disfrutan lo cual, entre otras
cuestiones, ha dado lugar a que entidades como Cáritas
Diocesana, que es a lo que nos referimos, tenga que venir
atendiendo a estos grupos de ciudadanos en situación de
marginalidad y precariedad y/o exclusión social, actuaciones
benéficas todas merecedoras de nuestro estímulo para incitar
la dedicación de quienes, sin el menor ánimo de lucro
personal, tienen como fin lograr la ayuda de los que tienen
mas para socorrer a los que tienen menos.
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