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OPINIÓN - DOMINGO, 21 DE OCTUBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

El fútbol transmite valores y enseñanzas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hace unos días acudí a una cita con dos personas que tenían interés en conocerme. Así me lo habían comunicado por teléfono, tras pedirle mi número a un buen amigo. A ambas les gustaba el fútbol a rabiar y a una de ellas también le chiflaba el mundo del toro. Por lo que me di cuenta, bien pronto, que me lo iba a pasar más que bien con una pareja que deseaba pegar la hebra conmigo. El matrimonio, pues se trataba de un matrimonio, había llegado a Ceuta el día anterior y se marchaba en el último barco del día en que comimos juntos.

En lo tocante al mundo del toreo, y debido a mi amistad con muchos taurinos cuando yo vivía en la Península, les conté anécdotas que ellos escucharon con suma atención. Les encantó cuando les hablé de Luis Segura: matador de toros, nacido en Madrid, y dos veces ganador del ‘Trofeo Manolete’, cuando Livinio Stuyck era el empresario de la plaza de toros de Las Ventas del Espíritu Santo madrileña. Anécdotas vividas, porque tuve la suerte de ser vecino del torero. Ya que ambos éramos inquilinos del 93 del paseo de las Delicias. Edificio que está frente al ya desaparecido Cine América.

Historias taurinas fueron saliendo a barullo. Y hablando y hablando de asunto tan festivo, desembocamos en el mundo del fútbol. Por cierto, muy unido al del toro. Toreros y futbolistas se admiran recíprocamente. Y salió a relucir, debido a que el matrimonio reside en Madrid y son madrileños de nacimiento, el último apagón habido en el campo del Rayo Vallecano, cuando al equipo de la franja roja le tocó jugar con el Madrid.

De Vallecas, de ese barrio periférico, que tanto inquietaba en el Madrid de los años sesenta, dije lo siguiente: los equipos del Rayo Vallecano, de aquellos años, se formaban con jugadores cedidos por el Atlético de Madrid, en ocasiones, y del Real Madrid, en otras. Durante varios años me tocó jugar en Vallecas frente a futbolistas como Corcuera, Velázquez, González, José Luis Peinado, Benito, De Felipe, Gullón, Felines y… otros muchos que le daban a la barriada un aire especial. Eran tan buenos, tan jóvenes y tan preparados, que los futbolistas visitantes nos veíamos obligados a jugar con cierta brusquedad para poder anularlos. Aquellos jugadores -y sus entrenadores, Desiderio Herrero, Ramón Cobo o Pedro Eguiluz- hicieron mucho porque los aficionados de Vallecas, tan dejados de la mano de Dios, tuvieran en el campo un comportamiento extraordinario. Jamás, durante cuatro temporadas, tuve el menor problema en ese enorme pueblo. Y a fe que hubo veces que además de ganar hicimos un fútbol tan violento que de haberse dado en el lado contrario habría levantado voces airadas.

La pareja me preguntó en un momento determinado si había tenido, durante mi etapa como profesional del balompié, motivos suficientes para renegar de alguien concretamente.

Y le dije que sí. Que había sido engañado por un directivo que predicaba a cada paso que el fútbol era una herramienta muy útil para transmitir valores y enseñanzas; que era una escuela para la vida porque insistía en la necesidad del juego limpio y a cada paso sacaba a relucir el afán de superación, la convivencia y bla, bla, bla… Así que me fié de él. Quién, en mi caso, no lo hubiera hecho.

Conque firmé un contrato en blanco. Aunque con las cantidades acordadas. Y nunca las cobré. Nunca. Han pasado muchos años de aquel engaño. Pero el hecho conviene recordarlo en ocasiones. Y hoy me tocaba.
 

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