De Pemán se decía que
además de escribir como los ángeles, si es que estos tienen
tiempo para dedicarse a la literatura, era el más hábil del
mundo de los opinantes porque era capaz de bajarle los humos
al drama y hacer un mundo de las disputas menores.
Dramática me parece a mí la situación que se está generando
entre el médico de la Policía Nacional de Ceuta y un
sindicato. Por tanto, si me atrevo a escribir sobre una
disputa que está tomando muy mal cariz, créanme que es para
adentrarme en el asunto sin que las partes encontradas se
sientan ofendidas y a mí me toque salir por piernas o bien
enfrentarme a quienes no dejan de ser miembros todos de una
gran Institución.
Conque pido ayuda a quien no tengo por qué mencionar para
salir ileso de la opinión que voy a emitir de un
encontronazo entre partes, tratando de imitar a Pemán.
Tarea, como ustedes comprenderán, titánica. Imposible,
vamos, Por mucho que yo haya bebido agua de los manantiales
gaditanos.
Voy al lío. Porque no deja de ser un lío escribir con el fin
de que los litigantes no vean en mi parecer síntoma alguno
de favoritismo. Lo cual no es óbice para que empiece
diciendo que no es fácil la misión de un médico que ha de
velar porque las bajas por enfermedad se ajusten a lo más
parecido a la verdad.
Yo he hablado varias veces con García Mena. Médico
que me fue presentado por Artiel. Y escuché
atentamente las explicaciones que me dieron en su día acerca
de lo complicada que es la tarea del hombre que está al
frente del servicio sanitario de la Policía Nacional. Y no
me cupo la menor duda de que su trabajo es tan complejo como
capaz de inducirle a errores. Errores que seguramente habrá
cometido el médico sin querer y a veces, por qué no, quizá
dejándose llevar por la simpatía o antipatía que el paciente
pudiera haberle ocasionado por razones que vaya usted a
saber. Pues somos humanos.
Persona afectada por el informe que de su grave enfermedad
había hecho el inspector médico de la policía, tuvo a bien
contarme sus desventuras. Y llegué a condolerme oyendo su
relato. Hasta el punto de que hubo un momento en el cual, de
haber tenido delante a García Mena, le habría dicho cuatro
guasas. Luego, aquietada la emoción del momento, es decir,
tras conseguir que lo contado pasara por el proceso de
enfriamiento, y cuando había logrado el grado de tibieza
necesaria, mi punto de vista era ya otro. Tan otro como para
no haber tenido el menor inconveniente en convertirme en
mediador de las partes enfrentadas.
Así, a medida que he ido leyendo lo que han venido
declarando la Unión Federal de Policía y el médico, me he
dado cuenta de que el desencuentro va aumentando y puede
terminar peor que el rosario de la aurora. Ya que las
declaraciones en los medios son golosas y peligrosas. Y,
aunque nunca es agradable que las diferencias entre miembros
del CNP traspasen ciertos límites, precisamente ahora es el
momento más inoportuno. Por razones que todos conocemos.
De modo que si yo fuera Pemán, ¡menuda suposición!, fácil me
sería expresar en cuatro líneas lo indicado para evitar que
el encontronazo entre médico y pacientes de la Institución
se acabara en un amén. Pero no siéndolo, la solución depende
de cualquier persona con sentido común. Que debe haber
muchas en el Cuerpo. Muchísimas. Más de las que cualquiera
podría imaginarse. Hágase, pues, la paz.
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