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OPINIÓN - SÁBADO, 20 DE OCTUBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Sentido común
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

De Pemán se decía que además de escribir como los ángeles, si es que estos tienen tiempo para dedicarse a la literatura, era el más hábil del mundo de los opinantes porque era capaz de bajarle los humos al drama y hacer un mundo de las disputas menores.

Dramática me parece a mí la situación que se está generando entre el médico de la Policía Nacional de Ceuta y un sindicato. Por tanto, si me atrevo a escribir sobre una disputa que está tomando muy mal cariz, créanme que es para adentrarme en el asunto sin que las partes encontradas se sientan ofendidas y a mí me toque salir por piernas o bien enfrentarme a quienes no dejan de ser miembros todos de una gran Institución.

Conque pido ayuda a quien no tengo por qué mencionar para salir ileso de la opinión que voy a emitir de un encontronazo entre partes, tratando de imitar a Pemán. Tarea, como ustedes comprenderán, titánica. Imposible, vamos, Por mucho que yo haya bebido agua de los manantiales gaditanos.

Voy al lío. Porque no deja de ser un lío escribir con el fin de que los litigantes no vean en mi parecer síntoma alguno de favoritismo. Lo cual no es óbice para que empiece diciendo que no es fácil la misión de un médico que ha de velar porque las bajas por enfermedad se ajusten a lo más parecido a la verdad.

Yo he hablado varias veces con García Mena. Médico que me fue presentado por Artiel. Y escuché atentamente las explicaciones que me dieron en su día acerca de lo complicada que es la tarea del hombre que está al frente del servicio sanitario de la Policía Nacional. Y no me cupo la menor duda de que su trabajo es tan complejo como capaz de inducirle a errores. Errores que seguramente habrá cometido el médico sin querer y a veces, por qué no, quizá dejándose llevar por la simpatía o antipatía que el paciente pudiera haberle ocasionado por razones que vaya usted a saber. Pues somos humanos.

Persona afectada por el informe que de su grave enfermedad había hecho el inspector médico de la policía, tuvo a bien contarme sus desventuras. Y llegué a condolerme oyendo su relato. Hasta el punto de que hubo un momento en el cual, de haber tenido delante a García Mena, le habría dicho cuatro guasas. Luego, aquietada la emoción del momento, es decir, tras conseguir que lo contado pasara por el proceso de enfriamiento, y cuando había logrado el grado de tibieza necesaria, mi punto de vista era ya otro. Tan otro como para no haber tenido el menor inconveniente en convertirme en mediador de las partes enfrentadas.

Así, a medida que he ido leyendo lo que han venido declarando la Unión Federal de Policía y el médico, me he dado cuenta de que el desencuentro va aumentando y puede terminar peor que el rosario de la aurora. Ya que las declaraciones en los medios son golosas y peligrosas. Y, aunque nunca es agradable que las diferencias entre miembros del CNP traspasen ciertos límites, precisamente ahora es el momento más inoportuno. Por razones que todos conocemos.

De modo que si yo fuera Pemán, ¡menuda suposición!, fácil me sería expresar en cuatro líneas lo indicado para evitar que el encontronazo entre médico y pacientes de la Institución se acabara en un amén. Pero no siéndolo, la solución depende de cualquier persona con sentido común. Que debe haber muchas en el Cuerpo. Muchísimas. Más de las que cualquiera podría imaginarse. Hágase, pues, la paz.
 

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