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OPINIÓN - VIERNES, 19 DE OCTUBRE DE 2012

 
OPINIÓN / LA DIANA

Se aproxima el invierno

Por Jauma


Y con él el frio, la lluvia, el viento. Los días se acortan, las noches se alargan, la luz es más oblicua, menos transparente, el verano está olvidado.

Y con el invierno en puertas, pero todavía dentro del otoño los sindicatos plantean una nueva huelga general, una nueva jornada de lucha obrera en reivindicación de los derechos de los trabajadores, que les permita alcanzar una posición de fuerza frente al gobierno de la nación. Además de coincidir con el debate sobre los presupuestos generales del Estado para el año que viene, se busca la unidad europea a través de un movimiento que recorra toda Europa. De momento solo Portugal, Grecia o Chipre se han adherido a la protesta.

Sin despreciar a nadie, da la sensación de que los compañeros de viaje no son demasiado recomendables, sus economías son referentes de lo que no se debe hacer, quizás la nuestra también lo sea.

Lo que si parece claro es que este nuevo pulso pretende revitalizar a los mustios sindicatos, para ello el falaz argumento que estos días se repite es: si quieres tener derecho a protestar, tienes que acudir a la huelga. Me resulta triste oírlo y aun más analizarlo con detalle, triste por su inconsistencia, triste por la impotencia que refleja, triste porque solo somos cabezas que contar, si son muchas a los sindicatos les asistirá la razón, si son pocas es que hay miedo.

No son las cosas así de sencillas, ni mucho menos, en primer lugar ir o no ir a una determinada convocatoria, no da ni quita el derecho de protesta. Hay muchas formas de estar en desacuerdo y otras muchas de expresarlo. No podemos olvidar que la falta de pulso de los sindicatos deriva precisamente de su dudosa actuación en otros momentos y tampoco que, definitivamente han perdido una iniciativa que los trabajadores les otorgaron libremente y que también libremente les han retirado, por mucho que nos quieran hacer ver lo contrario.

La lista de errores cometidos pasa factura a unos sindicatos viciados, anquilosados y faltos de reflejos, que pretenden seguir viviendo en un mundo que ya no existe. La falta de propuestas alternativas, de ejemplos contundentes por su parte, la incapacidad para entender las verdaderas necesidades de la gente, es tan manifiesta por evidente que cuesta entender la ceguera que muestran. Ahora lo que el país necesita es unidad, cohesión, inspiración, liderazgo, solidaridad y capacidad de trabajo. Y lo que no necesita es dispersión, agoreros, vendedores de humo y vividores.

Nuestro pequeño laboratorio ciudadano se encuentra en la misma situación, a la pequeña escala en que nos movemos es fácil percibir los diferentes movimientos sociales y políticos, que no son más que reflejo del sentir general de nuestros compatriotas. Desde siempre las maniobras políticas forman parte del juego, y la capacidad de manipulación de amplios sectores de la población la manera en que esas maniobras se expresan.

En este caso resulta curioso y sintomático observar cómo, a pesar de tener la economía tan mal y el nivel de desempleo disparado, cuando se pretende rentabilizar desde los sindicatos esta situación el fracaso es rotundo. Ni siquiera el clientelismo sirve, el poder de convocatoria es mínimo, la sensación de fracaso acusada. Pero como todos tenemos justificación para nuestros actos, en este caso no iba a ser menos y se inicia una escala dialéctica, de dudosa verosimilitud, que sirve para enmascarar la derrota. No hay más que leer la prensa, escuchar la radio o ver la televisión, el calentamiento global ha casi desaparecido de la actualidad, la emisión de gases invernadero a la atmosfera ya no es tan importante de repente.

Hay que cambiar el discurso, se habla de los males de la globalización, de las economías de escala, del crecimiento del gigante asiático, se nos ha olvidado Kioto. Si antes era importante la sostenibilidad, ahora es importante tener un trabajo, si antes los sindicatos reivindicaban sin conciencia, sin importar el coste para una sociedad opulenta que podía permitírselo, ahora es esencial mantener el estado del bienestar, el mismo que ellos han contribuido a hundir sobrepasando sin pudor los límites de lo razonable.

La productividad no importa, que los trabajadores no cumplan con su trabajo no es relevante, el beneficio empresarial es siempre abusivo, consignas antiguas, inoperantes e imperantes hasta hace bien poco y amparadas en un sindicalismo sin sentido. La realidad es que entre todos hemos creado un sistema que no funciona, y entre todos debemos corregirlo, aceptando que las empresas generan riqueza, que no son el enemigo, aceptando que los trabajadores forman la parte más importante del engranaje productivo, que sus condiciones laborales y sociales tienen que ser las mejores posibles.
 

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