La pobreza existe, nos rodea…la mayor parte de las veces no
la percibimos, quizás porque estamos insensibilizados y nos
resulta más fácil mirar al otro lado…pero la crueldad de la
pobreza sigue ahí, no tiene por qué venir vestida de
harapos, ni tiene por que dormir siempre en una acera…a
veces convive entre nosotras, en nuestro barrio, o comparte
pupitre con nuestros hijos e hijas en el colegio… a veces,
la pobreza se instala con una familia a la que hasta hoy
mismo no les faltaba de nada, pero de repente ha llegado a
casa como un familiar por sorpresa y se niega a marcharse…y
la familia se mira sorprendida porque no saben quien ha sido
el que la ha invitado.
La pobreza existe, sí…sin duda ninguna.
Y sin duda también, me atrevo a afirmar que es
femenina…últimamente mire donde mire, le veo los ojos a la
pobreza y son ojos de mujer…ojos enormes porque pretenden
ver más allá de un futuro inabarcable…ojos con la sorpresa
dibujada en la pupila, porque no sabe cómo ha llegado a
instaurarse en esta dura realidad, ojos con patas de gallo y
arrugas que los surcan como un mapa que dibuja las duras
vivencias pasadas, ojos secos porque hace tiempo derramaron
tantas lágrimas que ya no les queda ni una… La pobreza tiene
ojos de mujer¡¡¡
Por la mañana la veo paseándose entre miles de mujeres que
viene de Marruecos a nuestra ciudad, pasa sin pasaporte y
sin documentación…nadie se la pide…es impermeable a las
fronteras, se pasea entre bártulos de ropa o de paquetes de
comida y ayuda a las mujeres a portear paquetes que
triplican su peso…también la he visto en mi casa, o en la
tuya…o recogiendo a tus hijos e hijas del colegio…
Últimamente la veo también en un rostro muy joven, en el de
una mujer sin experiencia a la que las palabras de un amor
mal entendido le cerraron los oídos a la realidad, y dejó su
país, su mundo, su familia… por seguir escuchando esas
dulces palabras envenenadas…y hoy, lejos de todo aquello que
un día la cegó, se encuentra sola y perdida en otro país que
no es el suyo, con otra lengua que no es la suya…y con unas
manitas infantiles que se aferran con fuerza a su mano…y
está perdida, no encuentra la salida e este duro
laberinto…no puede volver a su país porque será repudiada y
se pasea por nuestras calles con la pobreza abrazada a su
cuerpo, enfriándole el alma hasta los cimientos.
Y pienso que quiero unas gafas enormes, unas gafas que nos
cure de la miopía que sufrimos…con cristales limpios y
transparentes…y se las quiero recetar a la gente “sabia” que
nos dirige, a los que mueven nuestro dinero…para que vean
más allá de su propia realidad y comiencen a mirar
directamente a los ojos tristes, cansados y secos de la
Pobreza… Quizás sólo así consigamos que deje de tener ojos
de mujer.
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