A medida que pasan los días, y
sigue aumentando el malestar por la crisis económica, muchas
personas hallan un enorme desahogo despotricando contra
Mariano Rajoy. Mucha gente dice que cuando el presidente
del Gobierno sale en la televisión cambia de canal. Que le
resulta imposible digerir no sólo lo que dice sino como lo
dice. Con lo cual se ha gestado en poco tiempo un hartazgo
evidente de quien llegó a La Moncloa para hacer buenas las
palabras de Tierno Galván: “Las promesas electorales
se hacen para no cumplirlas”.
La aversión hacia Rajoy es manifiesta. Pero lo malo del
asunto es que ésta procede tanto de la derecha como de la
izquierda. Lo que no deja de ser una anormalidad. Todo un
deterioro. Que sólo ha necesitado diez meses para que se
produzca. Si bien es cierto que el hambre es muy mala. Y lo
primero que tiene que hacer un Gobierno no es evitar que
quiebren los bancos, sino que no haya hambre. No me extraña,
pues, que MR diga, a cada paso, que se ha metido en un lío.
Un lío morrocotudo, sin duda alguna, porque a medida que las
clases medías no cesan de empobrecerse y ascienden las
cifras de niños famélicos, vuelven los odios ancestrales
hacia los privilegiados. El privilegio. ¡Ya está ahí la
odiosa palabra, contra la que se alzaron los hombres de la
Revolución francesa! La palabra que separa, que divide, que
hace distingos entre hombre y hombre. Resumiendo: los ricos
son cada vez menos, pero más ricos. Y los pobres, todo lo
contrario.
Por cierto, cuando se habla de niños que viven en familias
que están bajo el umbral de la pobreza, ya no hace falta
acordarse de países de otro mundo, porque el llanto del
hambre de muchísimos niños suena ya insistentemente entre
nosotros. Se ha convertido en algo habitual. En un sollozo
constante y lánguido que acelera el corazón. En un gimoteo
incesante que taladra la conciencia. En suma, no queremos
volver a ser testigos del lloro de críos que han tenido la
mala suerte de nacer, y a los que la vida se les escapa sin
vivirla.
Sí, ya sé que mi pesimismo desagrada. Que no está bien
visto. Pero es preferible denunciar lo que está ocurriendo,
que no es nada comparable con lo que se avecina si no se
pone pies en pared. ¿O acaso cree alguien que de seguir
haciendo el Gobierno de la nación recortes y más recortes
entre los más necesitados, mientras los privilegiados siguen
viviendo en el machito de la abundancia, más pronto que
tarde no se podrán obtener fotografías en España de
criaturas cuyos huesos aparezcan recubiertos de pellejos?
Criaturas en estado caquéctico.
Quizá suene a disparate. A Ganas de que quien escribe se
haya levantado con enormes deseos de exagerar. Pero quien
escribe vivió intensamente otra tragedia en la que los niños
morían de inanición a la par que se celebraban fiestas
suntuosas en casas contiguas. Fiestas en las que se
derrochaba tanto dinero que, invertido un tercio en
penicilina y alimentos, hubiera salvado la vida de niños y
menos niños, que morían por no tener nada que llevarse a la
boca.
Rajoy, que ha seguido el consejo de Tierno Galván, está
metido en un lío. En el lío de no saber lo que hacer para
que España no se convierta en un país donde las moscas
adquieran el protagonismo que les otorga la miseria. Aún
está a tiempo de enderezarse.
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