En el camino había un valle en pendiente, y en toda su
longitud, a ambos lados, se levantaban collados altos y
contiguos; por la parte delantera opuesta a este desfiladero
estaba obstaculizado en toda su abertura por un monte
escarpado y difícil; por la parte de atrás había un lago que
dejaba sólo un paso muy estrecho en dirección al
desfiladero, al pie de la cadena montañosa» (Polibio; III,
83, 1)
Tuvo lugar el 21 de junio del año 217 a.C. y enfrentó al
ejército cartaginés dirigido por Aníbal, con el romano
dirigido por el cónsul Cayo Flaminio Nepote.
La segunda guerra púnica
Tras la derrota sufrida por Cartago en la Primera Guerra
Púnica, ambos contendientes habían sufrido graves perjuicios
económicos, pero Cartago se había llevado la peor parte, su
comercio marítimo había quedado interrumpido y además
hubieron de renunciar definitivamente a Sicilia y pagar a
Roma una fuerte indemnización de guerra tasada en 3.200
talentos de plata. Para complicar aun más la situación,
Cartago se negó a pagar a las tropas mercenarias que
regresaron desde Sicilia, lo que hizo que esta tropa se
sublevara y atacara Utica y la propia ciudad de Cartago.
Amílcar Barca se enfrentó a ellos y los redujo.
Una vez resueltos los problemas interiores, estaba claro que
Cartago necesitaba una rápida salida para recuperar su
paupérrima economía. De nuevo fue Amílcar Barca y sus
seguidores los que marcaron el camino a seguir, Hispania era
una fuente de recursos abundante e inexplorada. Es en
Hispania donde Amílcar encuentra la muerte, tras someter la
zona meridional de la península, su yerno Asdrúbal toma el
relevo, funda Cartago Nova (Cartagena) y sitúa su frontera
norte en rio Ebro. Fue asesinado por un esclavo en el 221
a.C. y es entonces cuando Aníbal Barca, hijo de Amílcar, es
proclamado caudillo cartaginés con poco más de 20 años.
Entretanto, Roma observaba con inquietud la rápida
recuperación económica de su adversario, temeroso de que de
nuevo se convirtiera en un enemigo poderoso, no andaban
desencaminados…
Aníbal fuerza la situación en Hispania en el 219 a.C.,
Sagunto es aliada de Roma y a pesar de las advertencias
romanas la saquea y destruye, se inicia la Segunda Guerra
Púnica.
Antecedentes
Aníbal es consciente de que los romanos son superiores por
mar y que esperan hacer la guerra en Hispania, dando un giro
inesperado, atraviesa los Pirineos y los Alpes y se interna
en suelo itálico, los romanos reaccionan tarde y mal y se
enfrentan a él en la batalla de Trebia, son derrotados sin
paliativos. Ante esta derrota reaccionan armando nuevas
legiones, hasta once, de las que seis permanecerán en
Italia, dos defenderán Roma, dos son asignadas al cónsul
Flaminio y otras dos al cónsul Servilio Gemino.
Por su parte Aníbal había visto como su ejército se había
reducido a la mitad desde que partiera de Hispania, a pesar
de contar con aliados galos, reclutados en el camino, un
solo elefante había conseguido superar el viaje, y él mismo
había perdido un ojo, la situación era complicada y no tenía
posibilidad ni de regresar ni de esperar refuerzos.
Aníbal optó por avanzar a marchas forzadas hacia el este,
entretanto Flaminio aguardaba paciente a ver qué camino
tomaba el ejército enemigo, cuando este le superó hacia el
sur se lanzó en su pos, a la vez el cónsul Geminus avanzaba
desde Roma, la idea estaba clara: envolver a los
cartagineses y aplastarlos. Flaminio avanzó deprisa tras el
ejército cartaginés esperando atraparlo, sin esperar la
llegada de Geminus. Aníbal se detuvo en la orilla norte del
Lago Trasimeno, el lugar se estrechaba hasta convertirse en
un desfiladero formado entre las montañas y el propio lago.
Los ejércitos
Aníbal contaba con 22.000 galos, 12.000 libios, 8.000
hispanos y 8.000 baleares, como fuerzas de infantería, a
ello había que sumar 4.000 jinetes pesados y 4.000 jinetes
ligeros, ambos formados por galos principalmente además de
2.000 jinetes hispanos. Ello hace un total de 60.000
efectivos. Una vez más es Polibio quien nos facilita la
información.
Por su parte Flaminio cuenta con un numero inferior de
efectivos, dos legiones formadas por 30.000 infantes,
incluyendo las alae sociorum y 600 jinetes romanos además de
1.800 itálicos, ello hace un total de 32.400 efectivos.
La batalla
Flaminio está indignado, sumamente indignado, jamás se le
había ocurrido a nadie provocar de esa manera la ira del
pueblo romano, Aníbal estaba asolando el sagrado territorio
itálico con la más absoluta impunidad, en su tienda se
encuentran sus colaboradores más allegados.
La orden es clara, enviar tropas para parar de una vez por
todas los saqueos, con las manos cruzadas en la espalda
pasea nervioso esperando noticias del resultado del
encuentro, no tardan demasiado, su segundo regresa
indicándole que los cartagineses han huido ante su
presencia, la sonrisa que se le dibuja en la cara refleja
alivio y satisfacción, palmea en la espalda a su
subordinado, es hora de perseguirlos y exterminarlos, como
una mala hierba, comenta.
Se dirigen hacia el sur, la persecución tendrá pronto su
final, Flaminio está convencido de ello y comanda a su
ejército espoleándolos con determinación, pronto caerán en
sus garras, no habrá compasión.
Aníbal por su parte reduce su marcha, en las proximidades
del Lago Trasimeno escudriña el terreno, decide acampar a la
escasa luz del atardecer y rápidamente reúne a sus mandos,
su idea es clara, el camino se estrecha, es el lugar
adecuado, una emboscada dejará al ejército romano atrapado,
pero su ejecución ha de ser precisa y, dado lo variopinto de
su ejército, complicada. Decide distribuir a su ejército en
los montes que circundan el lado norte del lago y deja una
pequeña partida para provocar a Flaminio.
Flaminio ve su presa al alcance de la mano, pero la noche se
echa encima y decide acampar, por la mañana atacaría, la
gloria le esperaba a escasa distancia. Al amanecer el cónsul
observó la fastidiosa niebla bajo la que se ocultaba su
enemigo, a pesar de ello estaba decidido, atacaría
inmediatamente, con niebla o sin ella. Sus ordenes estaban
claras, avanzar hasta encontrar al enemigo y aniquilarlo.
Los cartagineses cayeron sobre ellos como salidos de la
nada, las flechas volaban en todas direcciones, la confusión
y el caos pronto se apoderó de las legiones que se vieron
rápidamente rodeadas y diezmadas, sin posibilidad de
retirada, algunos se metieron en el agua donde se hundían
bajo el peso de su equipo, las cabezas que conseguían
sobresalir eran cercenadas por los jinetes galos que
entraban con sus monturas en el agua.
A pesar del desastre un contingente romano consiguió pasar a
duras penas abriéndose paso entre las tropas púnicas, no les
serviría de mucho, serían posteriormente apresadas.
Flaminio vio como todo su ánimo se derrumbaba, siguió
luchando hasta que finalmente fue abatido, el desastre se
había consumado, no había hecho falta mucho tiempo, en menos
de tres horas todo su ejército se había desmoronado, era
mejor morir que sufrir la deshonra de la derrota.
Flaminio no se equivocó, la derrota fue total, todo el
ejército romano fue muerto o hecho prisionero.
Las consecuencias
Dos desastres se abatieron sobre Roma, por un lado la
destrucción de un ejército consular y por otro la
constatación de que Aníbal podía avanzar sin resistencia a
través del territorio itálico.
Si hasta entonces no se habían tomado demasiado en serio la
invasión, la cuestión adquirió, tras la derrota, tintes
dramáticos, el Senado de Roma eligió un dictador para
enfrentarse a la situación: Quinto Fabio Máximo.
|