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OPINIÓN - DOMINGO, 14 DE OCTUBRE DE 2012

 
OPINIÓN / BATALLAS

La Batalla del Lago Trasimeno

Por Juan Manuel Sánchez Valderrama


En el camino había un valle en pendiente, y en toda su longitud, a ambos lados, se levantaban collados altos y contiguos; por la parte delantera opuesta a este desfiladero estaba obstaculizado en toda su abertura por un monte escarpado y difícil; por la parte de atrás había un lago que dejaba sólo un paso muy estrecho en dirección al desfiladero, al pie de la cadena montañosa» (Polibio; III, 83, 1)

Tuvo lugar el 21 de junio del año 217 a.C. y enfrentó al ejército cartaginés dirigido por Aníbal, con el romano dirigido por el cónsul Cayo Flaminio Nepote.

La segunda guerra púnica

Tras la derrota sufrida por Cartago en la Primera Guerra Púnica, ambos contendientes habían sufrido graves perjuicios económicos, pero Cartago se había llevado la peor parte, su comercio marítimo había quedado interrumpido y además hubieron de renunciar definitivamente a Sicilia y pagar a Roma una fuerte indemnización de guerra tasada en 3.200 talentos de plata. Para complicar aun más la situación, Cartago se negó a pagar a las tropas mercenarias que regresaron desde Sicilia, lo que hizo que esta tropa se sublevara y atacara Utica y la propia ciudad de Cartago. Amílcar Barca se enfrentó a ellos y los redujo.

Una vez resueltos los problemas interiores, estaba claro que Cartago necesitaba una rápida salida para recuperar su paupérrima economía. De nuevo fue Amílcar Barca y sus seguidores los que marcaron el camino a seguir, Hispania era una fuente de recursos abundante e inexplorada. Es en Hispania donde Amílcar encuentra la muerte, tras someter la zona meridional de la península, su yerno Asdrúbal toma el relevo, funda Cartago Nova (Cartagena) y sitúa su frontera norte en rio Ebro. Fue asesinado por un esclavo en el 221 a.C. y es entonces cuando Aníbal Barca, hijo de Amílcar, es proclamado caudillo cartaginés con poco más de 20 años. Entretanto, Roma observaba con inquietud la rápida recuperación económica de su adversario, temeroso de que de nuevo se convirtiera en un enemigo poderoso, no andaban desencaminados…

Aníbal fuerza la situación en Hispania en el 219 a.C., Sagunto es aliada de Roma y a pesar de las advertencias romanas la saquea y destruye, se inicia la Segunda Guerra Púnica.

Antecedentes

Aníbal es consciente de que los romanos son superiores por mar y que esperan hacer la guerra en Hispania, dando un giro inesperado, atraviesa los Pirineos y los Alpes y se interna en suelo itálico, los romanos reaccionan tarde y mal y se enfrentan a él en la batalla de Trebia, son derrotados sin paliativos. Ante esta derrota reaccionan armando nuevas legiones, hasta once, de las que seis permanecerán en Italia, dos defenderán Roma, dos son asignadas al cónsul Flaminio y otras dos al cónsul Servilio Gemino.

Por su parte Aníbal había visto como su ejército se había reducido a la mitad desde que partiera de Hispania, a pesar de contar con aliados galos, reclutados en el camino, un solo elefante había conseguido superar el viaje, y él mismo había perdido un ojo, la situación era complicada y no tenía posibilidad ni de regresar ni de esperar refuerzos.

Aníbal optó por avanzar a marchas forzadas hacia el este, entretanto Flaminio aguardaba paciente a ver qué camino tomaba el ejército enemigo, cuando este le superó hacia el sur se lanzó en su pos, a la vez el cónsul Geminus avanzaba desde Roma, la idea estaba clara: envolver a los cartagineses y aplastarlos. Flaminio avanzó deprisa tras el ejército cartaginés esperando atraparlo, sin esperar la llegada de Geminus. Aníbal se detuvo en la orilla norte del Lago Trasimeno, el lugar se estrechaba hasta convertirse en un desfiladero formado entre las montañas y el propio lago.

Los ejércitos

Aníbal contaba con 22.000 galos, 12.000 libios, 8.000 hispanos y 8.000 baleares, como fuerzas de infantería, a ello había que sumar 4.000 jinetes pesados y 4.000 jinetes ligeros, ambos formados por galos principalmente además de 2.000 jinetes hispanos. Ello hace un total de 60.000 efectivos. Una vez más es Polibio quien nos facilita la información.

Por su parte Flaminio cuenta con un numero inferior de efectivos, dos legiones formadas por 30.000 infantes, incluyendo las alae sociorum y 600 jinetes romanos además de 1.800 itálicos, ello hace un total de 32.400 efectivos.

La batalla

Flaminio está indignado, sumamente indignado, jamás se le había ocurrido a nadie provocar de esa manera la ira del pueblo romano, Aníbal estaba asolando el sagrado territorio itálico con la más absoluta impunidad, en su tienda se encuentran sus colaboradores más allegados.

La orden es clara, enviar tropas para parar de una vez por todas los saqueos, con las manos cruzadas en la espalda pasea nervioso esperando noticias del resultado del encuentro, no tardan demasiado, su segundo regresa indicándole que los cartagineses han huido ante su presencia, la sonrisa que se le dibuja en la cara refleja alivio y satisfacción, palmea en la espalda a su subordinado, es hora de perseguirlos y exterminarlos, como una mala hierba, comenta.

Se dirigen hacia el sur, la persecución tendrá pronto su final, Flaminio está convencido de ello y comanda a su ejército espoleándolos con determinación, pronto caerán en sus garras, no habrá compasión.

Aníbal por su parte reduce su marcha, en las proximidades del Lago Trasimeno escudriña el terreno, decide acampar a la escasa luz del atardecer y rápidamente reúne a sus mandos, su idea es clara, el camino se estrecha, es el lugar adecuado, una emboscada dejará al ejército romano atrapado, pero su ejecución ha de ser precisa y, dado lo variopinto de su ejército, complicada. Decide distribuir a su ejército en los montes que circundan el lado norte del lago y deja una pequeña partida para provocar a Flaminio.

Flaminio ve su presa al alcance de la mano, pero la noche se echa encima y decide acampar, por la mañana atacaría, la gloria le esperaba a escasa distancia. Al amanecer el cónsul observó la fastidiosa niebla bajo la que se ocultaba su enemigo, a pesar de ello estaba decidido, atacaría inmediatamente, con niebla o sin ella. Sus ordenes estaban claras, avanzar hasta encontrar al enemigo y aniquilarlo.

Los cartagineses cayeron sobre ellos como salidos de la nada, las flechas volaban en todas direcciones, la confusión y el caos pronto se apoderó de las legiones que se vieron rápidamente rodeadas y diezmadas, sin posibilidad de retirada, algunos se metieron en el agua donde se hundían bajo el peso de su equipo, las cabezas que conseguían sobresalir eran cercenadas por los jinetes galos que entraban con sus monturas en el agua.

A pesar del desastre un contingente romano consiguió pasar a duras penas abriéndose paso entre las tropas púnicas, no les serviría de mucho, serían posteriormente apresadas.

Flaminio vio como todo su ánimo se derrumbaba, siguió luchando hasta que finalmente fue abatido, el desastre se había consumado, no había hecho falta mucho tiempo, en menos de tres horas todo su ejército se había desmoronado, era mejor morir que sufrir la deshonra de la derrota.

Flaminio no se equivocó, la derrota fue total, todo el ejército romano fue muerto o hecho prisionero.

Las consecuencias

Dos desastres se abatieron sobre Roma, por un lado la destrucción de un ejército consular y por otro la constatación de que Aníbal podía avanzar sin resistencia a través del territorio itálico.

Si hasta entonces no se habían tomado demasiado en serio la invasión, la cuestión adquirió, tras la derrota, tintes dramáticos, el Senado de Roma eligió un dictador para enfrentarse a la situación: Quinto Fabio Máximo.
 

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