Al ministro Wert, días
atrás, se le ocurrió proponer que había que “españolizar” a
los catalanes. Por mor de lo que es bien sabido: que los
niños catalanes están siendo adoctrinados contra España y
que, además de hablar cada vez menos y peor nuestra lengua,
que también es la de ellos, los están atiborrando de
historias de nacionalistas. En las que prevalece el
victimismo por encima de todo. Porque se les hace creer que
Cataluña fue una gran nación invadida y saqueada por los
españoles.
Ni que decir tiene que las palabras del ministro de
Educación fueron contestadas con dureza por los
independentistas catalanes. La Generalidad las equipara con
aquellas otras que pronunciaron destacados franquistas en su
día. Y, desde entonces, no ha cesado el tumulto de unas
disputas que han conseguido silenciar el gran drama que
estamos viviendo: cada vez son más los niños que pasan
hambre en España. Por estar viviendo sus familias por debajo
del umbral de la pobreza.
Lo dicho por José Ignacio Wert, y dado que no cesa la
trifulca entre partes, me ha hecho recordar algo que cuenta
el doctor Antonio Puigvert, eminente urólogo catalán,
en sus memorias, titulada ‘Mi vida… y otras más’, acerca de
una conversación mantenida con el vicepresidente del
Gobierno, general Muñoz Grandes, cuando éste era
paciente suyo.
Cuenta Puigvert: Como yo para verle, se refiere a Muñoz
Grandes, iba y venía de Barcelona, el general me preguntaba
con mucho interés acerca de cómo estaba Cataluña y de qué
pensaban los catalanes; porque Cataluña había estado en el
bando republicano durante la guerra civil y al finalizar la
misma se habían abolido por los vencedores todos sus fueros
y privilegios e, incluso, se les había prohibido el uso de
su propio idioma en múltiples circunstancias. Yo le conté
que en las malhadadas épocas de Felipe V, Barcelona,
que había sufrido, durante largos meses de sitio, epidemias,
hambre y cañoneos de las tropas del duque de Berwick,
se vio irremisiblemente forzada a capitular. Y cuando
entraron los invasores se encontraron con un espectáculo
realmente insólito: los catalanes, aquellos hombres que el
día anterior estaban con las armas en la mano enterrando a
sus muertos, se habían puesto a trabajar. ¡A trabajar!
Muñoz Grandes, al oírlo, se impresionó.
Y yo continué, dice Puigvert.
-Creo que si al término de nuestra guerra civil, en lugar de
castellanizar a Cataluña, como se pretende, se hubiesen
dedicado los esfuerzos a catalanizar España, habríamos
salido ganando todos. Se quedó pensativo el general. Y
después de un momento de pausa me contestó: “Puede que tenga
usted razón”.
Cabe decir lo siguiente: Muñoz Grandes, por más que le
hubiera tomado afecto al afamado cirujano que le operó de
enfermedad renal grave, de haber sido un intransigente
nacionalista español, habría mandado a Puigvert a los
chirlos mirlos. Lejísimos. Después, tampoco mentiría yo si
dijera que Puigvert era, a pesar de su amistad con Franco
y demás capitostes de la época, un convencido de que la
Guerra de Sucesión entre austriacos y borbones no fue entre
dinastías sino entre Castilla y Cataluña. De ahí que hablara
de la invasión de Felipe V. Y si un catalán de la categoría
de Puigvert iba de víctima, qué podemos esperar de Arturo
Mas y de cuantos le secundan en su despropósito
secesionista.
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