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cultura - DOMINGO, 14 DE OCTUBRE DE 2012


mohamed jamati. c.r.

reportaje
 

Poesía en color

Mohamed Jamati regala una demostración práctica a los participantes del XV Simposio
Nacional de Acuarela, que ayer culminaron su encuentro en la ciudad autónoma
 

CEUTA
Cristina Rojo

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Hay muchos más paisajes que los reales, también están los imaginarios. Yo hoy voy a pintar uno inventado. Un dibujo que tengo en la cabeza”. Mohamed Jamati, miembro de la Asociación ceutí de la acuarela, se plantaba con estas palabras frente al lienzo en blanco, rodeado un montón de ojos llenos de expectación. Antes de acercarse a la blancura del soporte, el artista tetuaní se había dirigido por unos momentos a una audiencia entregada, los setenta participantes del XV Simposio Nacional de Acuarela que, desde el pasado viernes, habían llenado las calles de Ceuta con ilusionados pinceles. Jamati les habló de la acuarela como una técnica en la que “todos los matices reflejan una emoción”, un tipo de pintura que es “como una poesía de color”. Diferente al óleo, donde los materiales son más tóxicos “nosotros somos más naturales”, el agua hace que todo fluya. Las miradas de sus compañeros acuarelistas sonreían, asentían y preguntaban a la vez, esperando a que el artista se pusiera en marcha.

Entre los presentes se encontraba el cronista oficial de la ciudad, José Luis Gómez Barceló, quien, aunque afirma que no sabe pintar, sí conoce bien las características que definen a Jamati.

“Es un innovador”, explica. “Domina distintas técnicas, desde el óleo al acrílico, y es uno de los pocos pintores que juega con la acuarela como un acrílico, pero sin dejar de un lado la técnica de la acuarela”. Aunque esto suene a trabalenguas, Barceló añade que esto es puro arte contemporáneo, un entorno en el que la acuarela todavía no es predominante. “Utiliza el blanco del propio soporte. Todo es dinamismo, los trazos, la paleta, las pinceladas son grandes...”

Así lo ve el cronista. Y la realidad es que en poco menos de 30 minutos, un gran fondo blanco rodeado de expectación se transforma en algo completamente diferente, cargado de matices, evocaciones y sombras.

Con su escasa instrumentación repartida en el suelo, a un lado la paleta, y al otro su caja de colores, Jamati moja el pincel varias veces. Vuelve a mojar lo empapa en la paleta desde la que salta en dos grandes trazos al blanco. Dos, tres, cuatro pinceladas más. Rápidas y concisas, y decide que ya tiene la base sobre la que comenzar. A partir de ahí van surgiendo las primeras líneas de su paisaje imaginario, un entorno que no existe, pero que es marítimo, tal y como le ha pedido su audiencia antes de comenzar. Aunque todavía no tiene forma, ya desde esas primeras pinceladas se adivina el mar, un escenario que se antoja de ocaso y sobre el que van apareciendo siluetas de un pueblo. Los colegas acuarelistas observan con ojos bien abiertos, se preguntan entre ellos y se mandan callar a la vez para prestar la máxima atención. Señalan sus trazos con el dedo, admiran la vitalidad sobre el lienzo con la que, en minutos, surge de la nada el paisaje costero de un atardecer.

Tal y como reconocía alguno de ellos un día antes, venir a Ceuta, a pintar con amigos y desconocidos, les hace acudir “ilusionados como niños”. Y eso se observaba ayer en sus miradas, aunque la mayoría probablemente hace ya tiempo que pintó su primera cana. Poco importaba nada de esto a los acuarelistas, en el entorno de las Murallas Reales, en cuyo centro se había plantado con el lienzo Jamati. Al terminar, un aplauso fue el primer símbolo de reconocimiento y gratitud de un evento que estaba a punto de culminar, pero al que todavía le quedaba una cena sobre la que tratar todo lo aprendido.
 

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