Del GIL conservo yo el recuerdo de
ir paseando por la calle y encontrarme a varios de sus
afiliados, embriagados de poder, que me juraron odio eterno
y venganza laboral. Todavía, a pesar de los años
transcurridos, me suenan las amenazas de aquellos sujetos, a
la altura de la Cafetería La Campana: “Te vamos a echar de
Ceuta”. Y a mí me dio por tomármelo a risa. Con esa risa
cachonda que suelo lucir frente a individuos que son
risibles.
Aquellos fulanos, que hacían uso y abuso de las
bravuconadas, fueron perdiendo gas a medida que el GIL se
iba desmoronando sin solución de continuidad. Y hasta
acabaron por ser más desgraciados que el postiguillo de San
Rafael. Frase muy cordobesa y que expresa muy bien lo que
les suele ocurrir a quienes actúan como lo hacían algunos de
aquellos ‘gilistas’: que se les jiñan encima y terminan
hediendo.
‘Gilistas’ hubo muchísimos en esta ciudad. Tantos como para
hacer posible que el partido presidido por Jesús Gil
ganara unas elecciones que llegó a rozar la mayoría
absoluta. De haber ocurrido así, mucho me temo que a estas
alturas estaríamos aún penando aquella desdichada victoria
en las urnas.
La llegada del GIL, por más vueltas que se le dé, fue
propiciada porque José María Aznar, presidente del
Gobierno en aquella época, se había olvidado de Ceuta en lo
económico. Y sólo cayó en la cuenta de su metedura de pata
cuando una gran mayoría de caballas decidió entregarle la
ciudad al dueño del caballo Imperioso. Una metedura de pata
que le costó la presidencia a Jesús Fortes. Sí, así
como suena.
Muchas personas, que fueron defensoras acérrimas de aquellas
siglas políticas, siguen gozando de magníficos empleos y
hasta ocupan cargos importantes en el Gobierno del Partido
Popular. Nada que objetar. Pues yo me baso en lo que piensa
al respecto nuestro alcalde: “Todos los ‘gilistas’ válidos
fueron aprovechados en bien de la ciudad”. Y a fe que fueron
muchos.
Guillermo Martínez, portavoz del Gobierno, es un
ejemplo evidente de lo referido. De él dije, no ha mucho,
que apenas sé nada. Le he tratado muy poco y me he
preocupado menos de sus actuaciones cual político. Es más,
supe ya tarde que había militado en el GIL. Por lo tanto, no
se me puede achacar que le tenga ni manía ni nada por el
estilo.
Aunque sus últimas declaraciones, arremetiendo contra
José Antonio Carracao, me parecen imprudentes, como
mínimo. Tal vez porque el portavoz del Gobierno crea que el
secretario general de los socialistas no tiene ni zorra idea
de lo ocurrido cuando el PP derrocó a Antonio Sampietro.
De cualquier manera ha debido ser más comedido al hablar de
la multiplicación por cinco de las transferencias del Estado
a la Ciudad Autónoma de Ceuta durante los años del Gobierno
de Vivas. Por una razón muy sencilla: José María Aznar, que
fue presidente hasta 2004, siguió siendo cicatero con Ceuta
en lo económico. Y a partir de ahí la Ciudad se benefició de
los gobiernos presididos por Zapatero. Tan vilipendiado,
pero tan dado a que los alcaldes gastaran todo el dinero del
mundo por esa frase que se le adjudica de que los dineros
públicos no son de nadie. A ver si ahora va a resultar que
la pasta gansa que estuvo recibiendo el Gobierno local, en
los años de vacas gordas, procedían de la calle Génova. A
cada cual lo suyo, señor portavoz del Gobierno.
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