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OPINIÓN - VIERNES, 12 DE OCTUBRE DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Conversar es saludable
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Alguien, con quien solemos reunirnos a veces, nos decía, hace escasas fechas, que estaba obligado a ausentarse pronto, porque tenía una cita ineludible. De la que se lamentaba por impedirle gozar de algo que le gustaba más que comer: participar de la conversación de sobremesa. Lo cual no me extraña, puesto que cambiar impresiones después de la comida es un ejercicio saludable y, por tanto, necesario. Aunque opiniones hay para todos los gustos.

He aquí algunas de personajes famosos y que influyeron decisivamente con su pluma en la vida de muchos de sus innumerables lectores. Proust se la desaconsejaba al artista. Borges la ensalzaba como un glorioso invento griego. Alan Watts contaba que el mejor conversador que había conocido era Aldous Huxley. Y el iluminado Sakyamuni llegó hasta el extremo de enumerar los temas de conversación que más nos alejan de la meditación: entre otros, (charlar) sobre reyes, ladrones y ministros, sobre hambre y guerra, etcétera. Nada nuevo bajo el sol.

No faltan quienes dicen, y así lo han manifestado, que la conversación puede ser un ejercicio relajante, tedioso, estimulante, inútil… Depende. Es verdad, como sentencia el Eclesiastés, que hay un tiempo para cada cosa. Y conversar es saludable, a ratos. Lo complicado es encontrar con quién.

Cuando a mí se me ha preguntado al respecto, no he dudado en expresarme así: donde yo suelo comer mejor es en mi casa. Por razones tan obvias como para no verme precisado a enumerarlas. Ahora bien, me encanta sentarme a una mesa con amigos o conocidos -en restaurantes- para disfrutar de un tiempo de charla; así como asistir a celebraciones en las que, habiendo un vino de por medio, pueda participar en corrillos distintos para pegar la hebra.

El miércoles pasado, durante el vino ofrecido por la Guardia Civil en el Parador Hotel La Muralla, debido a los actos correspondientes a la celebración del día de su Patrona, amén de comprobar el magnífico ambiente que se respiraba entre los reunidos, también saludé a muchas personas conocidas y a otras que me fueron presentadas, y con todas ellas cambié impresiones acerca de asuntos bien distintos. Tuve la oportunidad de apreciar que la ironía de Fernando Jover sigue estando en plena forma, y que Enrique Ávila aprovecha cualquier ocasión, por ser lector de cuanto escribo, para decirme lo que piensa de lo leído. Disfruté charlando con Juan Domínguez Berrueta; a quien aprecio desde que tuve la suerte de conocerle recién llegado él a Ceuta. Charla de la que salí favorecido por los muchos conocimientos de mi interlocutor.

Coincidí con Sergio Moreno en un momento determinado del ágape, y mientras recordamos otros tiempos y otras vicisitudes vividas, saludé a Francisco José Delgado Aguilera, director del Centro Penitenciario de Los Rosales, y asimismo al subdirector. Tampoco desaproveché la ocasión que me ofreció Francisco Verdú Abellán, jefe de gabinete de la Delegación del Gobierno, para departir unos minutos con él. Siempre amable, Verdú me deslizó un consejo del que tomé nota.

El delegado del Gobierno no deseaba irse del Parador sin cruzar unas palabras con SM y conmigo. Tiene tablas y, por encima de todo, González Pérez vive su cargo con entusiasmo contagioso. De Juan Vivas, no supe nada…
 

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