He asistido, un año más, a los
actos celebrados por la Guardia Civil en honor de su
Patrona: la Virgen del Pilar. El mejor momento que he
vivido, el más emotivo, ha sido cuando han sonado las notas
del himno de una Institución que me merece un respeto
impresionante.
En tales momentos, no he podido evitar que los recuerdos
afloraran. Y con los recuerdos me ha sido imposible no mirar
hacia atrás. Hacia aquellos años en que muchos guardias
civiles vigilaban nuestras costas y estaban sometidos a la
tortura de unas deficiencias físicas y psíquicas, que les
acortaban la vida.
La Guardia Civil, cuerpo recio y comprometido con mantener
el orden sin exquisiteces, fue evolucionando a medida que
España lo hacía. Aún recuerdo cuando Franco aceptó un
día ser invitado de Fernando Terry en su mansión de
El Puerto de Santa María; mansión esplendorosa, que estaba
situada a veinte metros de El Penal de El Puerto. Y oyó, en
noche de viento de levante, los tétricos alertas de quienes
custodiaban la prisión desde unas garitas expuestas a
vientos y tempestades.
Preguntó Franco por quienes hacían guardia en el recinto
carcelario. Y cuando le dijeron que eran soldados de
reemplazo, puso el grito en el cielo y ordenó que fuera la
Guardia Civil quien se encargara de un cometido tan
desagradable como complicado. Y es que los guardias civiles
han estado siempre en España exigidos hasta límites
insospechados.
La Guardia Civil se ha ganado a pulso ser mencionada como la
Benemérita. Adjetivo ganado en buena lid. Debido a la
estimación que se le debe por sus grandes servicios. Cierto
es, y negarlo sería una estupidez, que en su dilatada
trayectoria hubo errores de bulto y aciertos
inconmensurables. Pero fueron muchos más los aciertos.
Tantos, que bien haríamos en calibrarlos hasta el extremo de
perdonarle los deslices que pudiera haber cometido a lo
largo de tantísimos años.
Ha sido en el Parador Hotel La Muralla donde la Guardia
Civil ha dado la copa de vino español a quienes hemos
querido participar en los actos celebrados en honor de una
Institución gloriosa. De una Institución repleta de
problemas. Y que está pidiendo a gritos que el Gobierno
atienda las reclamaciones de sus miembros. Por ser éstas
dignas de atención.
Durante la copa de vino, he tenido la oportunidad de pegar
la hebra en distintos corrillos. Y me ha sido posible pulsar
la opinión del momento tan complejo que estamos viviendo.
Alguien, a quien le profeso estima y considero que piensa
bien, me ha dicho, es la segunda vez que me lo echan en
cara, que mis escritos rezuman pesimismo. Y, claro, mi
respuesta ha sido la misma que di días atrás: tengo a mis
hijos y yernos en el paro.
Un paro que está ya compuesto por seis millones de personas.
Mientras los políticos siguen viviendo como privilegiados.
Sin darse cuenta de que están generando una fobia que no
decrece. Y que al paso que va, es decir, a ritmo de desfile
de legionario, día llegará en que ni la Guardia Civil pueda
parar esa marea humana que saldrá a la calle a decir basta
ya.
Y es que la señora Merkel y la señora Lagarde,
damas de alta alcurnia y de baja cama, están dando pie a que
se arme, en cualquier momento, la de Dios es Cristo. Y,
entonces, veremos si la Guardia Civil no se pone del lado de
quienes deben… De los más necesitados. Como debe ser.
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