La afición está revuelta y molesta. Más de uno ha puesto el
grito en el cielo al conocer, por este periódico, que la
penúltima “jugada” del binomio Ciudad-Federación de Fútbol
es cambiar los asientos del estadio Alfonso Murube. Un
estadio, por otra parte, que ha venido siendo hasta ahora un
verdadero “chollo” para empresas de construcción y
remodelación, a las que se han ido adjudicando trabajos que
han dado muy buenos réditos para algunos.
Había de hacerse público, en honor a la ley de
transparencia, cuantos miles de euros han revertido en el
Estadio Alfonso Murube y cuántos más se van a invertir para
que algunos se pavoneen de lo que hacen con el dinero de
nuestros impuestos.
Se van a acometer obras sin ningún escrúpulo ni necesidad
porque cambiar los asientos del Alfonso Murube ahora y
sustituir los actuales azules por blanco y negros, para que
lleven los colores de la bandera de Ceuta, aparte de ser una
ligereza y frivolidad, también es un despilfarro
innecesario, porque si es para sacarse la foto, ésta va a
salir por un ojo de la cara. Pretendiendo la cuadratura del
círculo, se quiere hacer lo que nadie entiende ni aconseja,
para rizar el rizo del despilfarro.
No se puede sustentar una política de inversiones ficticia,
tratando de sacar “tajada” al precio que sea, porque se ha
venido demostrando que, con las sucesivas obras y
remodelaciones en el Alfonso Murube, se ha ido aportando
muchísimo dinero, sin que se fiscalice, y habría que hacerlo
por ser dinero público, si las cuantías desembolsadas son
realmente justificadas por las obras realizadas, no sea que
la cuenta que se lleve, en este caso no sea “la cuenta de la
vieja” sino esa que dice: “Dos más dos cinco y me llevo
una”. Ustedes me entienden, “errores” de este tipo en la
suma y el cálculo, de los que nadie se hace responsable y
que originan pingües beneficios.
Por otra parte, la impermeabilización de las cubiertas,
parece otro gasto inútil, cuando hace apenas dos años, ya se
hizo y no han caído chuzos de punta para agujerear la misma,
por lo que resulta harto difícil acometer ahora un gasto que
también parece innecesario. Gasto que ya supuso unos 50.000
euros que, en tiempos de crisis es una cantidad muy
estimable y prescindible.
Mientras todo este galimatías se desencadena, resulta que el
sufrido aficionado, ahora que llega el mal tiempo, habrá de
padecer los rigores de otoño, con lluvias y frio a la
intemperie, mientras una serie de “sesudos” señores, deciden
qué hay que realizar en el Alfonso Murube como si se tratara
ahora de “la joya de la corona” y en vez de responder a las
necesidades de todos, sólo parece prestar servicio a la
parafernalia de Federación de Fútbol y Ciudad Autónoma, más
preocupados del ornato (vaya palabreja mas mal considerada
por superflua), muy similar a la “plantación” periódica de
plantitas para que alguien haga negocio.
Y como de negocio se trata, desde aquí pronunciamos el
descontento de la afición y su contrariedad, hasta el punto
que ya se está organizando un plataforma que se colocara con
pancartas a la puerta del Ayuntamiento, reclamando otro tipo
de comportamiento en el Alfonso Murube y menos fuegos fatuos
por no llamarlos fuegos artificiales. Pero es que resulta
todo tan fantasmagórico, que da miedo pensar el negocio que
puede suponer para alguno/os un “pelotazo” (y nunca mejor
dicho) en el propio Alfonso Murube. Eso sí que es un gol por
toda la escuadra al Plan de Ajuste de Mariano Rajoy y al de
Sostenibilidad.
Y de paso, la tomadura de pelo, de rigor al contribuyente,
que a la vez es el ciudadano de a pie y por ende, el propio
aficionado al fútbol que ve cómo sus impuestos van a apara a
un grupo de desaprensivos, dispuestos a despilfarrarlo en
cualquier cosa, aunque resulte injustificada.
Esto, desde luego, valga el símil, es una cuestión de
pelotas. Y también de poca vergüenza. Y de negocio.
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